Galiciaenfotos.comSin rumbo. Sin prisas. Sin horarios.

A la entrada de Muros hay un pequeño pueblecito llamado Serres donde se pueden ver los molinos de mareas «Pozo del Cachón». Siempre creí que los molinos eran movidos por viento o por el agua del río pero también existen los que trabajaban gracias a la fuerza del mar que entra por las aberturas que veis por abajo. Hace unos años fueron rehabilitados y pasaron de su antigua función a servir como centro cultural, se puede ver mas información aquí.

Por si alguien quiere visitarlos aquí dejo el horario y que no os pase como a mi. , que como es habitual fui mientras estaban cerrados.

Lo que hace una semana eran unos pequeños palitroques, siete días después son ya una completa colección de preciosas flores que alegrarán parte de mi jardín durante algo mas de un mes. Increíble ver la velocidad a la que crecen y como cada día aparecen unos cuántos mas.

Y al final reventó de verdad la tubería. Menuda inundación el jueves en Vigo, reventó en pleno centro y empezó a salir una cantidad tremenda de agua acompañada incluso de algunas piedras que debían estar guardadas en la arqueta porque lo que es aquí, tirar, no se tira nada.

Al final de la bajada empezó a acumularse el agua y los coches no circulaban sino navegaban.

Por supuesto un montón de curiosos viendo con interés lo que allí pasaba, la policía impidiendo que se acercaran, uno con una cámara de video, un servidor sacando un montón de fotos con el móvil… vamos, que por entretenimiento que no sea.

Aquel que viaje por el Baixo Miño se sorprenderá al encontrar un muñeco como éste en cada farola entre Tomiño y O Rosal, algo así como supermán con mono de currante y calzoncillos rojos por fuera. El asunto viene porque entre Tuy y La Guardia está planeada una autovía mas que necesaria, la carretera nacional que une estos dos pueblos es una porquería estrecha, muy concurrida, llena de señales de cincuenta por hora y usualmente con un coche-radar camuflado de la guardia civil en alguna parte del trayecto. Esa autovía puede ir cerca del río, peor a nivel medioambiental pero mejor a nivel de servicio, o por el monte, que hacer menos destrozo al paisaje pero también queda mas alejado de los nucleos urbanos a lo que pretende servir. Primero dijeron que iba a ir por el río, luego por el monte, luego que ya verían, finalmente quedó por el monte y ahora va a ser por el río. Creo que en realidad lo que intentan es aburrirnos hasta que digamos «ni por el río ni por el monte, ya no queremos autovía» y ahorrarse la pasta.

Por si alguien se lo pregunta, de esta misma foto hay otra versión llamada «Muchos colgados».

De Punta Nariga ya mostré el faro, pero no una estatua que probablemente llegaría ella solita para darle nombre al cabo. Mirando al mar la encontramos con esa notable nariz si me descuido apuntando hacia América.

Otra curiosidad que no sabía: el faro fue diseñado por el famoso César Portela. En breve hablaremos nuevamente de él a cuenta del cementerio de Finisterre.

Mal que me pese, que luego a todo el mundo le da por ir al mismo sitio, voy a descubrir otro restaurante de los que me llenan el ojo en Viana. Si os ponéis en la fuente de la Plaza Mayor mirando hacia Santa Lucia, la Quinta das Malheiras queda justo diez metros a la derecha, en el comienzo de un callejón. Todas las veces que he ido he comido bien y a un precio bastante asequible, la última vez un «arroz a moda do chefe» (arroz según le salga al cocinero/a) espectacular que se me caían las lágrimas de emoción a cada cucharada que comía. Otro tema destacable es la atención y el exquisito respeto que muestra el camarero, este caballero que veis, todo educación haciendo sentir al cliente el rey del lugar. Quizá la única pega son las reducidas dimensiones (unas ocho o diez mesas), merece la pena ir un rato antes a reservar y tomarse algo en la plaza mayor antes de ir a comer.

Mientras preparo todas las entradas del viaje a Madeira, que espero vayan saliendo a partir de primeros de octubre, voy a ir anticipando alguna para ir haciendo boca. Para empezar, dos elementos distintivos de la isla: la bandera y las playas. La bandera es esa azul y amarilla. Las playas, excepto un par, son todas de «arena gorda» o lo que es lo mismo, pedruscos del quince. Plantar la toalla, tumbarse tranquilamente y estar cómodo es una entelequia dadas las circunstancias.

Sin embargo lo importante de la foto no resultó ser eso, sino el «macho-man» del fondo. Mientras encuadraba y me preparaba para disparar, comprobaba asombrado por el visor cómo él se dedicaba a rascar el culo con toda la soltura y alegría del mundo, ajeno totalmente a la posibilidad de encontrarse en ese momento reflejado en un sensor fotográfico y estando a punto de ser inmortalizado para la posteridad. Va por usted maestro y al que le pique, que se rasque.

Reconozco que soy poco santero y poco de las cosas del creer, lo cual no quita que allá donde vaya entre en iglesias, conventos y catedrales para ver, aprender y admirar aquello que es admirable, generalmente la arquitectura, techos, cúpulas y otros elementos grandiosos. Imágenes y similares no me suelen llamar mucho la atención, salvo las portuguesas por su escasa consideración con el buen gusto y las proporciones. Sin embargo en la catedral de Salamanca me quedé francamente alucinado con el realismo, la finura, la elegancia y la belleza de la talla de la Virgen de la Soledad. Si la comparas con otras hechas por nuestros hermanos del sur, mejor ni te cuento…

No quisiera dejar pasar la ocasión de comentar algo sobre el último libro que he leído: «Travesuras de la niña mala» de Mario Vargas Llosa. Hacía tiempo que lo que iba leyendo, sí, me gustaba, pero no me llenaba. Este me cogió por banda y no lo solté hasta devorarlo entero. Quizá por lo fácil que se hace leerlo, quizá por ser de mi género favorito (quien lo iba a decir): las historias de amor a mal traer, del sí pero no, del no pero sí, del yo quería y ella no, ahora ella sí pero yo no y cuando los dos sí, las circunstancias no. Una preciosa historia de amor a tirones a lo largo de los años con un último capítulo de esos que te dejan con una sensación de tristeza, de congoja, con un nudo en la garganta. Lo sé, soy ñoño. Pero eso ya no tiene solución a estas alturas de la vida. Y mas barato imposible: seis euros en «La casa del libro».

Los días que hace bueno esta plaza es el mismísimo centro de Pontevedra, no geográfico sino neurálgico. La gente viene a tomar el sol, charlar, dejar que los niños jueguen tranquilamente y se relacionen con otros, de aquí puedes darte una vuelta por las calles comerciales alrededor de la Iglesia de la Peregrina, bajar al casco viejo y sus bares, irte hasta la Alameda o simplemente sentarte, relajarte y ver la vida pasar, una actividad a la que debíeramos dedicarle el tiempo que se merece a ver si espabilamos y aprendemos a dejar las prisas a un lado.