Galiciaenfotos.comSin rumbo. Sin prisas. Sin horarios.

Uno de los misterios misteriosos de Vigo del que algún día tendrá que hablar Iker Jiménez en «Cuarto Milenio» son la famosa tortilla y empanadillas del «Bar Carballo» en Vigo. Aunque con tal presentación alguno pensará que allí se aparece la imagen de Jesucristo en las empanadillas, va el asunto por otro lado. Fijaros qué aspecto, la tortilla flácida y churriante de huevo líquido, las empanadillas de lo mas normal (de los calamares resecos hablamos otro día)… pues está el sitio habitualmente lleno y se hinchan a vender. Deben llevar como mínimo veinte años, ya hay un «Bar Carballo 2» y un «Bar Carballo 3».

Si eres de los que te gustan las tortillas sólidas mejor ni te acerques, porque aquí te puede tocar o bien tortilla semilíquida como la de la foto anterior, o tortilla totalmente líquida, ideal para sopetear pan.

Lo peor de todo, lo confieso, yo también voy de cuando en cuando porque hasta están buenas. Y por supuesto a un mundo de diferencia con respecto al Burri Kín y asimilados.

El verano es tiempo de furanchos, pero ¿qué es eso de un furancho? Oficialmente, estaba permitido que aquel que elaborase vino o licores, vendiera los excedentes (obsérvese bien la palabra «excedentes» porque viene siendo el meollo del asunto) en su casa. En cualquier lugar de Galicia no es raro encontrar carteles como éstos. Por allá se va a Ponteareas, por allí a Vigo y por acá, al furancho.

Por tanto podríamos decir que un furancho es, en otras palabras, un bar casero. No precisaban licencia ni pagaban impuestos. Y claro, eso de no pagar impuestos es muy goloso, así que además de los excedentes de vino casero parece que pasaban cosas cómo traer excedentes de las bodegas para darles salida por la misma vía y, ya de paso, también solían tener excedentes de queso, chorizo, jamón, pulpo, etc, que beber sin comer, mala cosa es. ¿Donde está la diferencia con un bar normal? En que los bares normales son tan tontos que pagan impuestos, así estaban cabreados con los furanchos y finalmente parece que han ganado la batalla con la nueva normativa de la Xunta.

A principio de verano pasamos por la zona de Cambados y nos llevaron a uno. En realidad no era uno, era todo un pueblo lleno, aunque me parece que de furanchos conservaban el nombre. Lo habrían sido en su época, pero aquello eran taperías hechas y derechas. Lo curioso es que el exterior era así. O lo conoces, o pasas de largo pensando que aquello era un garaje.

Pero claro, el interior no se parecía en nada al interior de un garaje. Qué albariño de casa mas rico nos soplamos, qué calamares, qué pimientos, qué pulpo. Lo peor de todo es dimos tanta vuelta para llegar, que a día de hoy como no me lleven sería incapaz de volver. Mis pequeñas tragedias cotidianas…

Si te quieres enterar de lo que sucede en Galicia tienes dos opciones, o bien te vas de recorrido por esas carreteras de dios o bien echas una ojeada aquí cada día, que viene a ser lo mismo. Por ejemplo, curiosidades como las que se dan en Caion, donde la carta y los partidos que se podrán ver van escritos fuera con tiza aprovechando el recubrimiento de pizarra de las paredes. Muy buena idea, llega la hora de comer, empieza uno a ver las palabras percebe, nécora, pulpo, calamares, y todo son ganas de entrar.

El Bar Plaza lo tenemos en una esquina de la plaza mayor de Ribadavia. De aspecto exterior es el típico bar con pinta de mesón, náda espectacular:

Fijándonos en la carta, tampoco hay platos espectaculares, llamativos, modernos o diferentes.

Sin embargo, las veces que he comido allí he salido encantado. De la última visita recuerdo un filete de ternera que estaba de película, el dueño mucho nos insistía si queríamos pimientos de Arnoia (pimientos verdes grandotes asados) y ya por cansancio acabé diciéndole que vale, que los trajera. Madre mía, se me caían las lágrimas de buenos que estaban. Resumiendo: comida casera, rica y bastante barata.

Que viene siendo un local de tapas vigués donde las cartas figuran en inglés pero no te preocupes si no lo entiendes, los ingleses probablemente tampoco. Tú quédate con este mensaje: tapas «low-cost» a un euro y cañas de cerveza. ¿Qué más se puede pedir?

No del coche, sino mío. Ya lo había comentado en la visita al Castro de Baroña, nada más llegar cumplimos con la tradición (y si no la hay, la creamos ahora mismo) de tomar la cervecita de rigor disfrutando del sol. Con la cerveza vinieron una tapa de aceitunas y dos de carne guisada. Mientras estábamos a ello vino la camarera con un plato de tortilla para que cogiéramos un trozo ya cortado del tamaño casi de un adoquín. Muy rica estaba la tortilla. A los cinco minutos volvió para que cogiéramos otro. Enfrente mía una chica daba buena cuenta de un bocadillo de dos cuartas de largo. Salimos de allí alegres por haber cumplido con la tradición y con el buche medio lleno por cuatro duros.

No nos quedamos a comer, pero no me hubiera importado en absoluto porque el menú tenía muy buena pinta, con cualquiera de estas sugerencias ya me arreglaba yo de sobra.

En el último viaje al Algarve me quedé alucinado al ver dónde habían metido un bar: en pleno acantilado, aprovechando un trocito llano.

Supongo que habrán hecho sus cálculos, pero el día que pasé por allí había una ligera tormenta, algo de oleaje y me lo pensaría muy mucho antes de poner un pie en el bar.

Me encanta la costa del sur de Portugal, si por mi fuera volvería mañana mismo aunque tampoco es novedad. Si por mi fuera me iría mañana mismo a cualquier sitio, de todas partes seguro que se aprende algo nuevo o se ve algo distinto.

Hace muchos años solía escuchar de cuando en cuando una canción gallega típica de las tabernas que decía (mas o menos):

Polo rio abaixo baixaba unha gamela (barca),
polo rio abaixo baixaba unha gamela,
cheiña de borrachos, todos de Redondela,
Xan Carallás mariñeiro, Xan Carallás borrachón.

La última vez que pasé por Redondela me encontré con este bar en una esquina del casco viejo, imposible no recordar la canción. Pero ¿quien era Xan Carallás? Para eso tenemos a internet, que lo sabe todo, todo, todo.

Efectivamente, como ya me dijeron en su día, hay un toro de Osborne saliendo de Xinzo de Limia. Allá me fui, allá lo busqué y allá apareció para poder ser retratado con ese fondo de cielo revuelto con nubes amenazadoras.

Por lo que se ve, no soy yo el único al que le gusta el toro. Aquí tenéis un ejemplo de aprovechamiento de la imagen y que vivan los furanchos.

Ahora sólo me falta pasarme por el de Arcade, en cuanto lo tenga lo veréis aquí también.

¿Alarma? ¿Antirrobo? ¿Puerta blindada? Que va, mejor el terror psicológico, una especie de «abandone toda esperanza aquel que entrare aquí» pero a lo moderno.

Visto en el bar del Monte Aloya, en Tuy.