Galiciaenfotos.comSin rumbo. Sin prisas. Sin horarios.

Si es que ha sido ver la foto ésta y me he quedado sin palabras. Ya no sé qué decir, si hablar de lo feo que es (realmente no es feo, es «riquiño»), o de lo raro que resulta, o que si ésto es el símbolo de Vigo será mejor censarse en Redondela. Señoras y señores, damas y caballeros, monstruos y monstruas, con ustedes, el único, el inimitable (por suerte)… SIRENO.

¿Qué no les gusta? No se preocupen, seguro que cuando Leonardo Da Vinci acabó La Gioconda tampoco le convencía. Y el primer español que vio el cuadro le dijo «mire, yo de esto no entiendo, pero lo hubiera pintado de esta otra manera»… el arte es así, caldo de cultivo para incomprendidos. Si no me cree, esta es la demostración.

Tras tantos años sacando fotos he llegado a la conclusión que lo mas importante de una fotografía es en primer lugar la composición, seguida muy de cerca por la luz que ilumina la escena. Por eso qué bonita y qué colorida queda una foto cuando tienes la suerte de encontrarte un día con esa luz especial. Y si no te la encuentras te la inventas, qué carajo, el Photoshop está para algo. ¿Acaso os creéis que esta es la luz un atardecer en los cañones del Sil?

¿Cómo se puede frustrar un fotógrafo (o en su defecto un ser escasamente pensante armado con cámara y que se entretiene haciendo fotos, como es mi caso)? Hace dos años me enteré que hacían un concurso en el concello de Muiños, de la Baixa Limia. Quise participar. Allá me fui cargado con todos los aperos retratadores. Hasta me llevé el trípode, hecho que podría ser calificado de gran novedad, dado que su volumen y peso siempre juegan a favor de dejarlo en casa que no cargar con él para acabar odiándolo. Recorrí carreteras y caminos, pueblos y poblachos, cercados y vallados, senderos y veredas, ríos y charquitos pero no hubo nada que me llenara el ojo como para presentarlo. Volví nuevamente unos fines de semana después y ni por lo civil, ni por lo militar, no hubo forma. O bien soy mas inútil de lo que pensaba, o bien los encantos de la zona no eran lo suficientemente encantadores como para hacerme despertar de mi letargo invernal. Uno de las pocas cosas decentes que saqué es esta. A día de hoy aún no soy capaz de distinguir si es aceptable o despreciable.

Sábado, feria en Pontedeume, qué mejor día para ver docenas de puestos donde se vende casi todo y acabar de vinos y tapas. O atiborrado de pulpo, que tampoco tiene desperdicio.

En esta imagen uso otro de mis principios básicos a la hora de sacar fotos: procurar no ver lo mismo que ve el resto de la gente exactamente igual a cómo lo ven los demás. Sacar una foto de algo normal con la cámara a 1’80 de altura muchas veces es perder el tiempo. Hay que buscar un punto de vista distinto, en este caso apoyando la cámara en el suelo. Veo lo mismo que ve todo el mundo pero ¿a que la foto destaca mas?

Ante una situación nueva que requiere de nuestra actividad pensante, con gasto neuronal y consumo de fósforo para tomar una decisión entre «a» y «b», el ser humano puede actuar de dos formas: o bien optar por una de las dos opciones posibles y arriesgarse a fallar, o bien asegurar tratando de acertar alguna por lo menos. En nuestro ejemplo gráfico, «tú tranquilo Pepiño, que por lo menos dos enes van bien escritas».

A medio camino entre Oporto y Lisboa está Nazaré, una inmensa playa con su pueblito, restaurantes en primera línea y «el Sitio», un mirador al que se sube gracias a un funicular centenario. Perdón por la calidad de la fotografía, pero debe tener unos quince años y procede, no recuerdo bien, si de una diapositiva escaneada o de una fotografía en papel.

Hace años alguien me dejó sin una docena de álbumes de fotografías de esta época. En su momento me fastidió lo suyo, será por el cariño que los fotógrafos llegamos a cogerle a todo cuanto engendro sale de la cámara. Sin embargo, nunca en mi vida he vivido mejor que los últimos diez años así que todo lo anterior se ha difuminado de tal manera que ya ni me interesa. Con patatas se los coma, oiga, ha salido ganando unas fotos, yo he salido ganando una vida.

Que hay que ver cómo me gustan a pesar de las veces que he ido. Sin embargo cada visita que hago veo cosas distintas: verdes impresionantes, fabes con almejas, desfiladeros, fabes con almejas, prados, fabes con almejas, animales, por no hablar de la amabilidad de la gente o la magnífica comida. Todo está tan rico que no sabría qué plato de fabes con almejas recomendar. Una buena ruta para tres días es ir a León, Boñar, Riaño, parar en Potes, visitar la zona, subir en el teleférico de Fuente De, salir por el desfiladero de la Hermida y volver a Galicia por la costa. Merece la pena.

La primavera o el otoño son épocas perfectas para visitarlos, en verano hay mucha mas gente y si tienes gana de aventura, viva el invierno, el hielo, la nieve, las nieblas y las fabes con almejas, que calentitas están de miedo.

En la esquina inferior izquierda de la provincia de Pontevedra y justo donde desemboca el Miño tenemos A Guarda, pueblo pesquero y capital de la langosta. La primera línea delante del mar son antiguas casas de pescadores que han sido reformadas, pero todas altas y estrechas como se puede apreciar en la fotografía:

La foto no será una obra de arte como las que él hace, pero me gustaría dedicársela a Pedro Solveira. Un domingo lo conocimos en la exposición que hizo en la Casa de la Cultura y tras unas cuantas horas de charla, cena y sobremesa, acabé con la sensación de haber conocido a una artista como los que describen los libros, que han tenido una vida plena de experiencias recorriendo el mundo entero y sin embargo sigue siendo una persona de lo mas normal y asequible, encantado de hablar de todo, sin problemas para descubrir los secretos de sus cuadros. Un encuentro inesperado de lo mas enriquecedor.

Dícese de aquello heterogéneo, reunido sin concierto. Como las ramas del arbolito, que todo lo llenan y en blanco y negro aún mas, todo lo llenan con su caos. Casas antiguas de Ribadavia, mas arbolito, mas blanco y negro, mas grano fino, todo sumado da esta imagen:

Hace unos años tenía el antojo de participar en algún concurso fotográfico. Sé de sobra que no soy una lumbrera con la cámara, mas bien todo lo contrario aunque ahora ya no me tiran pedradas cuando enseño mis fotos ni mi madre me tiene escondido para que no asuste a los vecinos. Quizá lo de los concursos venía por la curiosidad, comprobar el nivel de mis fotos y si cae algo, bienvenido sea. Bueno, en realidad lo del nivel era accesorio, a mi me interesa mas lo pecuniario porque con niveles no se compran cámaras y con euros, sí. Esta es la que mandé al primero en que participé, un concurso digamos que sobre temas rurales. En papel la viveza de estos verdes impresionaban aún mas que en pantalla. La pobre quedó inédita, y eso que hubo premio hasta para una de un campo de grelos. Cuando vi la galería de premiadas, aunque sea medio tonto, no pude dejar de recordar aquella frase «el que tiene padrino se bautiza y el que no, se jode».