Galiciaenfotos.comSin rumbo. Sin prisas. Sin horarios.

Hace tiempo decía que Madeira era el reinado del «piedra y cemento, qué buen invento». En Aguiño no se quedaron atrás, en una península de rocas que sobresalen hacia el mar plantaron un paseillo tamaño autopista con una pasarela tamaño casi Puente de Rande que, hombre, habrá a quien le guste, pero a juicio del incauto relator que estas líneas suscribe se les fue un poquito la mano en las dimensiones y en el volumen de cemento. Ya se sabe que entre un diseño funcional, fino y elegante o un mazacote grandote, el 99% de las veces gana caballo grande, ande o no ande.

Creo que tendré que pensar en volver a poner algún día fotos de paisajes y ciudades, de otra manera el personal acabará creyéndose que Galiciaenfotos es FotosDeCartelesDeGalicia o algo por el estilo. Vamos a empezar con una de los tejados de Santiago, que mucha plaza del Obradoiro, mucha Catedral, pero si te vas a la esquina del Hostal de los Reyes Católicos que queda al lado del Pazo de Rajoy (enfrente de la Catedral), se puede ver también cómo era el Santiago antiguo, con sus calles empedradas, su casitas viejas y desiguales. Muchos tejados, ¿y porqué es ésto importante? Porque en Galicia la lluvia es arte, la lluvia cae en los tejados, luego los tejados están llenos de arte. Otra cosa no sé, pero los silogismos deductivos me los aprendí bien.

Otra sorpresa más, dos habitaciones con murales en sus paredes. Que se distingan es obra del milagrito milagroso de la fotografía, porque ambas salas estaban en la penumbra y con olor a humedad. Motivos religiosos, por supuesto, y daban la impresión de estar sin finalizar.

Una vez dentro de la iglesia fuimos de sorpresa en sorpresa tanto por lo precioso del interior como por lo descuidado que se encuentra. Todo oscuro, ni una bombilla encendida, húmedo, fijaros qué cúpula y cómo se empieza a notar el musgo.

Pues si la anterior llamaba la atención, de ésta mejor ni os cuento. Menuda aglomeración de verdín. Si, lo sé, cuidar esto vale mucha pasta, pero si no cuidamos las joyas que tenemos acabaremos teniendo que levantarlas de nuevo cuando se hayan caído y nos costará mucho más.

A base de hacer kilómetros y cruzar puentes puede uno comprobar que los romanos efectivamente debieron pasar por Galicia dado que hay puentes romanos por todos lados. En Pontecesures tienen otro que cruza el río Ulla. Si me preguntan qué tipo de puente es éste, así a bote pronto y desde la ignorancia mas supina que me embarga diría que es un puente tipo feo, bajito, normalito, sin tirantes y sin pintar de colores. Aparentemente no tiene nada que lo haga espectacular y sin embargo debe tener unos dos mil años con lo algo de mérito ha de tener. Y poco mas, oiga, que para encontrar cien palabras referidas a este puente me las vi y me las deseé…

O por lo menos me dieron que pensar a mi cuando pasé por Caión. Lo primero, la Virgen con pantalla de protección, no sé si para evitar que se estropee, que se gaste o que alguien pueda echar la mano y llevarse algo. Se trata de la Virgen de los Milagros, a quien una vez al año le dedican una romería.

Lo segundo, el santo de los colgantes y los collares de perlas. Si lleva al niño en el hombro, a falta de confirmación supongo que será San Cristóbal. Palabrita que verle los colgantes llama la atención, pero verle los collares de perlas mucho más. Supongo que todo ello tendrá un motivo, pero no lo encontré aunque lo busqué.

Entramos en el monasterio, no encontramos a nadie, no nos cruzamos con nadie. Paseamos por el claustro, no encontramos a nadie, no nos cruzamos con nadie. Subí al primer piso para sacar foto de las escaleras y la entrada a la Hospedería, y milagro, apareció una mujer que me miró como quien ve a un marciano y se metió por la puerta del fondo. A lo mejor contribuyó a su extrañeza que me había ido sin trípode así que apoyé la bolsa en la barandilla, la cámara encima, me agaché, la cogí con cuidado y me quedé quietecito hasta el temporizador de la cámara llegó al final y sacó la foto. Encontrar en una esquina un hombre agachado haciendo equilibrios entre una bolsa, una cámara y la barandilla probablemente no entraba entre aquello que la buena mujer esperaba del día.

Entramos en la iglesia, tampoco apareció nadie. Recorrimos todas las salas y estancias que vimos, sin cruzarnos más que con otra pareja que hacía turismo como nosotros. En medio de la iglesia me sorprendió encontrar una reproducción a escala de la catedral de Santiago, que en principio no identificaba pero una vez reconocido, el Obradoiro es inconfundible.

Y así seguimos el recorrido. La semana que viene, más.

Si te quieres enterar de lo que sucede en Galicia tienes dos opciones, o bien te vas de recorrido por esas carreteras de dios o bien echas una ojeada aquí cada día, que viene a ser lo mismo. Por ejemplo, curiosidades como las que se dan en Caion, donde la carta y los partidos que se podrán ver van escritos fuera con tiza aprovechando el recubrimiento de pizarra de las paredes. Muy buena idea, llega la hora de comer, empieza uno a ver las palabras percebe, nécora, pulpo, calamares, y todo son ganas de entrar.

Pasamos al interior, intentando sacar fotos medianamente decentes, con un mínimo de interés contando la porquería de tiempo que teníamos y rezando porque la niebla no se cerrara porque entonces ni interés, ni fotos, ni nada de nada. A todo esto, era la hora de comer y fijaros qué día. Primero, por supuesto, la típica foto del claustro. De éstas tengo mil quinientas y son todas iguales, así que hay que irles dando salida.

Bueno, iguales no. Aquí tenían una especie de topos hiperactivos que ya véis cómo han ido dejando el césped. Y lo peor de todo es que mala solución tiene el asunto, en cuanto los topos y los invitados le cogen cariño a un sitio es bastante complicado echarlos sin usar métodos prohibidos por la convención de Ginebra.

De paso por Camariñas no olvidé fotografiar lo que por allí constituye el entretenimiento favorito de muchas mujeres y un buen negocio para no pocas: en encaje de bolillos. Se llaman «palilleiras» a quienes lo realizan y en principio la base del tema parece bastante simple: se coge un cartón, un trozo de sintasol, hilo, alfileres, los palillos y venga a darles vueltas. Parece fácil, digo, pero viendo la soltura con que los mueven comprendí a la primera que aquello no era lo mío salvo que paguen bien las colecciones de nudos.

Qué velocidad, qué coordinación y cómo poco a poco van creando figuras, tejidos y encajes de todo tipo. Aquí tenéis unos cuántos ejemplos en los que se puede ver el trabajo realizado.