Galiciaenfotos.comSin rumbo. Sin prisas. Sin horarios.

El Bar Plaza lo tenemos en una esquina de la plaza mayor de Ribadavia. De aspecto exterior es el típico bar con pinta de mesón, náda espectacular:

Fijándonos en la carta, tampoco hay platos espectaculares, llamativos, modernos o diferentes.

Sin embargo, las veces que he comido allí he salido encantado. De la última visita recuerdo un filete de ternera que estaba de película, el dueño mucho nos insistía si queríamos pimientos de Arnoia (pimientos verdes grandotes asados) y ya por cansancio acabé diciéndole que vale, que los trajera. Madre mía, se me caían las lágrimas de buenos que estaban. Resumiendo: comida casera, rica y bastante barata.

Se entiende por pegote el parche añadido, brusco y sin gusto realizado a cualquier edificio, obra, paisaje o demás que constituye una base empírica y fundamental para el feísmo arquitectónico gallego, perfectamente observable durante las múltiples y variadas excursiones que por Galicia adelante realizamos. Por ejemplo, va uno por una carretera perdida y de pronto exclama «jooooooerrrr… menudo pegote» al ver esto…

Pues eso. Bonito añadido, ¿verdad? Aunque los pegotes no tienen porque ser necesariamente arquitectónicos, a veces basta un bote de pintura de un color equivocado para constituir un pegote de primera categoría.

Que Orense es tierra de afiladores y paragüeros es algo sabido por todos, pero que algunos llevan esa devoción hasta la exageración se ve que también. En las columnas de sus fincas nos ponen aguilas, otros balones o leones y llegando a Allariz, hay quien corona una de las columnas con una de las antiguas máquinas que usaban los afiladores, propulsión a pie y movimiento girándola, apoyándola sobre su rueda y llevándosela de paseo como quien lleva una carretilla.

No tenía ningún afilador a mano para que viérais el funcionamiento así que recurriremos al socorrido monumento al afilador y paragüero. En un pueblecito de Orense, claro.

Del monasterio de San Pedro de Rocas habíamos visto el interior borroso y el interior menos borroso. Con eso de las tumbas excavadas en la roca (el morbo siempre atrae) no había mostrado el exterior, que también es muy llamativo porque está construido aprovechando directamente una tremenda roca, horadando en ella un agujero para permitir el paso y aprovechando la parte superior para poner el campanario. Eso se llama aprovechamiento de los recursos naturales.

La roca no acaba en el exterior, sino que llega hasta el interior y se integra dentro de una pared. Me pregunto si no sería mejor que hubieran construído el monasterio un poquito mas allá, cualquiera que se haya entretenido alguna vez con un martillo y un cincel contra una piedra de éste estilo sabe el trabajo que da hacerle un agujero, cuanto mas para labrarla de esta forma.

Que uno llegue a Celanova, quiera visitar al interior del monasterio de San Rosendo y se lo encuentre cerrado a cal y canto (cosa de las horas extrañas a las que suelo aparecer en los sitios) no es impedimento para poder echar una ojeada. Pone uno el teleobjetivo en la cámara y a través de las rendijas de la verja que hace de puerta se puede ir haciendo el apaño como si de un telescopio se tratara, e incluso sacar unas cuántas fotos que tengo que reconocer que para lo oscuro que estaba, hasta a mi me ha sorprendido el resultado.

Otra cosa no sé, pero por dorados que no quede…

Como digo tantas veces, ¿qué no sé qué retratar? Fotos a un río. No falla, siempre acaba saliendo alguna que te alegra el día como ésta del Arnoia a su paso por Allariz. Si no, al acabar la sesión fotográfica te pegas una comilona como está mandado y ya te alegras tú la vida directamente.

El interior de Pazos de Arenteiro es similar a bastantes pueblos de Galicia en cuanto a estética y tipo de construcción. Si lo ves y no te preocupas por averiguar nada más, te quedarás sin saber nada del esplendor que tuvo en la Edad Media gracias a la presencia de los Caballeros de Malta.

Se percibe que en su día debió haber capital, dadas las dimensiones de las casas, pazos, blasones y nombres: Palacio de la Encomienda, Pazo de los Cervela, Casa de Arriba, etc. Esta última en su día fue construida con cuatro chimeneas, símbolo de la importancia de la casa, y una hubo de ser derribada para no competir con el Palacio Real de Madrid que tenía las mismas.

Retomamos aquella visita a Pazos de Arenteiro, que ya tiene coña volver a los colores otoñales estando casi en verano. En esa primera entrada mostraba dos fotos, una de la llegada y otra de un puente. Esto es lo que se veía cuando cruzas el puente. Para aquel que le gusten los colorines en las fotos es toda una tentación.

Cruzamos el pueblo, que lo veremos dentro de unos días y enseguida empiezan los caminos entre bosques, ríos y hojas caídas. Un paraíso de tranquilidad. Aunque soy poco dado a lo de Facebook, tienen su propia página donde se puede ver alguna foto más.

Recordaros que una vez allí si queréis conocer de verdad la historia de Pazos de Arenteiro hay que preguntar por Florentino Torres, una verdadera enciclopedia, un prodigio de amabilidad y un enamorado de su pueblo.

Por tal nombre se conoce a una abadía cisterciense situada al norte de Orense que es una verdadera joya, incluso a veces se la denomina como «el Escorial gallego». De esos lugares que vivir en Galicia y no haber visitado debería ser pecado, la pena es que siguiendo esa nefasta costumbre que se extiende como la peste, tampoco permiten sacar fotos ni grabar con videocámara. Me ha sorprendido un montón que tienen una web de lo mas apañada que he visto, con historia, descripción del monasterio y alrededores así como un montón de fotos inmensamente mejores que las que yo saco, con lo cual podéis visitarla si queréis ver fotos buenas porque aquí tener claro que no las vais a encontrar, en esta web realmente lo que se busca es el detalle y el chascarrillo así que vamos a ello. Primero la típica foto del monasterio, lo que ve uno cuando llega allí.

A continuación vas hacia la entrada y ves los soportes de los balcones. Anda, qué majos, si son dos angelitos…

…angelitos no, angelitas, y con todo detalle oiga, que nada se le pasó al que las esculpió.

Si os soy sincero, he de ir otra vez porque tengo ganas de probar una cosa, el Eucaliptine. Aunque aunque su nombre suene a enjuague dental, es para otra cosa más entretenida y social.

Prácticamente el último pueblo de Galicia al sureste antes de salir a la provincia de Zamora es La Gudiña. Se trata de otro pueblo al que la autovía le ha quitado todo el tráfico y mucho movimiento, sin embargo me lo han recomendado varias veces para ir a comer carne, con varios sitios notables en el tema. Justo al entrar ya se le ve la pinta: asador aquí a la derecha, restaurante al frente…

Pero no sólo hay carne. Si atraviesas el pueblo, a la puerta de cada bar hay una pulpeira que prepara el pulpo in-situ en el típico caldero de cobre para consumo de los parroquianos del bar o de quienes vienen para llevárselo a casa.

Realmente el pueblo es una travesía, la antigua carretera nacional. A mano izquierda encontramos unas calles interiores similares a las que podemos ver en cualquier pueblo típico gallego.

Y como tantos otros lugares, en sábado, mercadillo con venta de flores, productos típicos y ropa. Poco más, pero para hacer una parada, echar una ojeada y zamparse una ración de pulpo, vale perfectamente.