Galiciaenfotos.comSin rumbo. Sin prisas. Sin horarios.

El mismo día de la visita al Daisy Market aprovechamos la estancia en Coruña para acercarnos a la torre por decimoquinta vez y, mira tú, que no había caído en el paseo peatonal que hay hacia la derecha según ves la torre desde la estatua de la rotonda del principio de la subida… bueno, el paseo que hay por allí cerca. Si, vale, a lo lejos en una punta se ve una cornamusa, pero no había caído en que además se debía poder llegar a ella por algún lado. La parienta, con los pies cansados tras hacer kilómetros y kilómetros por el Daisy, y no siendo de su agrado pasear con un aire que cortaba hasta las ideas, me dio la bendición y allá que me fui cargando con la cámara, rezando por no ganarme una neumonía porque a todo esto iba uno vestido con configuración de ciudad no apta para visitas al polo norte o asimilados. Empiezo el recorrido y me encuentro este cartel. «Menhir pentacefálico» ni más ni menos. Arredemo, vamos para el otro lado que esto debe ser algo que muerde o algo peor.

Emprendemos recorrido en sentido contrario, cinco minutos de caminata para alcanzar una puntita de tierra con forma de acantilado menor en lo alto del cual destacaba la famosa cornamusa realizada de uno de los materiales a los que más cariño les tengo, el hierro oxidado. Obsérvese que no miento (habitualmente) cuando aviso del efecto que la lluvia gallega tienen con estos «monomientos» y fíjense ustedes en los asombrosos chorretes anaranjados que parten tanto de la base de la cornamusa como del tirachinas gigante que la soporta. Foto, paradita, contemplación de la inmensidad del mar, un, dos, respirar, la brisa marina que sale del fondo del mar, y hala, pasamos a la siguiente.

La siguiente, que no era la siguiente parada pero vamos a hacer como si lo fuera. ¡Sorpresón! ¡Un campo de menhires allí plantados! Menhires, sol, luz, cielo azul, agua, aquí me va a salir una foto digna del Oscar fotográfico por lo menos.

Y lo mejor de todo, cómo estaban agujereados se podía ver el mar a través de ellos como si fuera en la televisión. Además, como cada uno tenía el agujero en una dirección diferente, podías ver el mar en muchas direcciones. Impresionante, de veras, es la grandiosidad del arte que nos permite hacer cosas que de otra manera ni siquiera podríamos imaginar.

Visto lo visto, regresé al coche con el ánimo henchido de gozo y una sensación de bienestar que irradiaba tanta energía positiva como para hacer poner las gafas de sol a todo aquel que se cruzaba conmigo. Y todo por unos piedros, mira tú, el día que me toque la lotería primitiva no sé cómo lo voy a celebrar para superar esto.

Lo que mas me llamó la atención de la reciente visita al Daisy Market no fueron los stands, no fue la moda, no fueron las curiosidades varias, fue la entrada. ¿A qué es llamativa?

¿Y qué era lo que colgaba? Bolsas de plástico con una planta dentro. Cuando algo empieza así, la cosa promete.

En el mismo sitio donde pude ver el Google de crochet, se podía admirar también un precioso cerdito hecho con la misma técnica. ¿No dan ganas de comérselo?

Tengo que reconocerlo, me pierdo por los detalles kitsch.

Hace unos días aprovechamos un domingo para ir, por imperativo legal en forma de parienta con fijación por la ropa y complementos, al Daisy Market de Coruña. Como habréis podido comprobar, Galiciaenfotos.com suele abarcar además de un amplio surtido de visitas a entornos y parajes naturales, otras tantas visitas a centros comerciales, outlets y antros similares. Es que hemos llegado a un acuerdo según el cual unas veces toca monte, otras mar y otras centro comercial, lo cual me viene bien para adquirir un mínimo de cultura puesto que en cuestiones de ropa sé que los calzoncillos van por debajo del pantalón salvo que seas supermán y poco más. Todo esas lecciones de estilo y técnica combinatoria para la ropa me resultan malamente comprensibles y por mi combinaría rayas rojas horizontales con verdes verticales mientras lo hagan por voluntad propia, se quieran y se respeten.

Allá nos vamos a la exposición. Tres euros mas tarde estamos dentro. La vista general venía siendo más o menos así. Quince segundos después ya había visto todo lo que me interesaba, pero se ve que la feria tenía más miga y enjundia puesto que la parienta se entretuvo sus buenas tres horas. A mi me dio para retratar todos los stands, los nombres más curiosos entre los expositores, el local de Expocoruña, la decoración, el bar, los talleres de manualidades, tomar un café, ver cómo en un momento dado había más periodistas que visitantes, etc, etc.

De todo lo visto, me quedo con ésto. Un hermoso Google sobre portátil de crochet. La imagen un poco estática, pero no hay problema, en un par de días pueden tejer una nueva y la cambiamos…