Caminha es un pueblo portugués que me ha sorprendido agradablemente. Queda de camino a uno de mis chiringuitos playeros favoritos y pasaba lo que suele pasar con los lugares de paso, que nunca paraba. Un día se me ocurrió hacer un stop y dar una vuelta por el centro. Bonito, bien cuidado, con iglesias, plaza mayor, casco viejo, una representación en vivo de unas batallas contra los franceses hace doscientos años, terrazas y el típico ambiente portugués: tranquilidad, música bajita, gente silenciosa, muy agradable para pasar un rato. Qué tendrán estos portugueses, que no parecen necesitar música para sordos a la hora de tomarse un café, ni hablar a grito pelado por el móvil, ni los niños andan montando escándalo ni a pelotazos con el resto de la gente, etc.
¿qué tienen los portugueses? Respeto por los demás, conciencia y dos dedos de frente…
Parece mentira, pero aquí si no se va con la radio del coche a todo volumen, con las ventanillas bajadas haciendo que el personal de los 2 km a la redonda se deleite con tu música, no somos nadie.
La última de ese tipo que vi fue en Sarria, cerca de Lugo. En pleno casco viejo, todo el mundo tranquilo, sentado en terrazas o paseando. Llega una señora de edad respetable de esas que ya casi la tierra le pide el cuerpo, aparca su coche, abre las puertas y hala, a soportar todo el mundo «la donna é mobile» a volumen de sordos. Sólo le faltó avisar a otras tres o cuatro abuelas y montarse un botellón. 🙁
Sarria, q recuerdos….
Lo raro es que no vieras algun quad reventando los oidos con el escape libre, o un coche del mismo estilo, que alli se lleva mucho eso.
Pues no, que va, todo lo contrario. Quizá es que a Sarria fui un domingo por la tarde y no un sábado por la noche, pero estaba todo el mundo de paseillo tranquilo y casi ni ruidos se oían. Excepto la vieja, claro.