Galiciaenfotos.comSin rumbo. Sin prisas. Sin horarios.

Para qué nos vamos a engañar, me encanta el casco antiguo de Pontevedra y últimamente veo esta parte de la ciudad cada vez más bonita. Menudo cambiazo de hace unos años, en que casi daba miedo entrar. Ahora está lleno de edificios antiguos pero limpios o renovados, calles por las que da gusto pasear, locales donde tomarse una caña o unas tapas y, ya de paso, entretenerse sacando fotos tanto a los edificios…

…como a cualquiera de las plazas o rincones que van apareciendo, como en este caso la Plaza da Pedreira.

También te puedes encontrar curiosidades como la «Travesía das Animas», con una pequeña capilla embutida en la pared haciendo esquina e iluminada con dos focos en el suelo. Y el musgo, claro, que le da un símbolo de identidad plenamente gallego.

Gran descubrimiento el de este pueblo, situado nada mas salir de la Rioja y entrar en el País Vasco. Queda justo en un alto, rodeado de viñas y bodegas por todas partes que por algo viven gracias al vino y a todo lo que le rodea, sean ventas o turismo.

El interior del pueblo es precioso, muy cuidado, muy uniforme, limpio, muchos negocios, bodegas que visitar, unas vistas tremendas, cualquiera que pase cerca y no lo visite es para echarle engrudo, llenarlo de plumas y pasearlo en burro por toda la comarca.

Como lo prometido es deuda, aunque sea tarde mal y a rastro (año y medio después), aquí van las fotos de los restaurantes que os encontraréis al cruzar Entrerrúas, la calle mas estrecha de Santiago: A Tulla y, oh prodigio de originalidad, el Entre Ruas.

Por supuesto también había dicho que las piedras del suelo estaban numeradas y para que lo podáis confirmar visualmente, aquí están los numeritos.

Tarde, pero cumplimos. Soy lentito, lo sé, pero tengo una impresionante memoria como la de ese animal grande que ahora no recuerdo su nombre y vive por ahí, ¿cómo se llamaban esos sitios con poca vegetación? Si hombre, que esos campos de un país que vaya, ahora no caigo dónde era, lo he visto en un reportaje que ponían en una emisora, no sé si española, la gallega, alguna portuguesa o por satélite, pero creo que por satélite yo no tengo…

Abandone toda esperanza aquel que entrare aquí, deberían indicar. Esto es la entrada al casco antiguo de San Sebastián, reinado de los pinchos, los vinos, las tapas, la cháchara y las tajadas. He podido retratar la entrada, aunque por mucho que lo intento no recuerdo cómo era la salida. Claro, no me extraña que luego la gente se vaya al espigón a esquivar las olas que saltan por encima. Qué bonita es esta ciudad, qué señorial, qué pena todos los problemas que había en el país vasco y ojalá ahora con el cambio de gobierno autonómico vayan quedando desterrados poco a poco.

Desde el paseo del río cruzamos una calle, enfilamos la «Escalinata maior», que menuda escalinata y menuda cuestecita, para llegar a la parte mas interesante de Sarria, el casco viejo donde están los albergues para peregrinos, las taperías y si seguimos subiendo acabamos en las ruinas del castillo.

Toda la calle está cuidadita, los edificios son de aspecto rústico pero nuevo, un casco viejo pequeño pero bien conservado y un pecado no visitarlo si pasáis cerca.

Hoy toca hablar de la Cidade Velha, o lo que es lo mismo, el casco viejo de Funchal. Empieza justo al final del paseo marítimo y el aspecto general de sus calles es el típico de tantos y tantos pueblos portugueses: calles estrechas, edificios bajos, casitas antiguas y alguna iglesia.

Hay mucho restaurante con terraza y por todos lados ves carteles indicativos. Este de la izquierda es de «O Jango» uno de los mas conocidos y recomendados. No son baratos, pero tampoco exageradamente caros y sí de calidad.

La construcción mas llamativa es el famoso Forte de Sao Tiago, del que ya mostré otra foto enterita. Quizá que lo hayan pintado de amarillo contribuye a que destaque un poco. Menos mal que ya no tiene funciones defensivas, sino con ese color es probable que lo distinguieran a cien millas de distancia.

Cerca del fuerte hay unas casetas donde guardan material náútico y de pesca submarina. Allí vimos como pesaban un pedazo bicho recién sacado del agua, por lo que oí creo que era un abadejo de cuatro kilos. Una vez pesado, una llamadita telefónica, precio, acuerdo y el abadejo ya tenía nuevo dueño. Me imagino que en breve sería presentado en sociedad en alguno de los restaurantes de la zona.

Hay que reconocer que Sarria me sorprendió un montón la última vez que la visité, allá por septiembre. Recordaba una ciudad, un río y poco mas. Entré por una parte llena de edificios nuevos, similar a las partes nuevas de todas las ciudades. Aparqué y me acerqué al paseo del río, hacía buen tiempo y mucha gente aprovechaba el domingo para tomar el aire y dar una vuelta. Luego fui al casco viejo (la parte alta de la ciudad) lleno de peregrinos haciendo el camino de Santiago, albergues y sitios donde tomar tapas. Mas arriba aún encontré el castillo, totalmente en ruinas, y unas vistas magníficas. Con un poco de suerte le echo ganas e iré sacando fotos que ilustren todo esto que os estoy contando.

Otras dos de Zamora, que ya que las tengo por aquí editadas hay que darles salida. Por un lado las callejas que llevan a la plaza mayor, con ese aire de calle castellana reformada y modernizada. Realmente es bonita esta zona.

De la plaza mayor seguimos caminando y aparecemos en la plaza de la catedral, otro lugar bastante fotogénico. Como curiosidad siempre que fui a visitarla me la encontré cerrada, ya es suerte la mía. A ver si un año de estos aprendo a planificar algo mejor.

Zamora es una ciudad sorprendente. Vista de lejos es ocre, sobria, castellana, no hay nada que te haga suponer lo rica, llamativa e interesante que es su interior, la cantidad de iglesias, jardines y edificios interesantes que tiene su casco viejo. Cada vez que paso cerca siempre tengo la tentación de parar un rato y perderme caminando para ver la catedral, la plaza mayor, el parador, el río, la inclinadísima calle de Balborraz y los edificios señoriales tan bien conservados de muchas calles. Incluso parece un sitio agradable para vivir, quien sabe.

He visto restaurantes que tienen ventanales hacia los parajes mas interesantes, montañas, ríos, acantilados, etc. Aquí, los restaurantes han optado por construir las terrazas directamente sobre el río. Un voladizo sostenido por unas vigas metálicas y hala, ya tenemos terracita. Visto lo visto, ahí se tiene que comer de película si la calidad del menú acompaña al diseño del comedor.

En la otra orilla está el casco viejo de la ciudad y entre ambas, el puente para cruzar el río. A lo lejos la parte nueva de la ciudad, de menor interés que esta zona que os estoy mostrando.