Galiciaenfotos.comSin rumbo. Sin prisas. Sin horarios.

Un pelín antes de llegar a Orense nos encontramos con un pueblito llamado Laias o Layas, según te apetezca, donde también hay una recta kilométrica en la que se solía poner la Guardia Civil con sus aparatos fotográficos recaudatorios. Al lado del río hay una capilla y justo detrás, en el colmo del eclecticismo, han colocado un balneario de formas modernas siguiendo la teoría de si colocamos cosas de estilos distintos al azar, ellos solitos acaban encontrando su estilo propio.

A pesar del aspecto interesante que tiene, nunca he ido a este balneario, por un par de razones. La primera es que conozco a quien sí fue y me comentaron que el trato dejaba un poco que desear, la atención al cliente distaba mucho de ser amable como si les costara un esfuerzo hacerle caso a quien se deja un dinerito allí. Por otro lado el entorno alrededor del balneario es la nada absoluta. Hay una ruta senderista y en la parte trasera, un paseo que discurre a lo largo del río.

Río que las veces que he pasado por allí siempre he visto con éste aspecto: descuidado, con maleza, suciedad y aunque no se vea, un montón de mosquitos que es verme y empezar a relamerse pensando en el festín que se darán conmigo.

Llegados a Pontecesures prácticamente lo que mas destaca es esto, la fábrica de Finsa. Se dedican a la fabricación de tableros de madera, ahora han ampliado el negocio a la biomasa y la pedazo fábrica que tienen al lado del río es de las que impresionan por su tamaño, además tienen tal cantidad de tubos, tuberías, chimeneas y demás que da para unas cuántas fotos. En Pontecesures poco mas hay que ver, una iglesia, un puente, un par de cruceiros y la calle de la marcha, por la que alguna vez he pasado en noche de sábado y hay que ver cómo se pone.

Para mas información, aunque sea un pueblo pequeñito tienen una página web la mar de apañada.

Allá perdido en algún lugar entre Riocaldo, Lobios o sabe dios dónde tras haber escogido una dirección al azar (uno es así) en un cruce y aparecer en medio del monte, pude contemplar cómo al otro lado del valle el río se giraba haciendo un precioso meandro.

Además, a la izquierda el agua caía en una cascada entre el azul del agua y el verde del musgo…

Que maravilla de paisaje, qué preciosidad, qué lugar mas bonito. Arriba el cielo azul, a la izquierda la cascada, a la derecha el río fluyendo lentamente entre las rocas… ¿y abajo?

Abajo…

Abajo…

Abajo, como no, una nueva demostración de lo cerdos que son algunos. Es que no hay manera, vayas donde vayas siempre encuentras una nueva demostración de esa costumbre tan nuestra como es dejar chatarra en pleno monte (no es necesario recordar los casos 1, 2 y 3).

Aquí además no era uno ni dos, era una completa colección. De veras que no entiendo cómo hay gente capaz de ver semejante paisaje y dejar allí mismo una lavadora vieja sin el mas mínimo remordimiento. Educación y respeto, esas utopías…

Cerca de O Rosal, y cerca de los topos de la prensa, hay una zona de molinos llamada «Os muiños do Folón e Picón» bastante interesante para quien le gusten las rutas senderistas. Se trata de un cauce de río en subida a los lados del cuál se encuentran ni mas ni menos que treinta y seis molinos. Como por esa época todavía estaba convalenciente de cierto esguince y no me parecía prudente ejercer de cabra mas de lo necesario, os tendréis que conformar con un par de fotos del primer molino y váis que chutáis.

Por ese canal entra el agua en el molino y sale por el agujero que véis en la parte inferior derecha de la siguiente foto.

Lo sé, esta vez me lo he currado poco, para compensar os redirijo a un vídeo donde podéis ver la zona y un mapa con la ruta senderista por si sois de esos a los que les gusta cansarse gratis.

Lugar bastante desconocido al sur de Logroño que resultó ser el sorpresón del viaje por los impresionantes espacios naturales que nos fuimos encontrando. Además hay pueblos bonitos, muy bonitos. Si algún día pasáis cerca, no os lo perdáis.

A la hora de dar una vuelta por Villagarcía lo prácticamente imprescindible son tres sitios: primero el paseo de la Marina, al que le adjudicaremos una entrada propia. Segundo, la Rua da Baldosa donde se toman los vinos, hay mas chiringuitos por metro cuadrado y en verano se llena de terrazas tan apetecibles como éstas.

Y tercero, el río Con, el mismo que inundaba cada dos por tres parte de la ciudad. Si es que basta ver las dimensiones de los ojos de éste puente para saber que a poco que se taponen, que en eso las riadas son especialistas al arrastrar palos, troncos y demás, el follón está asegurado. He leído que recientemente han hecho obras para evitar estos problemas, a ver si es verdad.

Hay días que sí pero no, que salen las cosas de una forma que no esperabas, bonito pero raro, mal pero bien. El mismo día que visitamos Leiro vi a la entrada del pueblo un cartel señalizador hacia Pazos de Arenteiro. Con la concreción que me caracteriza creí recordar que me sonaba haber leído algo en algún lado que decía que estaba bien o algo así (o parecido). Más o menos, vamos, sin poderlo asegurar pero sin negarlo o rebatirlo porque una cosa es saber para confirmar y otra malrecordar que es lo mío habitualmente. Pues mira, para vivir en la duda mejor tomar una determinación y optar por el sí o por el no pero no por el sí pero no. No sé si me explico, pero me entendéis ¿verdad? Allá que me voy en dirección Pazos de Arenteiro, sin saber qué me iba a encontrar y sin siquiera imaginármelo, porque de haberlo sabido habría ido tiempo antes lo que pasa es que como uno es medio iletrado y lo poco que lee lo asimila poco, cuando leí la descripción de esta zona debía estar de vacaciones la neurona de guardia y me lo perdí hasta ese día. Abreviando… un sorpresón, tanto por el camino como por el pueblo, lleno de casas antiguas, blasonadas, todas con historia. Había llovido pero asomaba el sol, tarde pero con luz, los árboles brillaban, la carretera formaba eses entre bosques de colores, cuando encuentras una zona como ésta cada curva parece mas bonita que la anterior.

De pronto se acabó el bosque, los árboles habían perdido sus hojas, el río bajaba con fuerza y encontramos un puente medio en ruinas. La imagen parecía sacada de un cuento. Seguimos y fuimos encontrando mucho mas que ver, aunque eso se quedará para más adelante, que al ritmo que llevo, supongo que será dentro de seis meses.

Si queréis ir anticipando un poco, podéis echar una ojeada aquí. En este reportaje se habla de una persona llamada Florentino Torres. Nosotros nos lo encontramos al entrar en el pueblo, nos indicó por donde estaban las mejores vistas, dónde estaba el famoso Pozo dos fumes, hablamos sobre la historia del pueblo, de la gente, de las casas, una verdadera enciclopedia de Pazos de Arenteiro, amable, amistoso, de estas personas que le encanta la historia de donde vive y te la ilustra con un montón de anécdotas curiosas. Si pasáis por allí preguntar por él y que os cuente, veréis cómo no tiene nada que ver contemplar una casa con saber su historia.
Por desgracia, habíamos quedado con mas gente a cien kilómetros de allí así que tuvimos que salir pitando sin podernos parar lo que nos hubiera gustado, aunque con firme propósito de volver. De camino a Vigo paradita en la Cañiza donde cayó al buche un plato de jamón que nos supo a gloria bendita, pero eso ya es otra historia que también se queda para dentro de unos meses…

Seguimos callejeando por Sarria y llegamos a lo que el domingo por la tarde estaba mas animado: el paseo del río. Nada como poner un sitio llano con terrazas a los lados para que el personal aproveche los ratitos de sol para salir a estirar un rato las piernas, encontrarse con sus convecinos, soltar a los niños para que se cansen y luego en casa no den mucho la lata o simplemente ver la vida pasar sentado frente a una cerveza.

Bajando el río nos encontramos la gaita flotante, un símbolo de Galicia navegando tranquilamente río abajo. Por su tamaño es probable que fuera propiedad de algún pato aficionado a la música. Si lo juntásemos con cuatro patas pandereteiras es mas que seguro que salieran en el Luar de la TVG, porque otra cosa no sé, pero panderetas hay viernes sí y viernes también.

Arbo es un pequeño pueblito de la provincia de Pontevedra conocido sobre todo por la lamprea. Está justo al lado junto a la frontera portuguesa y se unen ambos países por un puente desde el que hay unas tremendas vistas del río. Por un lado se pueden apreciar unas curiosas construcciones, las famosas pesqueiras que generan corrientes por las cuales intentan ir los peces y al cruzarlas se encuentran un «butrón», una red que los atrapa.

Por otro lado se puede ver de cuando en cuando pasar alguna barquita de los que hacen rafting con Arrepions. Lo he probado un par de veces y me lo pasé como un enano, pero otras dos veces hicimos hidrospeed también con ellos y mil veces mejor. Comparándolos, hacer rafting es como ir en autobús por el río y el hidrospeed es como ir en moto. No hay ni comparación, especialmente si te gusta hacer el cafre.

Se acabó el puente, adiós al fin de semana seguido de dos festivos en Galicia. Dos días de lluvia, dos de tiempo mas o menos decente, y cómo fueron los dos de lluvia… tanta cantidad que se inundaron unos cuantos pueblos, los ríos bajaban llenitos de agua y en algunos puntos, como las Termas da Chavasqueira en Orense, con agua de más. Quizá no fue cosa de la lluvia, quizá se olvidaron la ducha abierta toda la noche y pasó lo que pasó, que llenó el río.