Galiciaenfotos.comSin rumbo. Sin prisas. Sin horarios.

Cuando hice toda la serie de entradas referentes a Vigo hubo un monumento único, inimitable, santo y seña de Vigo, que se me quedó atrás: la famosísima «paellera». Se trata de una fuente con esa forma situada en la zona de El Arenal, construida con mi queridísimo hierro oxidado en una zona donde cuando sopla el viento norte, esos chorros salpican a todo aquel situado a unos diez metros de distancia. Chorros que curiosamente pueden ser transparentes como el agua, amarronados como sabe dios qué, e incluso los he visto salir de un tonillo verdoso del que muchas veces me he preguntado su posible origen pero sigue siendo un misterio para mi.

Como queda al lado de un muelle usado cuando hay varios transatlánticos en el puerto, si alguna vez amarran alguno ahí hasta parece que lo tienes metido dentro de la fuente.

En su día consiguieron rematar la faena, y no precisamente para bien, con unos bonitos delfinitos vegetales con tiesto-jardinera en forma de ola de mar. Tiesto-jardinera de la misma mierda oxidada que la fuente, claro. Fue cambiar el alcalde y desaparecer los delfinitos, supongo que como suele ser costumbre, porque toda vez alcanzada la poltrona lo primero es borrar toda huella del gobierno municipal anterior. O quien sabe, a lo mejor es que no ponían el obligatorio cartelito publicitario.

Y no es que le tenga manía, es que una vez vista, requetevista y sufrida, todo el mundo llega a la misma conclusión.

Hace unos días pasé por Orense y saliendo en dirección a Trives encontré con una rotonda que llamó mi atención… vaya, la rotonda del mojón kilométrico (no confundir con otro tipo de mojones)…

Hasta ahora las habíamos visto dedicadas a jamones, pinchos, avestruces, relojes, leones, aviones, calamares, al Ché, pero palabrita que una rotonda dedicada al marcador de puntos kilométricos es la primera que veo, así de orgulloso plantado en todo el centro de la rotonda.

Llegará el día que me encuentre una dedicada a la señal de stop, a la línea discontínua o algo así, ya veréis. Lo que hacen algunos por ahorrarse la compra de una estatua.

Hasta el momento hemos visto rotondas con jamones, sputniks, avestruces, aviones, calamares, relojes y sabe dios cuántas cosas más. Sin embargo de la última visita a Lalín me traje la imagen de una rotonda que por mucho que la he visto, sigo sin saber qué es eso. Así es de lejos:

Y así es de cerca. ¿Hojas de Aloe Vera? ¿Las patas de un pulpo dadas la vuelta? ¿Tablas de Windsurf? De principio le quedará «la rotonda de los pinchos» aunque se admiten sugerencias sobre lo que representa.

Por cierto, si eres paracaidista y haces prácticas en Lalín, cuidado sobre qué caes o corres peligro de no poder sentarte en un par de meses.

Las hemos visto con cohetes, con aviones, con pepitas de oro, con el Ché Guevara, con jamones, calamares, barcos, relojes, gusanos, ¿Qué nos faltaba? Con avestruces, como la que tienen en Ponte de Lima, Portugal. Llegando por la zona de las canteras, que ahí hay mucha industria de la piedra, aparece ésta rotonda con unos bultos blancos en medio.

Bultos blancos que fijándonos mejor se transforman en avestruces con la cabeza metida debajo de la tierra. No me extraña que estuvieran asustados, a cinco metros de donde saqué la foto había un señor portugués con una escopeta de tamaño respetable, me imagino que preparándose para ir de caza. Casi me daban ganas de meter la cabeza bajo la tierra también por si acaso.

Del mantenimiento de las plantas mejor ni hablamos, que me da la risa.

Algunos pueblos y ciudades parecen tener algún símbolo que no sólo adorna sino que sirve para orientar al visitante. En Redondela es la famosa farola, en Ribeira debe ser la estatua de este leoncito porque cuando quedamos con una amiga para hacerle una visita ya nos indicó que al llegar al león, a la izquierda. Fue un buen fin de semana el que pasamos allí, con actuación de los clones de Queen incluida. Que, por cierto, ahora ya no sé si Ribeira es Ribeira o Riveira, con esto de cambiarnos cada dos por tres el nombre de las ciudades acaba uno por no tener claro si este mes toca de una forma o de otra.

No solo tienen esa estatua, también tenían otra cerca del puerto que viene siendo no sé si un huevo cósmico, un meteorito o la cagarruta de un dinosaurio encajonado entre palotes. Visto lo visto hasta me estoy planteando hacerme artista, si estas cosas las exponen, qué no harán si consigo crear algo bonito, fino, elegante y agradable a la vista (nota para los que aún creen en la inocencia del mundo actual: me moriría de asco porque no tengo enchufe en ningún ayuntamiento, fundación o similares).

No es en Finisterre, como su nombre pueda hacer creer, sino en Madeira. Allí hay muchas puntas como la de éste acantilado, donde llega una carretera llenita de curvas que acaba en una rotonda y al otro lado sólo un montón de kilómetros de mar. Eso, y unas vistas siempre llamativas de todos los acantilados de los alrededores, porque otra cosa no habrá, pero acantilados un rato largo de todos tipos.

Otra mas, ésta en Verín. No sé qué será eso del centro, pero así a ésta distancia hasta se parece a un cohete espacial de modo que la bautizamos como la rotonda del Apolo 13 desde estos momentos. Si alguien de Verín sabe qué es, agradecidos le quedamos si nos lo aclara.

Si en Santander tienen una rotonda con aviones…

Nosotros… nosotros… casi, casi… Eso sí, los bloques de granito que no falten que sin ellos no somos nadie.

Visto en Sabarís, al ladito de Bayona.

Del pasado fin de semana he sacado tres conclusiones. La primera es que menudas ganas había de sol y calorcito, fue asomar las orejas con veinte grados en el exterior y hasta se siente uno revivir tras los meses de hibernación mental. La segunda que lo de sin rumbo, destino ni horarios sigue totalmente vigente, a principio de semana tenía pensado un destino, el sabado cambió al conocer la lotería la previsión de Meteogalicia, y según fueron apareciendo cosas interesantes acabó saliendo otro recorrido diferente. Por último, recordar que por muchas rotondas horribles que hayas visto siempre puede aparecer una nueva intentando romper todos los récords. Esto es lo que encontramos a la entrada de Povoa de Lanhoso, Portugal.

Una tremenda rotonda llena no de pepitas, sino de pepotas de oro con forma de mina marítima y tamaños variados a la que la foto no hace honor en su plena fealdad, que una cosa es verla en fotos y otra muy distinta sufrirla en vivo.

En fin, tenemos algunos alcaldes en Galicia que parecen confundir mejorar las condiciones del pueblo que les ha elegido con dar rienda suelta a sus trasnochadas filias personales, como el de Oleiros, que debió quedarse anclado en los ideales revolucionarios sesenteros y ni corto ni perezoso se gasta 180.000 euros en una efigie de Ché Guevara de ocho metros de alto para decorar una rotonda. Probablemente nos hemos quedado sin gente en Galicia a quien dedicarle estatuas y tenemos que buscar fuera guerrilleros con aureola «revolucionaria» que se entretenían fusilando todo lo que se le pusiera por delante y contribuyeron al germen de lo que hoy es la dictadura cubana, esa que mantiene la pena de muerte, llena sus cárceles con presos políticos y ni permite opinar, ni llevar la contraria, esa que también defiende el susodicho alcalde. De cuánta tontería nos libraría más cultura y menos fanatismo.