Galiciaenfotos.comSin rumbo. Sin prisas. Sin horarios.

Se trata de un museo-archivo de Salamanca lleno de documentación y otras trangalladas de la Guerra Civil. No es que sea un tema que me atraiga mucho, especialmente en el cine donde procuro escapar como alma que se lleva el diablo de las soporíferas películas españolas referidas al mismo tema, perpetradas una y otra vez por directores cuyo cerebro se quedó atascado en esa época y a falta de imaginación viven de la subvención. Decía que no es tema de especial interés pero tras todo el follón con Cataluña por los papeles del archivo, había que echar una ojeada a ver qué eran aquellos documentos por los que tanto se peleaban los unos y los otros. Para ser sinceros, entré con poco interés y salí con aún menos…

A veces va uno caminando después de sacar una foto y de pronto ves otra foto desde un lugar inesperado, que incluso puede ser en medio de la carretera como este caso, así que con cuidadito esperas que no venga nadie, te vas al medio del asfalto, enfocas, mides, encuadras y disparas. Igual no sale a la primera, ni a la segunda, o a la tercera tienes dudas, miras la cámara, compruebas, cambias de encuadre, te olvidas dónde estás… cualquier día me voy a encontrar un camión de muchas toneladas hacia mi a toda mecha

Para eso no hay mejor alarma que la parienta al otro lado del carretera. Tan pronto ve otro vehículo a dos kilómetros ya me está llamando inconsciente, alocado y otras cosas más que no se pueden mencionar aquí.

Shit you little parrot (cágate lorito) con el cambiazo que ha pegado Lalín de unos años hacia aquí, de cuando lo conocí que parecía (exagerando un poco, que luego se me cabrean) casi una aldea con teléfono pegada a un parque industrial gigante, ahora está bastante más crecidito con edificios nuevos, el centro comercial, una paseo del río con zona recreativa que ya quisieran otros muchos pueblos y el último día que pasé hasta descubrí un pabellón deportivo multiusos nuevo, el (ni mas ni menos) Lalín Arena, que han tenido la inteligencia superior de no hacer un mamotreto feo por fuera sino moderno, diferente y hasta llamativo.

De cómo las letras ejercen la función de columnas ya no os digo nada. Siempre pensé que lo de «Arena» era una moda ñoña traída de fuera, pero claro, si te paras a pensar que una de las acepciones viene siendo «Sitio o lugar del combate o la lucha», pues mira, en el fondo tienen razón.

Aprovechando estos días de sol nos pegamos un saltito para conocer un punto por el que, milagro, nunca había pasado: la carretera que va desde A Gudiña hasta A Rua, en la esquina derecha de Orense. Volvimos totalmente sorprendidos por la cantidad de cosas que vimos, muchas de ellas inesperadas, y por las magníficas fotos que saqué apoyado en una luz impresionante. Mención especial a Viana do Bolo, situada justo delante de un meandro del río en el que se reflejaba poniéndomelo muy fácil para hincharme a sacar fotos visto lo espectacular de la panorámica. Pinchad en la foto de abajo para verla en grande porque de veras merece la pena. Y no es pasión de padre.

Por los alrededores podríamos decir que mas que verse, tan solo se van intuyendo esos colores que tanto nos gustan. Un mes más y tendremos verdes, tostados y amarillos de sobra.

Si la semana pasada hacíamos referencia al paseo del río al lado del balneario de Riocaldo con aquella entrada llamada «Qué bonito, qué bonito«, hoy vamos a referirnos al mismo lugar, unos metros mas adelante donde podíamos contemplar este banco. No sé si es una obra maestra del mobiliario urbano, un elemento de diseño asimétrico rompedor con la tradición, un desliz a la hora de hacer el plano o que a los curritos les dio la hora del bocadillo en medio de la faena y acabaron como pudieron. Sea como sea, allí no me senté. Por si acaso nada más.

Aunque rebuscando en el archivo fotográfico siempre aparece un roto para un descosido y en Panjón tienen algún diseño que no se les queda atrás, más simétrico que el anterior pero igualmente dudoso en su estabilidad.

Lo nuestro a veces sí que tiene narices. Llegados a Balboa y tras la pantagruélica comida descrita en una entrada anterior, no tenemos mejor idea que dedicarnos con posterioridad al senderismo campestre montañero para llegar al castillo de la misma localidad, cuestión a remarcar es que los castillos nunca están en lo bajo y con el estómago repleto debería estar prohibido subir montes que luego a la gente le dan arrechuchos y nos preguntamos qué le pudo pasar si estaba en la flor de la vida.

En fin, pues eso, que sube que te sube llegamos al castillo, construcción de la cual ya os había mostrado la posición hace tiempo, donde se confirma que menuda subidita tocó hacer para llegar a él. Lo que no me esperaba es que justo delante del castillo, y totalmente oculto a la vista desde abajo, están construyendo un auditorio con todas las de la ley.

Hay que reconocer que el sitio se lo merece, desde el graderío las vistas son impresionantes y el aire fresco y puro a más no poder.

Aquí tenéis la vista del graderío desde lo alto del castillo. Integradito en el entorno y bien aprovechada la ladera de la montaña. Ahora sólo falta rezar porque los espectadores no abusen del licor café y acaben rodando ladera abajo.

De Ribadeo ya había comentado que en el centro de la ciudad podía verse alguna «Casa de indianos». Por las carreteras que van de Ribadeo a las playas pueden verse unas cuántas más, bastante cuidadas y con formas igual de elegantes. Aquí mi favorita, una vivienda digna de un marqués, teníais que ver qué preciosidad iluminada por la luz del atardecer.

Otra más, ésta con una pancarta de «Se vende» así que si os sobran unos milloncitos y os queréis ir a vivir a la Mariña lucense, ésta es vuestra oportunidad.

Aquí tenéis la tercera y última, un poquito mas amarilla. Ya os habréis dado cuenta por esta foto y la anterior que, quieras o no, la primera ley fotográfica de Galicia indica que cuanto más te guste un motivo a retratar, más posibilidades hay de que salga un cable por medio.

En Caión, al lado del puerto tienen una cueva que una vez vista le ha quedado definitivamente el nombre de «La cueva de los neumáticos». Fijaros en ella, con esas ruedas viejas en primer plano.

Pero no son sólo los del primer plano, si nos acercamos más podemos ver que al fondo de la cueva hay una verdadera invasión.

Y otros tantos en el trozo situado al lado de la cueva. Me imagino que serán neumáticos de los que llevan los barcos en sus laterales para no rozarse con el puerto que se han ido cayendo y el mar los arrastró hasta aquí, porque sólo faltaría que fuera el vertedero de un taller.

Visto lo visto, una limpiecita a la playa seguro que no le venía nada mal.

En la misma plaza del Obradoiro donde se levanta la catedral de Santiago podemos encontrar el Hostal de los Reyes Católicos, que aunque su nombre indique Hostal, viene a ser el equivalente al Parador de Santiago con sus cinco estrellas bien grandes. Construido en el siglo XV y bla, bla, blá (para datos mas serios véase la Wikipedia), está considerado como el hotel mas antiguo del mundo.

El interior es tipo parador, o sea, cortinajes, tapices, muebles de época y sin concesiones a la modernidad. El que quiera mezclar diseño y parador, que se vaya a San Esteban de Ribas de Sil.

Los claustros y las salas interiores las han hecho de pago con horarios restringidos o exclusivas para visitas de los alojados. Sin embargo, de cuando en cuando montan exposiciones o algún acto público y entonces aprovecha uno para colarse y echar una ojeada al edificio, merece mucho la pena sólo por ver esas columnas labradas, esos techos altísimos de madera, incluso en una esquina está la pila bautismal donde fue bautizada Rosalía de Castro.

Aquí tenéis prueba de cómo se aprovecha una exposición para dar una vuelta por el interior del Parador y poder contemplar esa curiosidad de las figuras probablemente religiosas esculpidas en las columnas junto al cuadro, probablemente poco religioso, de la elementa espacial luciendo teta. Es lo que tiene el eclecticismo, todo es mezclar cosas diferentes que ellas solitas ya irán encontrando su sitio.

Y cuando ya nos relamíamos pensando en el otoño, los tonos marrones, rojizos, amarillos y el fresquito correspondiente, aparece de improviso el anticiclón de las Azores para regalarnos un principio de octubre espectacular en lo meteorológico. Los primeros días parecía que venía el frío pero no pasó de un amago, a partir de ahí lo que llegó fue nuevamente el calor. El pasado día 12, festivo y día de playa. Ayer domingo festivo y día de playa, muy buena temperatura y un cielo azul que daba gloria verlo.

¿Qué se hace en estos casos? Al «Punto e coma» de Panjón, a darle al arroz de mariscos, salir con el buche repleto y vegetar en uno de los bancos del paseo marítimo mientras se hace la digestión. La vida es dura, muy dura.

Como curiosidad, el chiringuito de al lado (J.R.) parece que ha recuperado clientela tras sus variadas vicisitudes con denuncias por el cierre de la terraza y coches que se estampan contra ella. Veremos cómo lo llevan en invierno porque con la terraza sin acristalar, comer allí puede ser de todo menos agradable.