Otra de las tradiciones gallegas, además de comernos todo aquello que sea comestible o sospechoso de serlo, es la de hacer aguardiente (también llamado «orujo«) por mucho que la Xunta de Galicia haya sacado hace años una ley que complica tanto la tenencia de alambiques como que la gente se pueda hacer unos cuántos litros en su casita para consumo propio (mil o dos mil, siempre es mejor que sobre que no que falte). Partiendo del orujo sale el aguardiente blanca, el aguardiente de hierbas, la crema de orujo, el licor café, licor de manzana, de pera, de cerezas, de guindas, de nueces verdes y de mil cosas más, si cae un ratón al alambique no te preocupes, alguno habrá que lo pruebe para ver qué tal sabe el licor de ratón, porque como el ratón es de casa, malo no puede estar. Generalmente se toma en vaso de chupito tras los postres y se suele aplicar el procedimiento llenar-beber-repetir hasta que entren las ganas de cantar muñeiras.
Cuando te ofrezcan por ahà algún licor sacado del orujo, si lo ves en botella bonita, limpita, etiquetada y demás, ni caso. El mejor de todos suele ser el que viene en una botella de Cardhu resobada y con cientos de trasiegos encima (casero total). Sobre todo no seas aprensivo, recuerda que el contacto controlado con los microbios forma parte del adiestramiento de nuestro sistema inmunológico.