Pasado Madrid, camino del Mediterráneo, la A-3 bordea un montón de pueblos cada uno con su castillito. Grandes, pequeños, enteros, ruinosos, la tónica son las colinas desérticas con su castillito en lo alto. Y para muestra, dos botones, el castillo de Almonacid de Toledo y el de Chinchilla. Son solo dos pero hay muchos mas.
En cambio, aquà gracias a la costumbre adquirida durante las Revueltas Irmandiñas como era tirar los castillos ajenos, nos quedan pocos y contaditos. Qué le vamos a hacer.
La verdad es que es una costumbre que no acabo de entender… en vez de usarlos los nuevos inquilinos para defenderse de futuros ataques los destruian… si es que los gallegos siempre fuimos «diferentes» jeje.
Aun asi queda alguno muy bien conservado como Soutomaior o Monterrei. Pocos pero decentes…