Galiciaenfotos.comSin rumbo. Sin prisas. Sin horarios.

En Galicia tenemos un arma secreta para unir parejas. Esto que véis es la conocida «herba de namorar» que puebla las costas gallegas. Según la tradición, hay que meterle un trozo en el bolsillo a la persona que quieres y vuestros destinos acabarán por unirse irremediablemente. Para todos aquellos que no crean en estas cosas os diré que yo mismo lo he vivido en primera persona. Un tiempo después de empezar a salir con la que hoy es mi mejor amiga, también conocida como «la parienta», encontré unos restos de esta hierba en un bolsillo. Preguntada la interfecta acabó por reconocer la autoría de los hechos imputados. Es de agradecer, porque probablemente sin la ayuda de los poderes sobrenaturales de la planta no me hubiera dado cuenta ni de su metro setenta, ni de su melena rubia, ni de sus ojos azules, ni de sus curvas de escándalo, ni de su elegancia, ni de su inteligencia, ni de su sentido del humor. Palabrita del niño jesús que no la tengo detrás controlando lo que escribo, no os vayáis a creer que lo digo por temor a las represalias por lo que aquí se publica.

Galicia ha emprendido un camino común con viejos monasterios abandonados que consiste en darles valor y continuidad reformándolos y convirtiéndolos en paradores de turismo. El primero fue San Esteban de Ribas de Sil, lo visité hace mas de veinte años y daba pena, tejados en ruina, piedras y columnas caídas, vegetación asilvestrada que lo invadía todo. Fue reformado y, aunque la reforma se llevo parte del espíritu del edificio al abundar el acristalamiento (el claustro está totalmente acristalado) y los muebles modernos, por lo menos se le da uso y se asegura que perdure el edificio, pudiéndolo visitar de forma mucho mas agradable. Si quieres conocer la historia del monasterio, puedes verla en la web de ourense.com. La imagen que nos muestran es la que se tiene llegando por la carretera con los cañones del Sil al fondo, la que recuerda el 99% del personal, sin embargo desde el propio río se ve el monasterio en todo su entorno natural. Hay que reconocer que los monjes se buscaron un sitio tranquilito con unas vistas envidiables.