Galiciaenfotos.comSin rumbo. Sin prisas. Sin horarios.

Y digo yo que, habiendo toda la orilla que hay, ya es humor ponerse a pescar justo en lo que sería la trayectoria hacia el mar de una roca en equilibrio inestable. Que no, que no debería pasar nada ni la roca moverse, pero que levante la mano el que no haya visto en los dibujos animados al pobre coyote del correcaminos acabar sentado en una roca al borde del precipicio del Gran Cañón del Colorado, venir un pajarito, apoyarse simplemente en la esquina de la roca y… adiós coyote. Pues eso, que mejor no ponerse en el camino de una piedra de varias toneladas si aparece una gaviota con sobrepeso y se posa donde no debiera.

No tengo inconveniente en reconocer que me paso la vida pensando maldades, pero creo que no soy el único. Vas por Aguiño y de pronto te encuentras que alguien ha pillado por banda una estatua del puerto y le ha pintado los labios a los dos pescadores, en el más puro estilo de tú tranquilo que esto lo mejoro yo en un pispás. Como nos descuidemos vendrá detrás el del colorete, el rimmel, la sombra de ojos y madre mía, cómo pueden quedar los pobres.

Bastantes veces he mostrado aquí las curiosidades del arte contemporáneo, el problema es que habiendo participado en la contemplación de semejantes obras, la realidad se deforma de tal manera que caminando tranquilamente por la calle veo estos adoquines colocados de manera no sé si voluntaria, circunstancial o aleatoria y surge la duda sobre si estaremos ante una de las mil obras que siembran Vigo, ante la realización de una performance, una manifestación artística espontánea o una acumulación de soluciones constructivas paralelepipédicas. ¿Acaso ese bloque aislado a la derecha tiene un mensaje oculto que sólo ciertos iniciados en el arte de la adoquinería saben comprender? Tocarlo, no tocarlo, ¿y si moviendo uno de los bloques descompenso la energía telúrica que emana de la composición? ¿Y si al tocarlo aparece el artista y me echa un rapapolvos por modificar lo que habría querido expresar con su obra? Mira… vamos a seguir andando y nos evitamos problemas…

Ole, ole, como somos la releche, allá donde vayamos, allá dejamos huella. A Funchal se fueron Ginés, Loly y el que está por venir, y de Funchal no se fueron sin dejar una pintada bien gorda como certificación del cariño que se tienen, ea, que se entre toda Madeira. Se me ocurren muchas barbaridades que decir, pero mira, me voy a abstener que ya decía mi madre que estaba mas guapo con la boca callada. Son las cosas de llevar años entrenando para las oposiciones a bestia parda.

Espero que por lo menos no les pase lo que a otros, luego hay que improvisar parches y remiendos que nunca quedan del todo bien y sirven para que algunas lenguas viperinas se rían en los blogs.

Vamos a recuperar una de las afamadas series de este blog, aquella en la que se mostraba cuan marranos son algunos y cómo cualquier hueco es susceptible de ser utilizado como basurero por aquellos que tienen nulo civismo y capacidad neuronal similar a un paramecio. El pasado fin de semana unas circunstancias de lo mas curioso que ahora no vienen al caso pero que en la vida me hubiera imaginado me llevaron a viajar a La Coruña. Dando una vuelta por la zona de la ciudad vieja encontramos la Comandancia de Marina.

Justo al lado del palo de la bandera dos cañones realizan una función decorativa y algo blanco me llama la atención en uno de ellos.

¿Lo véis? Da igual que el hueco sea redondo, cuadrado, grande, pequeño, horizontal, vertical, siempre se ajustará a las necesidades de un guarro como el que ahí dejó una servilleta y sabe dios qué más.

Si ya hubo una pequeña serie dedicada al mundo de la empresa y titulada «qué nombre mas bonito le he puesto a mi negocio», motivos más que suficientes habría para hacer una serie dedicada a nombres de grupos musicales, sobre todo viendo el cartelito. ¿O no?

Todo el mundo conoce el Corte Inglés, pero ¿cuántos conocéis el Corte Francés? Pues si, existe y está en Ribeira. No es el mismo gremio, no es el mismo aspecto, no tiene la misma pujanza económica pero mira, es un negocio como otro cualquiera…

Todo un clásico de la geografía gallega. Dicen que no se le pueden poner puertas al campo. Puertas no sé, pero lo que son somieres con la misma función se ponen a cientos, aquí incluso combinado con una barandilla de altura media que sabe dios de donde habrá salido. Reciclaje puro, que aquí no se tira nada.

Aquel que visite Vigo de primera impresión se parecerá que sus habitantes son muy cabizbajos. ¿Deprimidos por la crisis? ¿Tristes por la situación mundial? No, que va, es que si vas con la mirada en las nubes, en cuanto te despistas pisas una de estas:

En ciertas calles es increíble la cantidad de cerdos con perro, guarros a los que ves felices y contentos observando como su perro planta un pino y se largan sin siquiera hacer el menor intento por recogerlo. Así me gusta, civismo y consideración con el prójimo. Por mucha campaña de propaganda que haga el ayuntamiento diciendo que es una ciudad limpísima, preciosísima y muy «ísima» de la muerte, por mucha amenaza de multa, cuando voy andando a trabajar toca fijarse muy mucho en el suelo o te arriesgas a lo que te arriesgas. ¿Qué no me creéis? ¿Entonces porqué pondrá la gente estos carteles?

Además, si no es lo uno, es lo otro.

Y llueve sobre mojado, hace casi tres años estábamos en las mismas. A ver si pillo un cartel que ponga «Alfombras SI, guarras sacudiéndolas hacia la calle NO» para tocar otro de mis temas favoritos. Y sí, ya sé que las cacas de perro en las aceras no son exclusivas de Vigo, pero como es lo que me toca sufrir día tras día, de alguna forma tengo que desahogarme.

Si te pusieran un simple «Perros no», como somos tan nuestros que sabemos mejor que nadie lo que es mejor para las aves, igual ni le hacíamos caso a las recomendaciones cuando vas a las dunas de Corrubedo. Pero claro, te lo piden de una manera tan simpática que es imposible ignorarlos.

Aunque también hay otro cartel que dice nada de pisar la dunas y otra cosa no sé, pero huellas se veían unas cuántas en la arena.