Galiciaenfotos.comSin rumbo. Sin prisas. Sin horarios.

Este es el pueblo al que me refería cuando habré del diferencial ecológico. Llegó sin esperarlo y se fue sin dejar huella en mi memoria, recuerdo que tenía un puente, un río, ese horreo, un monasterio en ruinas y poco mas. Si alguien sabe a qué pueblo me refiero le agradecería que me lo dijera, por pura curiosidad.

Desde entonces algo que sí he aprendido es, vaya donde vaya, fotografiar un cartel que me permita identificar luego donde estaba. Una foto en baja resolución casi no ocupa espacio y me sirve para ir rememorando el camino recorrido.

Zamora es una ciudad sorprendente. Vista de lejos es ocre, sobria, castellana, no hay nada que te haga suponer lo rica, llamativa e interesante que es su interior, la cantidad de iglesias, jardines y edificios interesantes que tiene su casco viejo. Cada vez que paso cerca siempre tengo la tentación de parar un rato y perderme caminando para ver la catedral, la plaza mayor, el parador, el río, la inclinadísima calle de Balborraz y los edificios señoriales tan bien conservados de muchas calles. Incluso parece un sitio agradable para vivir, quien sabe.

Aunque últimamente los comentarios sobre Portugal se estén centrando en Madeira por el viaje del verano, sigue habiendo mucho mas que ver en nuestro país vecino como esta casa-puente de Aveiro. Construida sobre el canal, se pueden apreciar los ojos del puente que hace de cimientos. La idea no es mala y probablemente sea la leche asomarse a la ventana para encontrarse justo sobre el río. Ahora, que como haya inundaciones va a ser bonito encontrar una trucha paseándose por la cocina o dos salmonetes peleándose por el mando de la televisión.

El clima en Madeira es algo ciertamente curioso, empezando por unas temperaturas que no tienen prácticamente variación entre el día y la noche. Mientras que en Galicia un día de verano podemos tener catorce grados de noche y veintiocho a mediodía, en Madeira tienen veinticuatro de día y veintitrés de noche, aunque si se levanta airecito parecen menos. La isla es muy, muy verde. En el norte tienen agua para dar, tomar y regalar en forma de pozos y fuentes y hace años hicieron conducciones de agua (se llaman levadas, hoy en día reconvertidas en rutas de senderismo) hacia el sur, donde no tenían. Buena temperatura y mucha agua igual a plantas por todos lados, árboles y flores preciosas como esta que veis.

En el centro de la isla están los montes mas altos que frenan las nubes evitando que pasen al sur. Aquí estábamos en lo alto de la Encumeada (a unos mil metros de altura), se pueden ver las nubes frenadas por la montaña y gracias a eso el sur estaba despejado.

De cuando en cuando las nubes pasan al otro lado y teníamos un tremendo cielo cubierto. Los días que estuvimos allí hizo un tiempo bastante raro, sol a primera hora de la mañana y se nublaba a partir de las once, a última hora despejaba otra vez, etc. Una pena para las fotos aunque un alivio para mi, que el calor lo llevo bastante mal.

Esta imagen es parte del paseo marítimo con su playa de piedras y el «Vagrant», un yate que en su día perteneció a los Beatles y ahora está en tierra reconvertido en restaurante.

Llega el día de todos los santos y además del halloween hay otra tradición como es la de comer «huesitos de santo», estos dulces alargados de todas variedades: coco, chocolate, café y muchos mas. Buen momento para regalarse una lambonada, aunque para eso cualquier momento es bueno.

Como última fotografía del recorrido por el Monte Aloya dejo una de la «Casa Forestal Ingeniero Areses», diseñada por el ingeniero Rafael Areses de Tuy hace casi noventa años con unas formas bien curiosas. Actualmente es el centro de recepción de visitantes y en ella se puede ver abundante información sobre el parque y su historia.

Mucho me llamó la atención una señal en un lateral de la carretera. De haber llevado encima mi rotulador gordo hubiera modificado el aviso dejándolo en «Evite atropellar a los reptiles y a mi suegra que son de la misma especie». Por si acaso, que nunca se sabe.

Llegando al faro de Finisterre se encuentra esta señal, donde parece ser costumbre que los moteros dejen una pegatina de su moto club. No sé si cada cierto tiempo harán una limpiecita, pero al paso que van dentro de poco ni siquiera se va a distinguir la mismísima señal.

Ya lo decía yo, la vista del castillo desde el Parador de Monterrey es simplemente espectacular, allá en todo lo alto. Si además procesamos la foto con un poquito de hdr (técnica fotográfica muy laboriosa que consiste en darle a un botón y que salga esto automáticamente) para incrementar luces y sombras obtenemos un cielo majestuoso, unos verdes esplendorosos y un castillo con todas y cada una de las piedras perfectamente definidas, una imagen que no tiene nada que envidiar a los castillos que salen en esas pelis de escoceses que pasan el día en faldita pegando saltitos y tocando su gaita. En el buen sentido de la palabra, claro.

Con esto de vivir al ladito de Portugal de cuando en cuando me entran ganas y pego un saltito al país vecino para comprar alguna de las especialidades que no son tan habituales a este lado del Miño, como puedan ser la mantequilla salada, alguna especialidad de queso o la Broa de Avintes, una especie de pan hecho con harina de maíz, de centeno y malta que aunque parezca de broma, tiene su propia cofradía. Es superdenso, lo corto en rebanadas finas, añado queso y miel, un vasito de Mateus y hala, a seguir viendo la vida pasar.

Al cruzar Cualedro encontré una tremenda estatua de Marina Cuquejo en medio de una plazoleta. No sabiendo quién era tal persona me puse a buscar información en casa y se sabe que fue la alcadesa de ese pueblo desde las primeras elecciones en 1979 hasta su fallecimiento en 2006, debió hacerlo bien cuando ganaba por goleada y alguna vez con candidatura única. Si sus oponentes preferían no concurrir a las elecciones será porque sabían que el pueblo la apoyaba masivamente y eso no sucede cuando la gente no está contenta.