Galiciaenfotos.comSin rumbo. Sin prisas. Sin horarios.

Simular un desembarco vikingo en la fiesta vikinga de Catoira plantea un ligero problema de logística. Para desembarcar un montón de gente hace falta algún barco de gran capacidad y eso no es algo ni que se improvise en dos días ni que una vez acabada la fiesta te lo puedas llevar al garaje. Por suerte la ría es amplia y al ladito del puente que la cruza hay un magnífico sitio donde dejar aparcados los barcos intervinientes hasta el año que viene. De lejos no se aprecia tanto, pero de cerca ya veis que son vikingos al 99,99% (ese 0,01% que falta es por la boya, un modelo no homologado por el ministerio vikingo del mar).

Hace ya unos mesitos salió una entrada sobre el parque «El Pasatiempo» de Betanzos, una visita que me encantó y que recomiendo a todo el que le pille de camino o con ganas de ver algo interesante. Hoy caen otras dos fotos del mismo sitio, en la primera podéis ver una estatua de un león gigante, para apreciar las dimensiones reales basta fijaros entre las patas traseras, allí descansaba una parejita apoyada en los cataplines. Me vinieron de perlas para dar una referencia del tamaño pero como era muy descarado sacar la foto directamente, opté por poner a la parienta entre un servidor y la estatua y usando el teleobjetivo retratar sólo el león, ese truco tan viejo que evita que la gente se nos pueda mosquear.

La segunda foto es un buzo en una de las paredes. Por eso el parque se llama Parque Enciclopédico, recordad que fue creado en 1.893 y en esos años no había tele, cine, National Geographic en fascículos ni ná de ná, a cuenta del parque probablemente más de uno aprendió lo que es un león, un buzo y muchas cosas más.

Camino de la cima primero aparece la ermita, pequeña, con muy buenas vistas y ese día venteada de más. Por venteada entendemos que si llega a venir con nosotros el príncipe Carlos de Inglaterra y se pone de cara al viento, sale volando hasta Padrón por lo menos.

A continuación la «Rúa da Raiña Lupa», una cortadura en la roca que según la leyenda fue hecha de un espadazo. Si eres de los que creen en gnomos, elfos y otros seres que no pagan hipoteca ni hacen la declaración de hacienda, podéis echar una ojeada a éste tríptico donde cuentan la historia (casi real) del pico.

También hay cuevas, aunque breves. Se puede avanzar un metro… y se acabó la cueva. Como dentro está oscuro da la impresión de ser mas profunda, pero si sacas la linterna, iluminas y te encuentras el fondo ahí mismo delante de tus narices pierde mucho del encanto inicial.

La semana que viene toca la tercera y última parte donde llegamos a la cima tras una épica ascensión de cinco minutos más o menos. Y no es que la montaña carezca de dificultad, es que nosotros ascendiendo montes que tienen escaleras y pasamanos somos la leche. El día que pongan un ascensor al Everest váis a ver qué pedazo fotos.

No del coche, sino mío. Ya lo había comentado en la visita al Castro de Baroña, nada más llegar cumplimos con la tradición (y si no la hay, la creamos ahora mismo) de tomar la cervecita de rigor disfrutando del sol. Con la cerveza vinieron una tapa de aceitunas y dos de carne guisada. Mientras estábamos a ello vino la camarera con un plato de tortilla para que cogiéramos un trozo ya cortado del tamaño casi de un adoquín. Muy rica estaba la tortilla. A los cinco minutos volvió para que cogiéramos otro. Enfrente mía una chica daba buena cuenta de un bocadillo de dos cuartas de largo. Salimos de allí alegres por haber cumplido con la tradición y con el buche medio lleno por cuatro duros.

No nos quedamos a comer, pero no me hubiera importado en absoluto porque el menú tenía muy buena pinta, con cualquiera de estas sugerencias ya me arreglaba yo de sobra.

A la salida de Catoira encontramos los restos de dos torres y una ermita que a los que les gusten las fiestas les deben sonar un montón. Son las conocidas Torres del Oeste, en ellas el primer domingo de agosto se celebra la famosa romería vikinga de Catoira en que la gente, disfrazados de vikingos, desembarcan y asaltan la fortaleza. A continuación beben, y beben, y beben, y beben, y beben, y beben, y beben, y beben, y beben, y beben, y beben, y beben, y beben, y beben, y beben, y beben, y beben… (información de primera mano, que tengo conocidos viviendo desde hace años en Catoira).

Si alguien quiere mas información de las torres, aquí hay una página con una magnífica descripción.

Hay días entretenidos, hay días bonitos, hay días sorprendentes, pero hay días superlativos en que primero descubres el Mirador de Gundián y a continuación el Pico Sacro. Había oído hablar de él pero no lo conocía el montecito de unos 500 metros de altura situado a las afueras de Santiago. Aquí lo tenéis de lejos.

Conforme te acercas, lo que mas destaca es la ermita a media altura y el vértice geodésico arriba de todo. Fue verlo y como los niños caprichosos, quiero ir ahí, quiero ir ahí, quiero ir ahí, mientras la parienta pensaba así te caigas, así te caigas, así te caigas…

No hay problema en llegar hasta la base del pico, hay una carretera que finaliza en un pequeño aparcamiento. Una vez allí, la subida es bastante empinada. No es que haya inclinado la cámara, es que es así. Pero merece la pena subir arriba y eso toca la semana que viene.

Llegados a Pontecesures prácticamente lo que mas destaca es esto, la fábrica de Finsa. Se dedican a la fabricación de tableros de madera, ahora han ampliado el negocio a la biomasa y la pedazo fábrica que tienen al lado del río es de las que impresionan por su tamaño, además tienen tal cantidad de tubos, tuberías, chimeneas y demás que da para unas cuántas fotos. En Pontecesures poco mas hay que ver, una iglesia, un puente, un par de cruceiros y la calle de la marcha, por la que alguna vez he pasado en noche de sábado y hay que ver cómo se pone.

Para mas información, aunque sea un pueblo pequeñito tienen una página web la mar de apañada.

Estos días se puede ver en Coruña, en la Fundación Barrié de la Maza, la exposición «Form matters» sobre el arquitecto David Chipperfield, primera dedicada a este autor que se hace en España. Muy recomendable visitarla a ver si la contemplación de la belleza contribuye a dormir aunque sólo sea un poquito la barbarie que llevamos dentro. Para quien no lo sepa, y como curiosidad, David Chipperfield tiene casa en Corrubedo desde hace casi quince años así que pasando un servidor por ese pueblo era tarea obligada la búsqueda, fotografiado, contemplación y disfrute de tal hecho. Se consiguió, y puedo dar fé de ello. En principio me preguntaba cómo haríamos para encontrarla. No hubo el mas mínimo problema. Entre otras casas que ya enseñé, de pronto aparece ésto. Como la noche y el día. Mas claro, agua.

El frontal da a una callecita estrecha, la parte trasera a una pequeña playa. Son cuatro plantas, las dos de abajo acristaladas y las dos de arriba en blanco, con recovecos, entradas y salidas. Para ser una casa de diseño es curioso cómo se integraba perfectamente con el resto de construcciones, por altura, por formas y por discreción.

Aquí dejo foto del Convento del Carmen, en Padrón, cerquita del campo de la feria y al que se llega cruzando un puente desde el que se tienen buenas vistas del río y del monumento al carro de Manolo Escobar. Una vez en el convento también se tienen vistas del pueblo gracias a que queda en lo alto de un pequeño promontorio. Según leí, últimamente estaba bastante hecho polvo y está siendo reconstruido por aprendices de escuelas de oficios. No está mal la idea de aprender mientras curras cuidando el patrimonio histórico, ya podía cundir la idea un poquito más.

A cualquiera que le nombres Corrubedo lo primero que le vendrá a la cabeza es la gran duna de la playa, probablemente lo mas destacado del pueblo. Actualmente la duna está totalmente protegida, no puedes ni acercarte bajo amenaza de multa entre 600 y 6.000 euros. Lo que es subirse ya ni te cuento. Si te pillan encima de ella es mejor que huyas como alma que se lleva el diablo, vendas la casa y emigres a otro país o te habrán caído encima las siete plagas de Egipto.

Para llegar, desde la carretera general encontramos un desvío hacia la izquierda señalizado como «dunas». Mas fácil imposible. Por ahí se va hasta un aparcamiento del que sale una pasarela hasta el mirador de la gran duna (gran y única, añadiría yo), que es eso amarillo del fondo.

Así visto no parece gran cosa, pero desde el colegio de Corrubedo hay una vista que nos permite dimensionarla mejor. En la primera foto, la parejita se dirige al mirador que está al fondo de todo. En esta foto podéis ver la pasarela a la izquierda, a media altura, y acaba en un vallado que viene siendo el mirador. Grande, lo que se dice grande, sí que es. Arena hay para aburrir.

Según pone un cartel mide veinte metros de altura y en sus mejores tiempos llegó a medir sesenta. Hasta los años noventa retiraban arena alegremente para usarla en la construcción (me imagino lo que durarían enteras las paredes hechas con cemento y arena cargada de sal, luego se descascarilla la pintura y nos preguntamos porqué será). Es más, ni siquiera estaba protegida, se podía ir con los amigos hasta el mismísimo pie, subir y, lo mejor de todo, bajar a rebolos (rodando) por la ladera…