Galiciaenfotos.comSin rumbo. Sin prisas. Sin horarios.

Tal fue el menú de la penúltima visita a Portugal. Leitao es como se conoce al cochinillo y aquí tenéis la prueba del delito, cochinillo con patatas fritas y una salsa que no veáis cómo picaba la condenada.

Traducir el «Arroz de Sarrabulho» ya es para nota. Se trata de arroz, con carne deshecha o deshilachada y un caldo hecho con la sangre del cerdo, de ahí su color. En este caso se ven flotando también un par de riñones. De todo menos ligerito y no apto para aprensivos.

Por si os preguntáis si me lo comí, efectivamente, había hambre.

Y ya que mencionamos el pedazo piedro de Povoa de Lanhoso, en Portugal, podemos acercarnos un poco más y ver justo la parte superior, donde hay una capilla, un bar y un castillo. Aquí se ven los dos primeros, con el piedro en primer plano y apreciándose que es todo continuo.

Luego viene el castillo, justo detrás de la capilla de la foto anterior. No es de dimensiones excesivamente grandes, aproximadamente unos treinta metros de lado. Todo encima del mismo bloque de piedra, por supuesto. Las vistas desde lo alto del castillo, que se puede subir, son de impresión.

Teníais que ver la carretera para llegar aquí rodeando el bloque que forma una tremenda pared vertical a tu derecha. Si desde lejos impresiona, desde cerca aún más.

Recuerdo que antes de implantar los peajes solía ir de excursión a Portugal, me acercaba a cualquier río y lo iba remontando por carretera, recorriendo un montón de pueblos cruzados por el río con su puente correspondiente. Por la zona del río Lima pasa lo mismo, vas a Ponte de Lima y su famoso puente, unos kilómetros mas allá aparece Ponte da Barca con otro por el estilo del anterior:

Sigues haciendo kilómetros, continúas por el Rio Vez que es afluente del Rio Lima y llegando a Arcos de Valdevez, como no, otro puente similar aunque mas plano que los otros dos.

Así hasta el infinito y mas allá. Como soy de los que le gusta sacar fotos a puentes y ríos, una jornada haciendo un recorrido de este tipo es una jornada de un montón de contenido para torturar a los sufridos lectores del blog. Pero tranquilos, que os ahorro los sufrimientos porque YO YA NO VOY A PORTUGAL.

ACTUALIZACION: según se van sabiendo más noticias, esto ya no es peaje, es un atraco a mano armada. Para hacer el primer viaje tienes que soltar como mínimo 77 (SETENTA Y SIETE EUROS). Definitivamente el gobierno portugués ha perdido el norte y va a conseguir vaciar su país de turistas.
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Cualquiera que haya visto este blog sabrá lo que me gusta ir a Portugal, lo que disfruto de su gastronomía, su educación, sus paisajes, sus playas, sus centros comerciales y sus ciudades. Pero el gobierno portugués tuvo la maravillosa idea de ponerle peaje a las autovías desde hoy, con un sistema de pago electrónico para evitarse cabinas y personal de cobro que además de ser injusto es un atraco (pasan cosas como tener que recargarlo con 50 euros y consumirlos en 90 días o pierdes el saldo) y estos días resulta imposible conseguir, aunque no por ello dan una moratoria sino que van a lo suyo, a cobrar multas que eso también es recaudar, con unos descuentos a quienes vivan cerca de las autovías que deja bien claro que a quien quieren desplumar es al turista, fijaros sino en el mapa del primer enlace: todas las llegadas por autovía al aeropuerto de Oporto tienen implantado este sistema. Si quieres irte de viaje, o pagas, o pagas.

Pues nada, lo dicho, en ejercicio de mi libertad individual y como respuesta a una medida injusta que atenta contra mis legítimos intereses, YO YA NO VOY A PORTUGAL. El día que retiren los peajes me lo volveré a pensar.

Qué bonico me ha quedao el cartelito, lo bueno es que si lo miras fijamente diez segundos, luego las letricas te van siguiendo allá donde mires. Esperemos que con los colorines no me le de un pasmo pilético o se le revire la neurona a nadie.

Estos días vuelvo a andar desaparecido porque es un no parar de hacer cosas. El fin de semana pasado aproveché para hacer la que, con toda seguridad, será la última visita a Oporto en mucho tiempo visto que dentro de dos días empiezan a funcionar estos artefactos malévolos, los desplumadores automáticos, que ni en cabinas o personal se han molestado en gastar un duro. Cobrar, lo que sea, pero ni dar trabajo ni poner las cosas fáciles. No se les nota ni ná que lo que les interesa es hacer caja y el resto les da igual.

Como ya dije en su día, a partir de ahora todos mis dineros me los gastaré en Galicia. El domingo entre ir de tiendas y comer fueron 180 euros que se quedaron en Portugal. Gracias a la avaricia de algunos, habrán sido los últimos también. Es una pena, porque Oporto me sigue gustando un montón. Justo ese día hubo marea viva con un medio temporal y menudo estaba el mar en la desembocadura. Nada que ver con otras ocasiones en las que el mar estaba como un plato.

Alguna de las olitas eran espectaculares y por todos lados volaba la espumilla del mar que te humedecía la cara.

Cuando llegué ya debía haber pasado lo peor, porque las olas no pasaban del muro pero a juzgar por cómo estaba el suelo, lo de antes tuvo que ser tremendo.

Por supuestísimo, aquello llenito de gente contemplando la fuerza del mar. Nunca en mi vida había visto tanto personal por este paseo.

Justo al fondo de la foto anterior, a la izquierda, hay una bajada por la que se entra a un chiringuito playero de los finos, de esos situados justo sobre la arena que si lo pillan en España se lo cierran al segundo día de estar abierto por interferir con la anidación del avechucho colorado o por complicar la reproducción del mejillón colorao.

En la terraza aún había unos cuántos valientes, carentes de miedo ante el oleaje, dando cuenta de sus consumiciones. Y si el mar quiere rugir, que ruja.

Efectivamente, lo voy a echar de menos. Pero como cuando dios cierra una puerta, abre una ventana, ya veremos qué nuevas perspectivas encontramos.

Allá donde pasaron los romanos fueron dejando sus huellas, bien sean campamentos, puentes o acueductos. Se nota que los tíos eran mas dados al arte que a la ñapa porque sus obras llegan cuasi intactas a nosotros hoy en día, no como otras construcciones que a los tres días de acabados e inagurados ya están agrietados, hundidos o caídos. Bien sabido es que para nosotros lo importante no es hacer obras perdurables, lo importante es la foto.

Además que les daba igual tanto derechitos como en ángulo, como éste acueducto que se puede ver saliendo de Povoa de Varzim, fijaros qué enterito y bien hechito está. Porque se hundieron antes de tiempo (cosas de los Bárbaros), que sino igual se nos adelantan descubriendo América y, si se ponen, llegan a la luna antes que los americanos.

Para la importancia que tiene, es curiosa la situación de la catedral de Braga. La primera vez que pasé por allí simplemente no la vi. Queda metida en un callejón, amplio, pero callejón al fin y al cabo que si no andas atento ni se te ocurre mirar. La segunda vez ya iba avisado y con la lección aprendida, la vi, pero como era la hora de comer y tenía que escoger entre hacer turismo o llenar el buche, no os digo qué hice pero sí cuál fue el menú.

Así que ya sabéis, el que quiera saber más sobre ésta catedral que se vaya a la Wikipedia.

Ya veis, Valença do Minho, tienda de textiles llamada «Casa gallega» y fijaros qué toallas venden. O de tías en posiciones mas o menos provocativas, o de hojas de marihuana. Menuda pinta que nos deben haber visto, oiga.

El caso es que vender se deben vender, porque sino las quitarían o pondrían de otro tipo…

Ya decía yo que el color rosa debe estar de moda otra vez para los edificios, pero no solo en Galicia, es algo que traspasa fronteras. Bajas a Povoa de Varzim y casi en primera línea de playa, al ladito del casino, está el Grande Hotel da Povoa. ¿Color? Sonrosadito, con la cantidad de luz que había ese día parece un un tono rosa quisquilla así de aquella manera pero en vivo y en directo se notaba más sonrosado.

Siguiente parada, Ponte da Barca. ¿Color del ayuntamiento? Pues vosotros mismos me diréis…

Ninguno de los dos edificios son tan cantosos como aquellas dos casas, pero bueno, que me parecían pelín sosos. Es que yo soy mas de color verde pistacho, naranja fosforito o algo que le dé mas alegría al edificio y haga que todos tu vecinos tengan que salir con gafas de sol a la calle para no ser deslumbrados.

Ya hicimos una primera aproximación al «Parque del Agua» en Vilanova da Cerveira, donde a pesar del nombre no todo es referente al agua. Paseando un rato por él podemos encontrar parte de la ilustrísima excelentísima bravísima marina portuguesa representada por la patrullera que vigila el río Miño. Esta es sólo para ver y no tocar, si te hace ilusión soñar con subirte y empezar a soltarle cañonazos a las motoras de recreo que surcan el río, búscate otro entretenimiento porque va a ser que no.

También está una de las secuelas del puente que une Goián y Vilanova, anteriormente se cruzaba a base de ferry y ahora ese ferry se ha quedado sin trabajo así que lo han reconvertido en bar con terraza flotante en lugar de pedir subvenciones y el cobro de una tasa a todos aquellos que usen el puente, como se haría en España. Un lugar ideal para estar las noches de verano… con permiso de los mosquitos.

Si vas con niños pequeños y los quieres entretener no hay problema, les alquilas un chisme de estos y les dejas hacer sus primeros pinitos sobre ruedas en una pista que tienen para ellos. Aquí radica una empresa que se dedica a estos temas y otras alternativas de ocio, como alquiler de kayaks, rutas en bici, etc.

Por último, hasta un rocódromo. Hay tres bloques como éste, no es que sea muy espectacular pero para quien le guste me imagino que menos es nada.