Galiciaenfotos.comSin rumbo. Sin prisas. Sin horarios.

Se trata de un museo-archivo de Salamanca lleno de documentación y otras trangalladas de la Guerra Civil. No es que sea un tema que me atraiga mucho, especialmente en el cine donde procuro escapar como alma que se lleva el diablo de las soporíferas películas españolas referidas al mismo tema, perpetradas una y otra vez por directores cuyo cerebro se quedó atascado en esa época y a falta de imaginación viven de la subvención. Decía que no es tema de especial interés pero tras todo el follón con Cataluña por los papeles del archivo, había que echar una ojeada a ver qué eran aquellos documentos por los que tanto se peleaban los unos y los otros. Para ser sinceros, entré con poco interés y salí con aún menos…

Aunque yo soy poco de las cosas de creer, ello no quita que allá donde vaya me meta en catedrales, monasterios y demás construcciones eclesiales porque suelen tener bastante que ver, si no es subiendo a las alturas también puede ser en las bajuras. Como en Salamanca, que de exposición tenían un pedazo libro que por la pinta si no era un incunable poco le debía faltar.

Recientemente pasé por Briones, en la Rioja, y allí deben regalarlos con los botes de colacao porque había otros cuántos más. Este se puede ver con un atrezzo como dios manda a base de muebles, cuadros y dorados, y debe pesar un montón de kilos a juzgar por el refuerzo que le han tenido que meter a la mesa en pleno centro. Aunque parezca que un servidor tiene acceso a salas así de finas, reconozcamos que entre el libro y yo mediaba una señora verja que pudimos sortear en la imagen a base de meter la cámara entre los barrotes. Y no es que de mi no se fien a la hora de mostrar las salas de valor, que con esta cara de santo querubín cualquiera comprende que soy totalmente incapaz (o casi) de cualquier maldad, es que claro, si me dejan pasar a mi seguro que luego viene con las mismas intenciones gente de mucho menos fiar y no es plan.

Por último, a la hora de ensayar el coro de la iglesia tiene las partituras en el mismo formato. Allá nos colamos por una puerta que llevaba al órgano, que en eso de colarse a mirar todo es intentarlo y si nos quieren echar, ya nos echarán aunque con esta cara de buena persona no suele pasar. Escuchamos un rato sus gorgoritos, saqué foto al órgano y luego a la partitura, de modo que hubiera huella incontestable para la posteridad, que por mucha cara de buena persona seguro que algún negra sombra habrá que no me crea si no lo ve.

O por lo menos eso ponía la inscripción que se puede ver en una columna de la plaza mayor de Salamanca, muy bien conservadita a pesar de sus 172 añitos. Por ésta y por alguna más, hay que reconocer que es una ciudad rica en escritores de paredes.

Damos por concluida la serie de estatuas de la catedral de Salamanca con una cuyo nombre también podría ser el de una película china: el perro que muerde la cola del mono. A veces tengo dudas si realmente estas estatuas significarán algo o le encargaron tal cantidad de ellas al constructor que acabados lo santos y escenas biblicas, llegado un momento ya no sabía qué poner y empezó a desvariar… ahí me pones un bicho comiendo un helado, ahí un muñeco como el chucky de la película y ahí… ahí… venga, un astronauta.

En las columnas de la Plaza Mayor de Salamanca tienen lo que parecen ser las efigies de todo aquel que mandó en algún momento en España. Entre ellas se encuentra la de Franco, también conocido como el tío Paco. Tres veces, tres, he ido a Salamanca y las tres he visto la efigie de forma distinta. La primera deja bien a las claras que hay a quien no le gusta nada éste personaje.

La segunda vez, poco tiempo después de la anterior, estaba tapada. Salvo porque ya me conocía el cuento era difícil saber de quién se trataba.

En la última visita ya estaba limpia. Aún así se hacía complicado reconocerlo porque no sé a vosotros, pero a mi no se me parece en nada a las fotos de la misma persona que he visto en los libros de historia, ni por la cara, ni por la pedazo melena que no sé de dónde se sacaron.

Y luego va el gilipollas que la lee, te tira a la vía del tren y no entiendes porqué.

Ya lo decía un amigo mío, «Coño, si no cuesta un carajo hablar bien». Vista en Salamanca y fotografiada poniendo en riesgo mi propia existencia. El dueño de la tienda salió como un rayo a quejarse cuando me vio sacándole la foto, supongo que pensaba que le iba a robar el alma a la camiseta. Con ignorarlo solemnemente, asunto arreglado.

Aprovecho que no tenía nada previsto para hoy al mediodía y recurro a la socorrida serie de fotos sobre las estatuas que pueblan el exterior de la catedral de Salamanca. Hablaremos de una que me resulta particularmente inquietante dado el parecido que veo entre el retratado (mas bien estatuizado) y Chucky, el muñeco diabólico. Esa cara, esa frente, esos pelos… en principio pensé que estaba tocando la guitarra, pero visto que no hay guitarra será porque está pensando alguna maldad. Si vais a Salamanca cuidado cuando paséis por la catedral. Nunca se sabe quien te mira desde arriba.

Hace un par de días ya avisé que el ritmo de publicación de entradas se reduciría a una diaria. Pero claro, llego a casa, veo unas cuantas fotos, va, venga, voy a poner una. Luego otra. Luego otra… dios… esto se está volviendo un vicio, ya sabía yo que no me iba a poder contener. Retomamos por un momento la serie referente a las imágenes de la catedral de Salamanca para mostraros el mono sonriente y encadenado por la cintura que coge una alcachofa con la mano y dos con los pies. Abreviando, «el mono ese».

No me conozco todas las ciudades de España, pero sí he de reconocer que para ir de tapeo no encontré nada como Salamanca. Quizá León o alguna del país vasco, pero cada visita a Salamanca es una nueva alegría. Sales de vinos a eso de las nueve de la noche, en un bar de la Plaza Mayor con cada caña te ponen una de éstas.

Toda la barra llena de tapas para escoger. Tras la primera caña viene la segunda y con ella la segunda tapa. Siguiente parada en Casa Paca, con un vino y una caña nos traen todo esto.

100% material rotundo y contundente. Yo, que soy de poco cenar, prácticamente me quedo llenito. Y ojo, que en lo alto la mismísima Doña Paca vigila que no te levantes hasta que hayas dejado el plato limpito…

En la calle El Expolio de Salamanca, al ladito del Archivo General de la Guerra Civil está la entrada a un edificio que si bien por delante resulta de lo mas normal, por la parte trasera es francamente espectacular: la Casa Lis. De noche, con todo iluminado, ya ni os cuento. Se trata de un edificio abandonado durante largo tiempo y rehabilitado en los 90 para convertirlo en museo de Art Noveau y Art Deco. En el interior hay colecciones de cuadros, fotos, figuras de cristal, juguetes, muñecas y un largo etcétera. Tantos, que llegan a aburrir salvo que seas un forofo total. Sea como sea sólo por ver el edificio ya vale la pena los tres euros que cobran por la entrada. Como era de esperar tampoco dejan sacar fotos, ni siquiera introducir la cámara. ¿Cuándo se darán cuenta que las fotos es más y más publicidad gratuita?