Pues nada, enhorabuena, ya que me gusta escribir y en agosto estuve de vacaciones en Madeira no os libra nadie del relato pormenorizado de tal periplo con sus fotos correspondientes. Intentaré resumirlo como buenamente pueda o sepa, pero de los quince o veinte capÃtulos no os salváis.
Como ya comenté, salimos de Oporto y viajamos con la TAP. Sin exagerar: mil veces mejor que salir de Vigo y viajar con Iberia. El aeropuerto de Oporto ha pegado un cambio tremendo, hace unos ocho o diez años parecÃa del tercer mundo y le han pegado un repaso tal que ahora es de primerÃsima lÃnea. Grande, espacioso, tranquilo, bonito, cómodo y con un parking donde puedes dejar el coche ocho dÃas por 32.50 euros (a ver si aprende AENA). La TAP, lo que se espera de una aerolÃnea: te tratan amablemente, el avión sale con diez minutos de retraso lo que puede ser considerado aceptable y ¡te dan de comer! SalÃamos a las 9:50 (hora española), el vuelo duraba 1:35 y nos dieron a cada uno la tÃpica bandejita con bocata chorizo y queso, zumo y un yogur. No es gran cosa, pero sà un detalle que las aerolÃneas españolas han olvidado hace tiempo pese a cobrarte más.
En Oporto, niebla. Desde la cristalera del aeropuerto podÃamos ver a dos mecánicos revisando las ruedas delanteras del avión. Mal rollo, mal rollo, a ver si vamos a empezar las vacaciones saliendo en las páginas de sucesos de los periódicos.
No eran presagios tranquilizadores, pero fue todo mejorando. Levantó la niebla, los mecánicos se fueron, embarcamos, despegamos, aterrizamos en Madeira, con un tiempo precioso y una tremenda luz que me puso los dientes largos pensando en la de fotos que iba a sacar. Y sÃ, saqué mil fotos, pero muchas con nubes bajas y cielos blancos porque el tiempo revuelto se vino con nosotros.
El aeropuerto de Madeira es simple, pequeñito, el avión te deja delante de la terminal, bajas y llegas a ella andando. Tres o cuatro cintas transportadoras de maletas, en diez minutos salÃan las nuestras. Nos esperaba un minibús a la puerta para llevarnos al hotel por una autovÃa de doble carril, y en el hotel empezaban las aventuras aunque eso se queda para el capÃtulo segundo.
Por cierto, mucho se habla del aeropuerto de Madeira: que si es muy corto, que si acaba en el mar, que si hay unos vientos horribles, que si la gente las pasa canutas… ná de ná. Aterrizar en Vigo sà que me pone nervioso porque te ves encajonado entre montañas casi a la misma altura a la que vuelas, aquà cuando ves la pista pim-pam-pum y hala, aterrizaste. Hombre, curioso, lo que es curioso, el aeropuerto sà que es. Parte está sobre el mar, en un voladizo que se sostiene sobre cientos de pilares. Asà mismamente:
Justo debajo de los pilares aprovecharon, que no están los tiempos para tirar nada, y metieron un área recreativa. Ahà se puede ver un poquito (lo sé, podÃa verse mas, pero fue sacada desde un autobús por la autovÃa y no era plan mandar parar al conductor ni bajarme y cruzar, sabiendo cómo se conduce en Portugal).
Poco mas que comentar de la llegada. Ah, si, esa curiosa manÃa que tiene la gente nada mas aterrizar por levantarse a toda mecha y coger el equipaje de la parte de arriba… por favor, ¿pero a qué vienen esas prisas? Hasta que abran las puertas no se sale, ya me contaréis dónde esta la gracia en pasarse cinco minutos de pie con el equipaje en las manos, todo el mundo haciendo bulto y estorbándose los unos a los otros. Los peores los que lo hacen para salir corriendo a la cinta de los equipajes, cuando todos sabemos que los de las maletas no se dan ninguna prisa y por muy tranquilo que te tomes ir a la terminal siempre vas a llegar antes que ellas…