Galiciaenfotos.comSin rumbo. Sin prisas. Sin horarios.

Mas de una vez habremos oído comentar esa historia según la cual la hierba es muy importante porque «fija el suelo», evita que el suelo se desplace, que las lluvias se lleven la tierra y tal y cual. Siempre pensé que debía ser un poco exagerado porque una mierdita de hierba mucha raíz no puede tener. Hasta que pasé por una playa portuguesa y la duna dejaba ver las raices de las pequeñas plantas que habían crecido en su superficie.

Pedazo raices, sobre todo si las comparamos con la longitud de la planta como podéis ver aquí abajo. Con esas dimensiones no me extraña que fijen la tierra bien fijada y ahí no se mueva nada sin permiso de la autoridad.

Mientras que en España andan dándole vueltas al tema de eliminar los chiringuitos de las playas, en Portugal parecen tenerlo mas claro. Son útiles, permiten a la gente disfrutar más de la playa, dan empleo y pagan impuestos, así que hay chiringuitos como estos de Oporto, bien montados y acristalados en los que podemos disfrutar un rato aquellos a los que el concepto clásico de playa (arena-sol-mar) no nos acaba de convencer y preferimos el esquema alternativo de silla-bartola-cerveza.

Eso si, insistir en la diferencia fundamental entre los chiringos ibéricos y los portugueses: en éstos todo el mundo está a su aire tranquilamente, sin berrear. Unos hablan, otros leen, otros miran al mar, raramente encontrarás a la mama llamándo a grito pelado al Kevin o a la Yénife de turno ni esas pandas habituales de maduritos en estado de alegría etílica jugando al «tengo razón porque grito mas».

Recientemente aproveché un domingo libre para pegar un saltito a la mariña lucense. Iba con la idea de llegar a Viveiro y tirar hacia la derecha hasta Ribadeo, el tramo que suponía mas interesante. Entre salir tarde, que era el festival de Ortigueira lo que nos costó una hora de caravana y lo interesante que me pareció la zona desde la ría del Barqueiro a Viveiro, al final no hice ni un kilómetro de la ruta pensada. La primera sorpresa fue ver las playas que hay, escondidas, recogidas y verdaderas preciosidades como esta de Sacido. Se halla situada a la entrada de Viveiro, al pie de unos apartamentos en los que había dormido hace años y de los cuales el único recuerdo es la cantidad de humedad que se puede acumular en una pared y lo bien alimentados que deben estar los ciempiés lucenses a juzgar por su tamaño.

En Bélgica tienen el Manneken Pis, en Amarante el Mannekken Fasendopís y al de Playa América lo bautizaremos como Moneco-Pis, por llamarle de alguna forma. Obsérvese:

Llegado el verano aparecen por nuestras playas muchos artistas de la arena llegados de todos lados. Crean alguna escultura grandota como esta o incluso mejores, la mantienen y cuidan, ponen un cubito al lado y hala, a esperar que la gente vaya echando calderillas libres de impuestos. Algunos incluso viven en una tienda de campaña al ladito de su obra. Tengo una curiosidad, ¿dará esto tanto rendimiento como para vivir en invierno o llegados los meses fríos se trasladarán a climas mas cálidos?

Aunque no lo parezca, porque hay entradas programadas para una buena temporada y de cuando en cuando echo una ojeada, la verdad es que últimamente paso poco por aquí. Julio es el peor mes en mi trabajo, llega con un montón de cosas en la cabeza, mentalmente bastante cansado y con ganas de desconectar un tiempo. Pronto espero estar así o algo parecido en un sitio que no conozco, lejos, con aire, mar, playa, montaña, acantilados, recargando pilas y hartándome a sacar fotos.

Según parece, tras un par de veranos un poco raros con tiempo revuelto y poca playa, éste que entra lleva el mismo camino. Mientras en el resto de España se asan, aquí hubo unos días de calor exagerado y el resto de tiempo revuelto. Comprendo que los hosteleros se pongan en los cuernos de la luna cuando el meteorólogo de la tele da mal tiempo una y otra vez, pero qué le vamos a hacer, es lo que hay. En estos momentos fuera de mi casa el cielo está completamente gris y a ratos cae una lluvia fina. La foto muy chula y con el cielo muy azul, efectivamente, pero fue tomada un 12 de noviembre así que ya véis si está raro o no…

Que desastre. El sábado por la mañana viendo que hacía tiempo revuelto metí los dos perros en el coche y nos fuimos de paseo a esta playa. Les encanta todo lo que sea correr, saltar, meterse en el agua, revolcarse en la arena, da gusto verlos tan contentos, cuando llegan a casa se tumban y quedan rendidos. Había ese típico cielo aborregado así que el sol a ratos salía, a ratos se escondía, a ratitos apretaba y cuando lo cubría una nube, aflojaba. También hacía viento, que contribuía a sobrellevar el calor. Se estaba tan bien que allí estuve en pantalón y camiseta de la una a las cinco de la tarde. A la hora de irse me di cuenta lo que había hecho… yo, que tengo la piel de mas baja calidad a esta orilla del Miño. Yo, que al sol me quemo en junio, en julio, en agosto, en septiembre, y no me quemo en diciembre porque dios no quiere. Yo… cinco horas al sol. Entre las nubes y el viento no me di cuenta que el sol me estaba achicharrando. Toda aquella zona de piel que no estaba tapada está totalmente roja como la de un cangrejo, frita, me está bien por tonto, por pensar que el sol no calentaba y no echarme crema. Ahora a sufrir tres o cuatro días cada vez que la ropa me roce, a soportar las risas del personal, a pringarme litros de aftersun a ver si pasa el picor. La próxima vez que vaya a tomar el sol, será con una chilaba.

La semana pasada despedía la serie de Viana pero bueno, ya que los mencioné, voy a mostrar una foto de la playa de Cabedelo, para que comprobéis como es bien grandota y ancha, aunque da a mar abierto y bañarse en playas así resulta algo delicado por el oleaje y la resaca. Si queréis una referencia del tamaño, pinchar en ella para verla mas grande y allá al fondo a la izquierda, pero bastante al fondo, veréis unos puntitos. Eso son personas.

Este es el afamado chiringuito playero. Procurad no ir todos a la vez que yo quiero encontrar mi sitio cada vez que me apetece visitarlo. Comer en la terraza a principios de marzo, disfrutando el calor de los primeros rayos de sol cuando el cuerpo aún está con el invierno memorizado, es algo que no tiene precio.

Y ya veis, al fondo, arriba de todo, la iglesia y el mirador de Santa Lucía.

Comillas es un pueblo de Cantabria situado junto al mar que, para quien no lo conozca, de veras merece la pena pararse un día y admirar todos sus monumentos: el Palacio de Sobrellano, el capricho de Gaudí (espectacular restaurante), la Universidad Pontificia (en la foto), la fuente de los tres caños, el panteón del los marqueses de Comillas, el monumento al marqués de Comillas, la playa, etc. Todo muy cuidadito, bien conservado, lo ideal para entretenerse un día e hincharse a hacer fotos. Quien quiera saber mas o planificar una visita puede ir directamente a su propia página web donde encontraréis mucha mas información.

Para finalizar esta serie de fotos de Santa Lucia y Viana antes de que la gente se aburra y escape horrorizada, os dejo las dos últimas. La primera, la vista desde el mirador hasta el suelo. Cuando dije que si tienes vértigo no subas no lo decía en broma, hay una altura respetable desde aquí hasta abajo.

La última foto es la desembocadura del río junto con un secreto bastante bien guardado hasta ahora. La playa que se puede apreciar es la «Praia do Cabedelo». Larga, ancha, ideal para pasear y con un chiringuito playero donde se come muy bien por cuatro duros. En la playa paseando o ese chiringuito con una botella de Mateus Rosé en la mesa no es del todo raro encontrar a cierta pareja de elementos ibéricos siempre acompañados de una cámara. Adivinad quienes son.