Galiciaenfotos.comSin rumbo. Sin prisas. Sin horarios.

Una vez una mina deja de ser productiva se pueden hacer dos cosas: abandonarla, como tantas y tantas minas que se ven por ahí en desuso, o aprovecharla como han hecho en As Pontes de García Rodríguez para crear un enorme lago artificial. ¿Veis este lago tan grandote? Pues antes era una mina de carbón a cielo abierto.

En 2007 cerró la mina, en 2008 se empezó a llenar el lago y a día de hoy por lo que parece está prácticamente lleno. Aquí se pueden ver cómo en las orillas se algo se nota el origen artificial. Sólo se echa de menos un paseillo alrededor para poder contemplarlo todo porque hacer estas fotos fue una verdadera odisea, teniendo que irme al quinto pino, saltar vallas y aparcar en lugares muy poco recomendables.

Justo al lado sigue lo que parece un depósito de carbón para la central térmica. Ya véis el tamaño que tienen aquí las cosas, sean lagos enormes, altas montañas de carbón o maquinaria de dimensiones exageradas.

Para mas información, La Voz de Galicia tiene disponible un vídeo sobre la construcción y el llenado del lago bastante interesante.

A todos los interesados, os queda sólo un mes para pasar por Santiago de Compostela y cruzar la Puerta Santa en pleno año Xacobeo, algo que no se volverá a repetir hasta el 2025 para desgracia de los comerciantes santiagueses. Avisados quedáis así que iros dándo prisita, que una vez acabe diciembre la vuelven a tapiar y salvo que seas un fantasma (aunque de estos también hay muchos), no hay quien pase al otro lado.

Para todos aquellos que os acercáis a ver el famoso hórreo de Carnota y os pica la curiosidad de saber en qué año se hizo, nada más fácil, asunto arreglado sólo con ver las inscripciones situadas sobre las tres puertas. En la primera figura la autoría de la construcción, dice algo así como «Hizolo el D Gregorio Quintela».

La segunda puerta indica el año, ni más ni menos que 1786. Así a bote pronto diría que tiene sus buenos 224 años, dios tenga en su gloria a la calculadora del windows por los favores prestados, que a mi las restas con números mayores de diez siempre se me atragantaron.

Y por último, una tercera inscripción indica que en 1783 estuvieron de reformas para añadirle el último trozo. Nada como fijarse en las cosas para quedar por aquí de gafotas empollón resabiado.

En Avilés se puede ver la siguiente pasarela de acceso al nuevo Centro Niemeyer, ligerita, colorida y novedosa.

Pero que sepan que en Miño ya lo inventaron, antes y mucho mas colorido, que aquí a ratos también pensamos aunque sea muy de cuándo en cuándo.

No recuerdo cómo fui a dar con la página web de Takraf, fabricantes de equipamiento a lo bestia para minería cuyas máquinas me resultaron ligeramente conocidas: las de la mina de As Pontes.

Pedazo maquinitas y pedazo dientecitos tiene la criatura para sacar la mayor cantidad de carbón posible con cada dentellada

Lo único que me pareció raro era unos carteles en los laterales con las marcas de AEG y Boetticher & Navarro. ¿A ver si es que me había equivocado y no eran?

Pero no, buscando un poquito por internet sí que son. Es más, tienen algunas a la venta por si tenéis antojo de montar una mina en el jardín y no cansaros con la pala. Pero daros prisa, que otras ya tienen dueño e incluso alguna se ha ido a Polonia.

El mismo día de la visita al Daisy Market aprovechamos la estancia en Coruña para acercarnos a la torre por decimoquinta vez y, mira tú, que no había caído en el paseo peatonal que hay hacia la derecha según ves la torre desde la estatua de la rotonda del principio de la subida… bueno, el paseo que hay por allí cerca. Si, vale, a lo lejos en una punta se ve una cornamusa, pero no había caído en que además se debía poder llegar a ella por algún lado. La parienta, con los pies cansados tras hacer kilómetros y kilómetros por el Daisy, y no siendo de su agrado pasear con un aire que cortaba hasta las ideas, me dio la bendición y allá que me fui cargando con la cámara, rezando por no ganarme una neumonía porque a todo esto iba uno vestido con configuración de ciudad no apta para visitas al polo norte o asimilados. Empiezo el recorrido y me encuentro este cartel. «Menhir pentacefálico» ni más ni menos. Arredemo, vamos para el otro lado que esto debe ser algo que muerde o algo peor.

Emprendemos recorrido en sentido contrario, cinco minutos de caminata para alcanzar una puntita de tierra con forma de acantilado menor en lo alto del cual destacaba la famosa cornamusa realizada de uno de los materiales a los que más cariño les tengo, el hierro oxidado. Obsérvese que no miento (habitualmente) cuando aviso del efecto que la lluvia gallega tienen con estos «monomientos» y fíjense ustedes en los asombrosos chorretes anaranjados que parten tanto de la base de la cornamusa como del tirachinas gigante que la soporta. Foto, paradita, contemplación de la inmensidad del mar, un, dos, respirar, la brisa marina que sale del fondo del mar, y hala, pasamos a la siguiente.

La siguiente, que no era la siguiente parada pero vamos a hacer como si lo fuera. ¡Sorpresón! ¡Un campo de menhires allí plantados! Menhires, sol, luz, cielo azul, agua, aquí me va a salir una foto digna del Oscar fotográfico por lo menos.

Y lo mejor de todo, cómo estaban agujereados se podía ver el mar a través de ellos como si fuera en la televisión. Además, como cada uno tenía el agujero en una dirección diferente, podías ver el mar en muchas direcciones. Impresionante, de veras, es la grandiosidad del arte que nos permite hacer cosas que de otra manera ni siquiera podríamos imaginar.

Visto lo visto, regresé al coche con el ánimo henchido de gozo y una sensación de bienestar que irradiaba tanta energía positiva como para hacer poner las gafas de sol a todo aquel que se cruzaba conmigo. Y todo por unos piedros, mira tú, el día que me toque la lotería primitiva no sé cómo lo voy a celebrar para superar esto.

Hoy os muestro dos restaurantes de Santiago donde realmente no sé si se puede o no se puede comer, porque de ambos recibí comentarios buenos y malos. El primero es el Dezaséis en la Rua de San Pedro, muy cerquita de Santo Domingo de Bonaval. Fui un par de veces hace años y se cenaba bien, luego se hicieron famosos, salieron hasta en el «New York Times» y varias veces me comentaron que como restaurante se había venido abajo. Buscando opiniones en internet parece que lo mismo, mezcla de lo uno y lo otro. Como dudo que vuelva a Santiago este año, los que hayáis pasado por allí últimamente nos podíais contar qué tal.

El otro es el Asesino, con 137 años de actividad y una historia digna de ser leída, sobre todo cómo se convirtió en una sucursal de la Universidad y el origen de ese nombre. Otro más con opiniones contrapuestas así que repito lo mismo, el que lo haya visitado últimamente, que informe ahora o calle para siempre.

Más o menos por el centro de Galicia, al sur de Santiago, hay dos pueblos llamados Padrón y Caldas de Reyes unidos por una desagradable costumbre. Cada vez que llovía con fuerza se inundaban a lo bestia, en la tele salían las imágenes de las calles con un metro de agua, la gente quejándose, los comercios con la mercancía echada a perder y todo eso. Anda que no llevaban años ni nada con la misma historia. Como dejé de ir habitualmente por la zona le había perdido un poco la pista al asunto. Ultimamente pude ver que habían canalizado bastante mejor los ríos que cruzan ambos pueblos, tanto en Padrón…

…como en Caldas. Ahora falta saber si son efectivos, porque a la naturaleza cuando se cabrea pocas canalizaciones hay que la detengan.

Hay que ver a qué curiosos descubrimientos lleva la curiosidad, valga la rebuznancia. Llegados al concello de Teo, al sur de Santiago, veo río, veo puente, buen lugar para estirar las piernas y de paso sacar unas fotos tan bonitas como agradecidas a cuenta del agua, del cielo y de las nubes. Hale, ahí va la primera.

Ahora, a cruzar el puente. ¿Y qué me encuentro en pleno centro? Un señor mojón. Ojo, no confundirlo con el Señor Mojón de South Park aunque estaba el puente tan guarro, descuidado y lleno de basurillas que perfectamente habría podido serlo.

¿Qué decía el mojón? Por una cara que aquí es Coruña, por la otra que aquí es Pontevedra. Mira tú, nos hallamos ante un fabuloso «separador mineral de provincias» Pues nada, nada, fotos al canto para retratar el magno acontecimiento y aquí me tenéis en mi inmensa generosidad haciendo partícipe al resto del mundo de mi descubrimiento de forma totalmente desinteresada, sin patentes, royalties, licencias ni nada que se le parezca (los donativos voluntarios son bienvenidos).

Curiosa la publicidad que hacía R, la compañía telefónica ex-gallega, en uno de los edificios de la marina coruñesa. Aprovechando la cristalera, venga un Tetris en toda la fachada. Que levante la mano el que no se haya pegado alguna vez alguna vez un hartón tal de ese juego, que al cerrar los ojos seguía viendo fichitas caer dando vueltas.