Galiciaenfotos.comSin rumbo. Sin prisas. Sin horarios.

A veces hay monumentos que se te quedan atrás y por mucho que tengas en mente hacer una entrada sobre ellos parece que van pasando, van pasando, y así se cometen herejías como tardar tres años en hablar del Pazo de Oca, uno de los monumentos mas interesantes de Galicia. Para aquellos no versados en el asunto, en Galicia se conoce por Pazo una casona grande generalmente con su iglesia o capilla, jardín anexo, palomar y ciprés, como aclara el famoso dicho «Palomar y ciprés, pazo es». Por fuera viene siendo así.

Al lado del edificio principal, como no podía ser de otra forma, la iglesia. Aunque no se distinga, el suelo estaba lleno de los restos de una boda reciente.

Pues nada, si hasta aquí hemos llegado, visitarlo tendremos que (lo siento, estoy haciendo las prácticas para el carnet de Yoda y algunas frases se me escapan). Coste de la entrada, 4 euros. O lo que es lo mismo, 666 pesetas. Dios mío, ¡¡¡el precio de la bestia!!!

Otro cartel justo debajo del anterior nos relata las condiciones de entrada. Curiosa la sexta, «hora de visita de sol a sol», es la primera vez que veo algo con esa puntualidad tan subjetiva. Por lo menos no ponen impedimento alguno a sacar fotos y más fotos, de figurar entre las condiciones iba a pagar Rita la cantaora.

La entrada se produce con un estudiado protocolo. Llame usted al timbre que está junto a la puerta. Apretado el timbre, resuena en el interior el aullido de una sirena como si los bomberos estuvieran haciendo prácticas en el patio del pazo.

Se abre una ventana en la esquina del piso superior, asoma una señora que a grito pelado nos hacer saber que ya baja. Al rato aparece para abrirnos la puerta, equipada con una riñonera de cobrador en la cual va guardando los dineros que le damos por franquearnos la entrada. «Por ahí es el jardín, por allá también, ustedes a pasear y cuando salgan cierren la puerta. Hale, con dios». Pues nada, paseemos y de paso saquemos una foto aprovechando la conocida técnica del enmarcado.

Dejaremos para una segunda entrada el relato de los interiores, de cómo recorrí los jardines asombrado por la cantidad de árboles, arbustos y fuentes…

…así como de las estatuas, que dan para escribir otro buen rato. Barcas, pescadores, jarrones e incluso una que me llamó mucho la atención, una especie de mono con cara de estar en trance del que me pregunto qué será eso que le sale de la entrepierna hacia la derecha, porque vamos, menudo armamento parece que tiene el monito…

Pues no sabía yo que Pontevedra también tenía murallas medievales, pero sí, sí que las tiene. Quedan unos restos al lado del mercado, saliendo del casco antiguo en dirección al río. Están así como las veis, señalizadas, protegidas y con un pedazo cartelón explicativo de acero con las letras recortadas.

Según pone aquí, estuvieron en pie desde el siglo XI hasta que en el siglo XIX las demolieron, y las demolieron a base de bien. Una pena, imaginarse el casco antiguo de Pontevedra amurallado ya sería la leche (para los que nos gustan las murallas, claro, al encargado de limpiarlas y darles brillo cada lunes seguro que no le hacía tanta gracia).

Parece que Burela, al norte de Lugo, gira alrededor del bonito. Una fiesta del bonito en agosto, un puerto dedicado a ello y, allí amarrado, un barco museo bonitero que se puede visitar. Aquí se puede ver de frente:

Y aquí de perfil. Sorprendente pensar en salir a pescar al Cantábrico peleón en un cascarón como éste.

Y aquí, como es costumbre, la tabla de horarios y precios para que quien quiera visitarlo pueda ir con previsión, no como otros que vamos a la buena de dios.

Si ya hubo una pequeña serie dedicada al mundo de la empresa y titulada «qué nombre mas bonito le he puesto a mi negocio», motivos más que suficientes habría para hacer una serie dedicada a nombres de grupos musicales, sobre todo viendo el cartelito. ¿O no?

Porque si en Hollywood tienen en lo alto un cartelón con las letras de su nombre, ¿a ver porqué en Foz van a ser menos?

Tiramos de ampliación y así podéis deleitaros mayormente en su contemplación. Qué letras, qué altura, lástima que la «Z» esté algo perjudicada y que los del poste repetidor de móviles no se hubieran buscado otra ubicación en vez de afear lo que podía resultar un símbolo del pueblo a lo largo de todo el mundo.

Aquel que visite Vigo de primera impresión se parecerá que sus habitantes son muy cabizbajos. ¿Deprimidos por la crisis? ¿Tristes por la situación mundial? No, que va, es que si vas con la mirada en las nubes, en cuanto te despistas pisas una de estas:

En ciertas calles es increíble la cantidad de cerdos con perro, guarros a los que ves felices y contentos observando como su perro planta un pino y se largan sin siquiera hacer el menor intento por recogerlo. Así me gusta, civismo y consideración con el prójimo. Por mucha campaña de propaganda que haga el ayuntamiento diciendo que es una ciudad limpísima, preciosísima y muy «ísima» de la muerte, por mucha amenaza de multa, cuando voy andando a trabajar toca fijarse muy mucho en el suelo o te arriesgas a lo que te arriesgas. ¿Qué no me creéis? ¿Entonces porqué pondrá la gente estos carteles?

Además, si no es lo uno, es lo otro.

Y llueve sobre mojado, hace casi tres años estábamos en las mismas. A ver si pillo un cartel que ponga «Alfombras SI, guarras sacudiéndolas hacia la calle NO» para tocar otro de mis temas favoritos. Y sí, ya sé que las cacas de perro en las aceras no son exclusivas de Vigo, pero como es lo que me toca sufrir día tras día, de alguna forma tengo que desahogarme.

Si te pusieran un simple «Perros no», como somos tan nuestros que sabemos mejor que nadie lo que es mejor para las aves, igual ni le hacíamos caso a las recomendaciones cuando vas a las dunas de Corrubedo. Pero claro, te lo piden de una manera tan simpática que es imposible ignorarlos.

Aunque también hay otro cartel que dice nada de pisar la dunas y otra cosa no sé, pero huellas se veían unas cuántas en la arena.

En el mas puro estilo de «para vender un desodorante nada como enseñar los limones del caribe», aquí tenemos un ejemplo de para promocionar una carpintería, nada como lucir cacha. Tan clarito como lo dijo Freud, parece mentira que aún haya publicistas devanándose los sesos con monigotes y colorines. Carne, chavalotes, el pueblo quiere carne…

El gallego es de por si pesimista, muy dado a pensar que no sólo el vaso está medio vacío sino que además vendrá algún cabronazo que se beba la mitad que nos queda. Ahora con lo de los peajes portugueses pintaba bien la cosa para intentar pegarle un buen mordisco de viajeros al aeropuerto Sá Carneiro de Oporto, los del «Voy por Oporto«. Se pusieron los políticos a la faena intentando cada cual arrimar más el ascua a su aeropuertito y acabó el cuento como el rosario de la aurora.

Que si Ryanair dice que se pira si no les dan pasta, que si uno reclama vuelos, el otro también, pues el otro más, si este tiene yo también quiero pero sin poner un euro, la Xunta como ve que las ciudades no se ponen de acuerdo acaba decidiendo unilateralmente y se gana la enemistad de los que se consideran perjudicados (Peinador y Alvedro), que empiezan a patalear y a montar escandalera. Mientras tanto los de Oporto, que de tontos no tienen un pelo, toma campaña publicitaria en Vigo para acabar de remataros.

Sigamos pensando sólo en lo nuestro, sigamos pensando que que es mejor tener tres aeropuertos pequeños en vez de uno grande, sigamos instalados en el ni como ni dejo comer y así nos irá de bien.

Hoy se cumplen no sé cuántos años de la muerte de Franco, también conocido como el tío Paco, ese señor del que prácticamente casi todos nos habríamos olvidado si no estuvieran los políticos resucitándolo cada dos por tres para acusarse de lo uno o de lo otro e intentar favorecer sus mezquinos intereses rememorando épocas tan pretéritas como carentes de interés que a día de hoy deberían estar más que superadas. Como el pueblo llano es mucho mas inteligente que la mayoría de sus gobernantes, aquí optamos por la vía directa del pasar página bien sea con cartel nuevo y spray…

O a falta de pintura, bueno es un cuadro eléctrico. Y ya está, asunto arreglado sin tener que hacer dos leyes, tres decretos, cuatro sesiones del parlamento, cinco recursos a tribunales varios y pagar seis millones de euros en dietas a toda la gente involucrada.