Galiciaenfotos.comSin rumbo. Sin prisas. Sin horarios.

Este año llevamos un par de temporales de frío y nieve, destacando sobre todo el de éste fin de semana pasado en que nevó incluso en Santiago o en las playas del norte de Galicia. Otros años nada mas nevar empezarían a salir aquí fotos de sitios cubiertos de blanco. Este año en cambio me ha pillado perezoso y a pesar de todo lo que cae aún no he sacado ni una foto de la nieve. La vida va por rachas y últimamente no tengo ganas de frío así que todo lo que veáis como ésta imagen tener claro que es del año pasado.

Creo que se me fueron las ganas el día que compré las cadenas para el coche. Ahora ya no tiene ni la mitad de gracia ir a sitios nevados.

Cuántas y cuántas ciudades tienen a su entrada o en sus jardines el nombre hecho con plantitas, ¿para que usar un frío cartel metálico si podemos usar un cartel vivo? Que yo recuerde Ortigueira, Tomiño, A Coruña, La Coruña y alguna más ya usan este sistema.

En A Gudiña van por el mismo camino, aunque de momento la cosa se queda en proyecto.

Y ya fuera de Galicia, si tuviéramos que dar un premio al mas logrado aquí tenéis quién se lo llevaría… la leche, qué nivelón.

Fotográficamente, el invierno me suele plantear un problemilla a nivel fotográfico como son los días mas cortos. Me suelo mover mucho y un sábado o un domingo no es raro hacer de trescientos a quinientos kilómetros (contando ida y vuelta) para ir a fotografiar un pueblo, unas playas o lo que se me ocurra. Recorrer esa distancia unido a las pocas ganas de madrugar en fin de semana hace que, a veces, cuando llego tengo que fotografiar bastante apuradito antes de que se vaya la luz solar. Sin embargo también tiene una tremenda ventaja como es la calidad de la iluminación, mucho mejor que la del verano en que el sol sube mucho más produciendo luz mas fuerte y sombras más duras. En invierno el sol está mas bajito, la luz es mucho mas suave, mas dorada y consigo directamente (sin tener que ajustar nada en el ordenador) muchísimas fotos con ese colorido vivo y fuerte que me encanta, justo como ésta en Ponte de Lima.

¿Problema derivado? Que salen fotos como churros y no paro de acumular material esperando publicación. Para que os hagáis a la idea, estamos a diez de enero y de este año ya tengo seleccionadas noventa fotos para publicar. Del año pasado casi prefiero ni contarlas…

Es costumbre de la casa retratar todo cuanto bicho se cruza en mi camino sea bípedo, cuadrúpedo o miriápodo. Los hay mas o menos agradecidos, y entre los que más están monos y gorilas, con una expresividad como el de éste que los hace parecer casi humanos. Si, lo sé, ellos juegan con ventaja porque pedirle mostrar expresión de inteligencia a una lagartija es tarea harto complicada. Lo cierto es que viendo la tranquilidad del momento entran ganas de meterse en la jaula y darle un achuchón, cuestión de la que me abstendré por motivos de salud. Si alguien quiere salir en la página de sucesos que me avise y le doy la dirección del gorila.

Y mira que a mi me gusta el picante, pero vamos, no le hinco el diente a uno de estos ni de coña.

Foto sacada en el Mercado dos Lavradores, una de las atracciones de Funchal.

Hoy toca hablar de la Cidade Velha, o lo que es lo mismo, el casco viejo de Funchal. Empieza justo al final del paseo marítimo y el aspecto general de sus calles es el típico de tantos y tantos pueblos portugueses: calles estrechas, edificios bajos, casitas antiguas y alguna iglesia.

Hay mucho restaurante con terraza y por todos lados ves carteles indicativos. Este de la izquierda es de «O Jango» uno de los mas conocidos y recomendados. No son baratos, pero tampoco exageradamente caros y sí de calidad.

La construcción mas llamativa es el famoso Forte de Sao Tiago, del que ya mostré otra foto enterita. Quizá que lo hayan pintado de amarillo contribuye a que destaque un poco. Menos mal que ya no tiene funciones defensivas, sino con ese color es probable que lo distinguieran a cien millas de distancia.

Cerca del fuerte hay unas casetas donde guardan material náútico y de pesca submarina. Allí vimos como pesaban un pedazo bicho recién sacado del agua, por lo que oí creo que era un abadejo de cuatro kilos. Una vez pesado, una llamadita telefónica, precio, acuerdo y el abadejo ya tenía nuevo dueño. Me imagino que en breve sería presentado en sociedad en alguno de los restaurantes de la zona.

Una cosa es que te maten, otra que te coman, y otra muy distinta que aún por encima te puteen en el escaparate disfrazándote antes de pasar por el horno. Vamos, vamos, lo que hay que ver…

La última vez que pasé por Castilla fue en septiembre, camino de Avila. Tras el verano se ven los campos castellanos tal y como muchos nos los imaginábamos, amarillos, secos y yermos tras el castigo de meses y meses de sol. Sin embargo no dejan de tener su encanto esas llanuras con colores fuertes sumados al azul del cielo y al blanco de las nubes.

Fue saber que había otro toro de Osborne llegando a La Cañiza, lo que queda relativamente cerca de mi casa, que un par de días después de la noticia cogía el coche para conseguir la foto y aquí está: el segundo torito de Osborne situado en Pontevedra y tercero del blog.

Para verlo es mejor ir hasta La Cañiza, salir en dirección a Vigo por la carretera antigua y conforme se sube Fontefría lo encontraremos en lo alto de una loma a mano izquierda. De lejos no se aprecia, de cerca se puede ver cómo lo han puesto fino a manchurrones de pintura.

Cerca de Tuy subsiste el balneario de Caldelas, un balneario a la vieja usanza, nada que ver con la nueva hornada de establecimientos dedicados a la talasoterapia, termalismo y demás. Este es de los de «tomar las aguas» de toda la vida, recuerdo incluso que mi padre iba allí cuando yo era pequeño para solucionar sus problemas de bronquitis. Nada de masajes relajantes, nada de duchas a la lluvia de esencias variadas, nada de piedras calientes en la espalda y otros tratamientos con glamour. Allí todo era beber del grifo mágico, manguerazos de agua, vahos de eucalipto y meter la punta de un tubito de agua por una fosa nasal para que el chorrito calentito saliera por la otra fosa dando alegría al interior de la nariz. Y como balneario de toda la vida, ese mismo aspecto es el que tiene el edificio. Esta es la fachada:

Está compuesto de una parte antigua, de la que el piso inferior tiene ventanas nuevas y los dos superiores ventajas viejas, desvencijadas e incluso algún cristal roto, y una parte nueva que es la que se ve al fondo. Visto desde detrás, la parte vieja es lo grande, la nueva la de la derecha y ésto de delante es el prado donde pastan las ovejas de Carmen Sevilla que no sé si irán al balneario pero se lo merecen por tener semejante dueña.

Aquí tenéis una vista del lateral, imaginaros el resto. Como curiosidad, decir que sirvió para el rodaje de la película «Hotel Danubio» de Antonio Giménez Rico, producida por José Luis Garci.

Si queréis mas información podéis verla en su página web.