Para continuar con la saga «Mente sucia«, hoy os muestro un llamador de puerta que se puede ver en el Pazo de Oca. Estoy total y absolutamente convencido que mientras lo hacÃa, el autor estaba pensando poco en llamadores y mucho en otras cosas. Se aceptan opiniones sobre si puedo tener razón en lo que digo o simplemente soy un degenerado calenturiento con blog.
Debe ser cierto que ando necesitado de vacaciones, porque tras Mente Sucia I y Mente Sucia II, sigo viendo cosas raras allá donde voy, como en este parque de Arcos de Valdevez… a mi esta estatua me tiene una pinta rara que me recuerda no sé qué…
Pero tranquilos, eso pronto tendrá solución porque en cuanto implanten los peajes abusivos en las autovÃas del norte, las crónicas de Portugal las hará Rita la Cantaora que ni a mi ni a mis euros nos vuelven a ver el pelo. Aunque primero tendrÃan que aclararse, es tanta la avaricia y tantas las ganas de cobrar, que se embalan y se olvidan que para poder cobrar, por lo menos hay que decidir cómo y cuándo lo vas a hacer. Menuda colección de chapuzas, cambios sobre la marcha e improvisaciones se ha marcado el Gobierno portugués en este tema. Si son iguales con todas las leyes, pobre paÃs.
No sé qué me pasa, pero voy por el mundo y veo cosas raras. Ya lo dije una vez y me ha vuelto a pasar hace unos dÃas en Santiago, concretamente con este cartel. Ese logotipo es sospechoso, muy sospechoso…
Y no me digáis que es una gallina, a ver cuántas gallinas que conozcáis van a la peluquerÃa.
O la tenÃa el que diseñó el cartel y los mandos para llamar al ascensor del hotel donde nos alojamos en Madeira, o la tengo yo porque aquà veo cosas raras. Convendréis conmigo que la forma y disposición de elementos en el conjunto resultan cuanto menos sospechosos…
Pues efectivamente, ayer tras la enésima comilona en el Ze MarÃa nos fuimos a la busca del temporal, pero menos mal que no apareció porque con las pocas ganas que habÃa de cualquier actividad que exigiera un funcionamiento de la neurona atontada por el Mateus Rosé si tengo que ponerme a sacarle fotos a las vacas volando o a las olas subiéndose por los muros del puerto es que me da algo, asà que os dejo para ilustrar la entrada un par de imágenes sacadas evidentemente antes de pasar por el Ze MarÃa. La primera es un cartel anunciando una fiesta que no sé qué será, pero da para pensar muchas cosas o incluso continuar con la saga «Mente sucia«…
El otro está cerquita del anterior, ¿recordáis la época en que se llevaba el ‘s al final de los nombres y no habÃa recato alguno en llamarle «Manolo’s» a un local? Pues aquà lo mismo, pero con «Arquitecto’s»… madre mÃa, madre mÃa…
Vamos a ir finalizando la crónica del recorrido hecho en agosto por el norte de la penÃnsula, que hay que ver lo que estiramos la cosa, con un par de entradas sobre una ciudad que me sorprendió un montón: Avilés. La última vez que la habÃa visitado fue hace muchos años y sólo recuerdo una ciudad sucia, con las paredes oscuras y los tejados llenos de polvo gris. ¿Qué me encontré esta vez? Una ciudad cuidada y preciosa en su centro histórico. Como además coincidió un dÃa que amaneció nublado pero se fue despejando, fijaros qué colores, qué luz, qué todo.
Prácticamente todo el centro histórico es asÃ. Zonas peatonales, gente paseando, parques, casas antiguas rehabilitadas y pintadas de colores, un gustazo para ir con la cámara.
Incluso algunos edificios para caerse la baba, como el Palacio de Balsera y sus mil detalles en la fachada.
Y por último el Centro cultural internacional Niemeyer, sorprendente por sus formas y su ubicación, dedicado al conocido arquitecto brasileño.
La semana que viene, más. Aviso, va de focas…
Mas de una vez he hablado ya del Monte Meda, en verano e invierno. Hoy os dejo otra foto desde el mismo sitio porque querÃa ilustrar cómo es la montaña orensana tÃpica: bajita, redondeada, bastante llano, matorral bajo y últimamente aerogeneradores hasta en la sopa. No es que les tenga manÃa por su función, mas bien todo lo contrario porque con sus aspas se cepillan a las gaviotas que de otra forma vendrÃan a ensuciar mi coche, el problema es que estéticamente a los que nos gusta fotografiar paisajes nos chafado las vistas a base de bien.
El cuento cambia totalmente cuando cruzas hacia León. Las montañas ya no se parecen en nada, mucho pico, mucha caliza, y la vegetación también va cambiando. Lo mismo que al salir hacia Zamora la vegetación se vuelve mucho mas gris, mas mustia con abundancia de secarrales. Al norte o al este no salimos porque el paisaje se vuelve muy monótono y bastante húmedo.
