Galiciaenfotos.comSin rumbo. Sin prisas. Sin horarios.

Continuamos recorrido por Luarca, un pueblo que seguramente muchos ya conocéis y del que destacaría tres cosas. Lo primero, el puerto. Fijaros qué bonito, qué colorido, qué abrigaditos los barcos y qué bien colocados. Todo el paseo marítimo está lleno de chiringuitos donde comer o beber. Ese edificio grandote amarillo del puerto (al fondo a la derecha) tiene una terracita donde bajó una botella de sidra que nos supo a gloria. A su izquierda hay un edificio azulado donde está el museo del calamar gigante y en el ático el restaurante «Miramar», que merece un capítulo aparte.

No sabíamos dónde comer así que mientras recorríamos el paseo marítimo íbamos viendo el aspecto de unos y otros. Al llegar al final nos encontramos con el Miramar, en un ático, terraza al aire libre en día de muy buena temperatura, fijaros qué vistas mas impresionantes de la salida del puerto y de la zona de playas, pinchar en la foto y la podréis ver bastante mas grande. Ya no hubo duda, a comer aquí se ha dicho. Jamón de primero, arroz con bogavante de segundo, postre y café. De esos papeos que te quedan grabados en la memoria por el lugar, por lo atento de los camareros sin ser pegajosos y por la calidad de la comida.

Otro de los puntos básicos de Luarca, aunque parezca de broma, es el cementerio por su situación en lo alto de un monte con vistas a la bahía. Es bonito, mucha tumba en el suelo, mucho panteón como este redondo y ya digo, vistas de fábula.

Justo al lado está la iglesia, también en lo alto, y al fondo el faro. Se aprecia que el día era ideal para hacer turismo.

Todo el mundo que haya ido a Luarca habrá visto todos los lugares que he mostrado anteriormente. Lo que no sé si habrán visto es esto, justo en la otra entrada del pueblo. El barco de Chanquete decorado con muñecos «Mazinger-Z style» hechos de tubos metálicos. Impactante, ¿verdad?

Pues menos mal que ya no lo usan para ir de pesca, porque siendo sardina veo llegar esto y me escapo lo mas lejos posible.

Todas o casi las veces que me doy una vuelta por el norte de Galicia intento pegar un saltito hasta Asturias y parar en Tapia de Casariego, a ser posible a la hora de comer porque conozco un par de sitios que están de miedo y ya es una tradición lo de las fabes con almejas acompañadas de una botella de sidra. Para sentarse a tomar algo o ir de copas hay unos cuantos chiringuitos al lado del puerto pesquero con sus terracitas correspondientes.

Pero no todo es papeo y bebercio en Tapia. Ir con la cámara es disfrutar un rato largo, sobre todo de las vistas del puerto desde lo alto.

Tanto por un lado, hacia el pueblo, como por el otro hacia el mar, con las rocas, la bocana y el faro. Ya es raro unos días como los que tuvimos cuando pasé por la zona. Sol, calor, cielos azules, colorido, de todas las veces que pasé por el norte de Galicia nunca recuerdo una sucesión de días así de buenos para el turismo y de magníficos para la fotografía.

¿Faro? ¿Alguien ha dicho faro? Allá me voy a retratarlo de cerca aprovechando el paseo que empieza en los chiringuitos de la primera foto, cruza un puente, continúa por el puerto, pasa delante del faro y acaba en la punta del espigón.

Este año se han sacado un invento de la manga, la piscina de agua salada. Un cierre en las rocas al mas puro madeira-style para que no escape el agua, un sistema para regular la profundidad, unas maderas para tomar el sol mas cómodamente y a disfrutar se ha dicho.

A ciertas edades se aúnan juventud e inconsciencia lo que puede llevar tanto a desastres notables como a interesantes aventuras. Sube uno a un remoto lugar de los Picos de Europa y bueno, ya que estamos aquí y el sitio promete, vamos a echar una ojeada un poquito más adelante. Y otro poquito. Oye, qué ladera mas maja para sacar fotos…

Vamos a seguir un poquito más a ver aquel mirador. ¿Y aquello otro? Sube. Baja. Gira. ¿Dónde estamos? Ni idea, oiga, pero ahí abajo hay una casita así que nos acercaremos a ver si es la de los tres ositos.

¿Y qué es aquello que viene por allá? Una niebla como un mundo. No hay problema, por aquí hay un refugio así que en caso de necesidad siempre podremos quedarnos allí. ¡Huy! Cerrado a cal y canto, no vaya a ser que aparezca alguien con ganas de refugiarse.

¿Y estos copos que empiezan a caer? Para complicarlo más, los móviles y los GPS no sé si se habrían inventado, pero aquí ni se sabía que existían. Cooooorre que te pillo para desandar lo andado antes de que nos pillara la niebla, la nieve o los lobos, que aunque no vimos, con la suerte que tengo seguro que había. En su momento hasta pasas miedo pero luego lo recuerdas como toda una aventura. Cómo hecho de menos estas cafradas…

Volvemos al bicherío (tranquilos, no voy a hablar de mi suegra), hace unos días el primo del pulpo Paul y hoy uno de los elefantes de Cabárceno, ese lugar que si te gusta pasear, hacer turismo o los zoológicos, reúne todos los boletos para que te lo pases como un enano. Me pregunto si este mismo elefante seguirá allí, porque la foto tiene entre quince y veinte años. Tal y cómo están las cosas igual hicieron un ERE y redujeron la plantilla de elefantes a la mitad, mandando al paro a los mas antiguos para sustituirlos por elefantes becarios que comen la mitad.

Allá por julio había hablado de los parques ovetenses y cómo en uno de ellos vimos un pavo real paseando tranquilamente. Por supuestísimo, hechos de tal relevancia no pueden quedar sin fotografiar y con tranquilidad para no asustarlo le hice un completo reportaje fotográfico, ya fuera sobre la hierba, en sus aventuras escaladoras por los restos de una construcción en el parque…

…o incluso fotografías en detalle de lo mas llamativo, como son los dibujos de las plumas de la cola. Otra cosa que me encanta es el señorío con que se mueve dando pequeños botes sobre sus patitas, pero como de momento mi cáma no filma vídeo, nos quedamos con las plumas.

Estéticamente, a nivel visual y fotográfico, una verdadera joya este pueblo situado en una península justo enfrente de Ribadeo, con su puerto, sus casas en bajada y su iglesia en lo mas alto (cortamos a la derecha para que no salga un edificio nuevo en obras, visualmente quedaba como una patada en los ojos).

Desde el otro lado de la península se tienen también buenas vistas, se ve la carretera de subida al pueblo, un trocito de Ribadeo al fondo y el Puente de Todos los Santos que une Galicia y Asturias.

El pueblo bien, pero menos. Muy parado, mucho edificio bonito pero sensación como si estuvieran de capa caída, que todo necesitara una reformita o una puesta al día. Esa típica impresión de «hay mucho patrimonio y poca pasta para mantenimiento».

Cuando hablamos de una bodega lo que viene a la cabeza es oscuridad, tranquilidad, barriles enormes, telarañas, trabajo artesanal… pues no, en las bodegas modernas se acabó ese concepto. Vayamos cambiando el chip hacia naves industriales, luz, cubas de acero inoxidable tipo silo, salas de control con ordenadores y pantallas donde ver la situación de las cubas. Adiós a la idea romántica de la elaboración del vino, con la pasta que vale el contenido de una de esas cubas llenas de Marques de Riscal se cuida hasta el mas mínimo detallito que pueda estropearlo.

Se trata de un museo-archivo de Salamanca lleno de documentación y otras trangalladas de la Guerra Civil. No es que sea un tema que me atraiga mucho, especialmente en el cine donde procuro escapar como alma que se lleva el diablo de las soporíferas películas españolas referidas al mismo tema, perpetradas una y otra vez por directores cuyo cerebro se quedó atascado en esa época y a falta de imaginación viven de la subvención. Decía que no es tema de especial interés pero tras todo el follón con Cataluña por los papeles del archivo, había que echar una ojeada a ver qué eran aquellos documentos por los que tanto se peleaban los unos y los otros. Para ser sinceros, entré con poco interés y salí con aún menos…

Lo nuestro a veces sí que tiene narices. Llegados a Balboa y tras la pantagruélica comida descrita en una entrada anterior, no tenemos mejor idea que dedicarnos con posterioridad al senderismo campestre montañero para llegar al castillo de la misma localidad, cuestión a remarcar es que los castillos nunca están en lo bajo y con el estómago repleto debería estar prohibido subir montes que luego a la gente le dan arrechuchos y nos preguntamos qué le pudo pasar si estaba en la flor de la vida.

En fin, pues eso, que sube que te sube llegamos al castillo, construcción de la cual ya os había mostrado la posición hace tiempo, donde se confirma que menuda subidita tocó hacer para llegar a él. Lo que no me esperaba es que justo delante del castillo, y totalmente oculto a la vista desde abajo, están construyendo un auditorio con todas las de la ley.

Hay que reconocer que el sitio se lo merece, desde el graderío las vistas son impresionantes y el aire fresco y puro a más no poder.

Aquí tenéis la vista del graderío desde lo alto del castillo. Integradito en el entorno y bien aprovechada la ladera de la montaña. Ahora sólo falta rezar porque los espectadores no abusen del licor café y acaben rodando ladera abajo.

Entre las cosas que no te puedes perder si vas a Laguardia está el reloj de la Plaza Mayor. A ciertas horas se abre la puerta central y de donde esperas ver aparecer un cuco, como en los relojes clásicos, salen tres bailarines regionales que se pegan un bailecito para disfrute del público.

Y nada de diez segundos, aún se echan un rato allí bailando. Disponible el invento este desde hace doce añitos, he de reconocer que lo vimos por casualidad. Estábamos de visita a las bodegas (a lo que íbamos principalmente, para qué negarlo), habíamos salido de la del Fabulista y leyendo el folleto que nos dieron en la oficina de Turismo caigo en que faltan cinco minutos para lo del reloj. Pues nada, allá vamos a disfrutarlo.