Galiciaenfotos.comSin rumbo. Sin prisas. Sin horarios.

Bastantes veces he mostrado aquí las curiosidades del arte contemporáneo, el problema es que habiendo participado en la contemplación de semejantes obras, la realidad se deforma de tal manera que caminando tranquilamente por la calle veo estos adoquines colocados de manera no sé si voluntaria, circunstancial o aleatoria y surge la duda sobre si estaremos ante una de las mil obras que siembran Vigo, ante la realización de una performance, una manifestación artística espontánea o una acumulación de soluciones constructivas paralelepipédicas. ¿Acaso ese bloque aislado a la derecha tiene un mensaje oculto que sólo ciertos iniciados en el arte de la adoquinería saben comprender? Tocarlo, no tocarlo, ¿y si moviendo uno de los bloques descompenso la energía telúrica que emana de la composición? ¿Y si al tocarlo aparece el artista y me echa un rapapolvos por modificar lo que habría querido expresar con su obra? Mira… vamos a seguir andando y nos evitamos problemas…

¿Nunca os ha pasado que preparáis algo con toda la ilusión del mundo, os lo chafan a última hora y os quedáis así como desinflados, sin ganas de nada? Pues a mi me acaba de pasar eso mismo. Estaba preparando una entrada sobre el arte, el harte, el jarte y la madre que los parió a todos, tenía ya listas, prestas y dispuestas las fotos de unas bonitas obras de arte que contribuirían a mi tarea reflexionativa. Esta es la primera…

…y ésta es la segunda… sí, sí, la pared con una frase es una obra de arte, que no os enteráis.

En esto que me entero de la historia de «Zorba, el grillo» y adiós a todas mis ideas, a mis palabras, a mis ilusiones y a mis reflexiones, todo de segunda división si lo comparamos con la historia de los grillos. Mala suerte la mía, mala sombra me sigue.

Creo que tendré que pensar en volver a poner algún día fotos de paisajes y ciudades, de otra manera el personal acabará creyéndose que Galiciaenfotos es FotosDeCartelesDeGalicia o algo por el estilo. Vamos a empezar con una de los tejados de Santiago, que mucha plaza del Obradoiro, mucha Catedral, pero si te vas a la esquina del Hostal de los Reyes Católicos que queda al lado del Pazo de Rajoy (enfrente de la Catedral), se puede ver también cómo era el Santiago antiguo, con sus calles empedradas, su casitas viejas y desiguales. Muchos tejados, ¿y porqué es ésto importante? Porque en Galicia la lluvia es arte, la lluvia cae en los tejados, luego los tejados están llenos de arte. Otra cosa no sé, pero los silogismos deductivos me los aprendí bien.

Mas o menos es lo que sucede cuando vas por algún pueblo perdido de Orense cerca de A Mezquita y al girar una curva aparece esto. Lo primero que te viene a la cabeza es «madre mía, esto lo vi en alguna película de terror»…

Bromas aparte, lo podéis ver en una finca al lado de la carretera. Los dueños se ve que aplican esa máxima de «aquí no se tira nada» y reciclan todo cuanto encuentran para transformarlo en objetos (más o menos) decorativos. Un entretenimiento como otro cualquiera que me sirve de maravilla para rellenar una entrada más…

Es probable que la mayor parte de las visitas que van a Camelle no lo hacen por ver el pueblo, sino por ver el Museo del Alemán. Por ese nombre se conoce la obra de Man, el alemán de Camelle, que allí vivía vestido con un taparrabos así hiciera sol, lluvia o frío, juntando piedras y creando durante cuarenta años obras como las que véis en éstas fotos. Dicen que murió de pena al ver cómo quedaban por culpa del chapapote del Prestige que tiñó de negro la costa gallega.

Desde entonces este entorno va cuesta abajo, podéis leer aquí la historia completa, sin que ninguna administración dé un paso adelante para garantizar su conservación y eso que, independientemente de su valor artístico, es algo que atrae gente y aporta riqueza al pueblo.

La desidia, otra costumbre tristemente tan nuestra, que nos lleva a no echar nada de menos hasta que lo perdemos.

Algo que sí me gustó de Ferrol fue que en cualquier esquina podías encontrar alguna curiosidad como estas dos que os muestro. Lo mismo aparecían una serie de bolas de colores, que no sabes si son para evitar que los coches aparquen encima de la acera o forman parte de algun conjunto artístico…

…como te encuentras casi delante de la entrada de Navantia una estatua subida encima de una plataforma con escalera llamada «A Dúbida» (la duda) del autor Luis Rapela.

Yo sigo estando totalmente a favor de estas cosas en medio de las ciudades, todo lo que pueda contribuir a iluminar cerebros embrutecidos y hacerles ver que existe cultura mas allá del diario Marca debe ser promovido y agradecido.

Así es como me quedé al ver esta escultura. Parece simple, pero lo curioso es que también está hecha de una pieza. De una sola pieza, de un solo bloque, la cuerda y el nudo también fueron esculpidos así como se ve. Un tremendo trabajo de paciencia y cuidadito que no permite fallos.

Tras la entrada de ayer no os vayáis a pensar que soy un empollón cultureta gafaspasta, a mi los cuadros que que realmente me gustan no los encontraréis en los museos, mas bien en la calle. Ya relaté una de esas apariciones y otra se produjo curiosamente a escasos metros de la exposición descrita en la entrada anterior, caminaba tranquilamente cuando un rayo de luz me cegó a través del escaparate.

Dios… qué obra de arte, qué finura, el rayo de sol a través de los árboles iluminando la amazona que cabalga desnuda sobre un caballo blanco al borde del lago con una cascada, qué motivo mas alegórico. Si llega a meter un ciervo bebiendo al lado de una barca en la orilla del río ya sería perfecto.

Eso es lo primero que pensé al ver este cuadro en una exposición en Viana do Castelo, que hoy en día se hace un cuadro de cualquier cosa. Sin embargo he de reconocer que me gustaba, de tamaño grande, muy realista y distinto, destacaba en medio de una exposición con bastantes obras curiosas entre otras dignas de quitarme el sueño durante una semana.

Por cierto, aquí ya ni fotos con el móvil ni gaitas. Saqué la compacta y a retratar el evento se ha dicho para disfrute de los lectores.

Lo mismo que unas veces pataleo cuando veo alguna porquería de exposición o tomadura de pelo en plan «hartístico», otras veces encuentro obras que me dejan sorprendido. Parece una fotografía en blanco y negro, ¿verdad? Pues es un cuadro hecho a lápiz de una exposición llamada «El arte de la semejanza». Increíble esa textura de la piel de la cara, con sus tonos, sus brillos, el cuerpo bajo el agua, parece mentira que se pueda hacer ésto sólo pintando rayas con un lápiz, algo tan simple y tan complicado a la vez.