La pésima calidad de las fotos de ayer con el móvil no ha sido mas que una falsa alarma, cada vez tengo mas claro que debà tocar el miniobjetivo que tiene con los dedazos pringados de crema para el sol porque hoy lo limpié bien y ha recuperado la calidad anterior, escasa pero suficiente. Como os imagináis por el tÃtulo, segundo dÃa de playa de la temporada.
Si, lo sé, entiendo que parezca raro que alguien salga diciendo que su primer dÃa de playa (yendo en plan playero, con bañador, sombrilla, toalla y esas cosas) de este año fue el 26 de septiembre en pleno otoño ya, pero uno tiene sus manÃas y a estas alturas de la vida no sé yo si cambiaré. La playa, el calor y yo somos un trio imperfecto que sólo nos podemos juntar de dos en dos. Si hay calor y playa, no estoy yo. Y si estamos la playa y yo es porque ya no hace calor. Como no pegaba el sol como en jornadas precedentes y corrÃa brisilla, acabamos en la playa. Aquà se ve el magnÃfico dÃa y la tremenda jodienda porque algo le ha pasado a mi maravilloso móvil de veinte euros que saca las fotos con una calidad infame y borrosas cuando antes se limitaba a sacarlas infames. Esperemos que sólo sea una transferencia temporal del potingue con protección solar 50 y anti rayos gamma que me aplico a rodillo cuando me expongo al sol, también conocido como pintura plástica blanca de exteriores.
Una pena la desgracia de la cámara del móvil porque mientras paseaba, que soy de los de hacer kilómetros más que de torrarme sobre la toalla, aún pude ver unas cuántas cosas curiosas. Lo primero, que también debió venir PitagorÃn si nos atenemos a la de tablas de multiplicar que habÃa escritas en la arena.
Lo segundo, que los forofos del linux no están metidos en una habitación oscura con seis ordenadores intentando reprogramar el próximo despegue del transbordador espacial sino que también van a la playa y se dedican al proselitismo a base de dejar mensajes (casi) subliminales en la arena.
Y por último, comprobar cómo con la tonterÃa esa que les dio de no recoger las algas, estaba una esquina de la playa hecha un verdadero basurero. Por no decir nada de la peste que daba tanta alga en descomposición, un asquito de olor asà como a butano. De veras que es increÃble.
No es necesario aclarar por trigésimo centésima vez que lo que hay entre los miradores y yo es un amor sin igual. Desde el de la Virgen de la Roca en Bayona podemos ver la penÃnsula de Monteferro a la izquierda, las casas y la playa del fondo deben ser Playa América y alrededores y finalmente esa construcción en primer plano es el Parador Conde de Gondomar, situado en un sitio verdaderamente privilegiado. Todo, acompañado de un cielo espectacular repletito de nubes como a mi me gustan y qué tan pocas veces soy capaz de captar en las RÃas Baixas.
Ay, ese Tokina 12-24 f4, pedazo objetivo y cómo lo echo de menos desde que me cambié a Nikon.
Pero no de partir, de marcharse ni de llorar agitando un pañuelo mientras el tren lentamente inicia su andar, nada de eso. Nuestros vecinos del sur son muy dados los domingos por la tarde a sacar la mesita, las sillitas, montar la timba y venga partida tras partida donde unos juegan, otros opinan y al final todos lo pasan bien. Viva la socialización a base de oros, copas, espadas y bastos.
Mientras preparo todas las entradas del viaje a Madeira, que espero vayan saliendo a partir de primeros de octubre, voy a ir anticipando alguna para ir haciendo boca. Para empezar, dos elementos distintivos de la isla: la bandera y las playas. La bandera es esa azul y amarilla. Las playas, excepto un par, son todas de «arena gorda» o lo que es lo mismo, pedruscos del quince. Plantar la toalla, tumbarse tranquilamente y estar cómodo es una entelequia dadas las circunstancias.
Sin embargo lo importante de la foto no resultó ser eso, sino el «macho-man» del fondo. Mientras encuadraba y me preparaba para disparar, comprobaba asombrado por el visor cómo él se dedicaba a rascar el culo con toda la soltura y alegrÃa del mundo, ajeno totalmente a la posibilidad de encontrarse en ese momento reflejado en un sensor fotográfico y estando a punto de ser inmortalizado para la posteridad. Va por usted maestro y al que le pique, que se rasque.
Se despide hoy agosto, que meteorológicamente tuvo mal comienzo pero un final de verdadero campeón con un último fin de semana de calor a rabiar. Por curiosidad el domingo a las cuatro de la tarde puse un termómetro a la sombra y marcaba 29ºC, al sol se iba hasta los 50ºC. Incluso, y eso ya es raro, se pudo cenar de terraza y andar en mangas de camisa a las doce de la noche por la calle sin notar fresco.
Poblaciones túristicas como Bayona o Sangenjo (en la foto) mejor ni contar cómo estaban…
Y ahora por fin llega mi tiempo favorito, ese que puedes ir acá o allá, visitar sitios y sacar fotos sin morirse de calor. Calentando motores se ha dicho y que se prepare la baterÃa de la cámara para la marcha que le viene encima.
TÃpico pueblo marinero gallego con su preciosa playita adosada, sus callejuelas y su flota pesquera de bajura que surte a los restaurantes del puerto donde hace unos años me comà el mejor rodaballo de mi vida, si estarÃa bueno que perdura en la memoria y dejó un gran recuerdo en todos aquellos que lo conocimos en el plato. Al ser zona de pescado, pescado y mas pescado, al que va a un restaurante de la zona y pide carne deberÃan echarle engrudo, cubrirlo de plumas y sacarlo en procesión para que escarmentara.
Parafraseándome a mi mismo la semana pasada, playa bonita, arena preciosa, agua cristalina a una temperatura horripilante. No apta para frioleros.
Tras la playa de Sacido, siguiente playa de la costa lucense que me sorprendió: la de Cova, en Viveiro. Primero una vista desde un mirador, con el agua cristalina, la arena amarilla y esas rocas para darle un toque distinto a la playa. En absoluto se puede apreciar la nube que nos perseguÃa desde Ortigueira y que un cuarto de hora después de llegar a cualquier sitio empezaba a descargar lluvia para cabreo del fotógrafo.
Ya desde la playa, se puede apreciar arriba a la izquierda el mirador desde donde se sacó la primera foto y al frente las rocas (llamadas «Os Castelos») con un monumento dedicado al naufragio de dos barcos que en 1810, durante una tormenta, se estamparon contra estas rocas pereciendo 550 marineros. Quien lo dirÃa, viendo la tranquilidad del agua y el dÃa de playa.
Como corre el tiempo, el otro dÃa empezábamos el verano y ya estamos a punto de entrar en septiembre. Aunque estos dÃas tengamos bastante calor, habitualmente la mitad de agosto marca el lento declive hacia el otoño, los dÃas se van acortando, al atardecer se levanta ese viento fresco, cada vez hay menos gente en las playas y turistas por las calles. Se huele en el ambiente que se está acabando el verano y poco a poco toca irnos mentalizando para lo que viene: grandes playas vacÃas, meses y meses de fresquito primero, frÃo después, cielos grises, otra vez hablaremos de temporales, de nieve, de las ganas que tenemos de que llegue la primavera y, como no, que la vida es un ciclo continuo.
El dÃa que toca dÃa despejado y luminoso podemos encontrar alguna playa que no tiene casi nada que envidiar a playas requetefamosas del mundo entero incluyendo las del Caribe. Arena, dunas, mar azul, un agua cristalina, todo igualito salvo una excepción: el agua del mar en Galicia está horriblemente frÃa. No exagero al decir que hace años que no me baño en las playas gallegas, yo soy mas de piscina o agua calentita y si meterme donde cubre mas de las rodillas se me hace un suplicio, prefiero ni pensar lo que me pasarÃa si el agua frÃa me moja el «termostato».
