Galiciaenfotos.comSin rumbo. Sin prisas. Sin horarios.

En otra de esas excursiones que empiezas en un punto para acabar sabe dios dónde, el devenir de los kilómetros nos llevó a encontrarnos con esta iglesia en A Mezquita, Orense, que sin saberlo ni imaginarlo es monumento nacional desde 1931 y por lo visto tiene mas años que carracuca, viene a ser del año mil o mil y poquitos. Hay que reconocer que para lo pequeñito que es A Merca y lo avejentado que vimos el pueblo, tiene una web resultona y práctica donde podéis ver mas información de la iglesia en el apartado dedicado a cultura, turismo y monumentos.

Ganas tenía de parar en éste pueblo vallisoletano situado al pie de la A-6, varias veces lo había visto al pasar y me llamaba vivamente la atención el conjunto de un castillo ruinoso en todo lo alto, la iglesia en ruinas a medio camino y la iglesia de San Martín en primer plano, también medio en ruinas. Si alguna vez os coincide pasar al lado parar y echarle una ojeada de una horita, si no siempre podéis recurrir a la web para conocerlo un poco mejor.

Fotográficamente, el invierno me suele plantear un problemilla a nivel fotográfico como son los días mas cortos. Me suelo mover mucho y un sábado o un domingo no es raro hacer de trescientos a quinientos kilómetros (contando ida y vuelta) para ir a fotografiar un pueblo, unas playas o lo que se me ocurra. Recorrer esa distancia unido a las pocas ganas de madrugar en fin de semana hace que, a veces, cuando llego tengo que fotografiar bastante apuradito antes de que se vaya la luz solar. Sin embargo también tiene una tremenda ventaja como es la calidad de la iluminación, mucho mejor que la del verano en que el sol sube mucho más produciendo luz mas fuerte y sombras más duras. En invierno el sol está mas bajito, la luz es mucho mas suave, mas dorada y consigo directamente (sin tener que ajustar nada en el ordenador) muchísimas fotos con ese colorido vivo y fuerte que me encanta, justo como ésta en Ponte de Lima.

¿Problema derivado? Que salen fotos como churros y no paro de acumular material esperando publicación. Para que os hagáis a la idea, estamos a diez de enero y de este año ya tengo seleccionadas noventa fotos para publicar. Del año pasado casi prefiero ni contarlas…

Cada vez que cruzo España camino del mediterráneo dejo atrás un montón de pueblos castellanos que no sé porqué, pero siempre me llamaron la atención. Muchas veces me dije que unas vacaciones podía aprovechar y recorrerlos para conocerlos mejor aunque a dia de hoy esa idea sigue en el cajón de proyectos pendientes. No hablo de pueblos grandes como puedan ser Rueda o Medina del Campo, sino de otras docenas en medio de la nada amarilla y reseca (o del verde del trigo recién plantado), pequeños pueblos con sus casas antiguas, sus ruinas, sus iglesias y sus restos de castillos como éste. Seguro que volvía con cientos de fotografías aprovechables, no en vano esa zona destaca por su abundancia de colorido: ocres, amarillos, verdes, azules.

Imágenes cotidianas a veces provocan preguntas extraordinarias, como por ejemplo saber cuál es la intención de aquellos que colocan seis huchas de limosnas a la puerta de una iglesia en Viveiro, si hacernos elegir entre una de seis ranuras, si hacernos dividir la limosna inicial entre seis o es un método de marketing para que multipliquemos la limosna inicial por seis, una para cada hucha y tener contentos a todos los santos, no en vano cada ranura tiene situada encima una placa con el nombre del destinatario.

Sabiendo lo que nos gustan a todos las medidas y estadísticas, si el señor cura fuera inteligente podría poner en la puerta una gráfica con las limosnas obtenidas por cada santo semanalmente y el acumulado a lo largo del año. Sabiendo también lo que nos gusta quedar de primeros y superar al contrario, seguramente los devotos de cada santo visitarían las huchas con mas asiduidad para que su patrocinado subiera en la escala. Rizando el rizo también podríamos nominar al último cada semana para abandonar la iglesia, si no quieres que San Francisco sea nominado, envia PACO al 7777, coste del mensaje 1,5 € i.i… dios… tengo que dormir mas que ya empiezo a desvariar…

No sé qué pasa, que últimamente parecen perseguirme los cielos blancos y plomizos chafándome cualquier intento de foto decente. Madeira, Tordesillas, Viveiro, Salamanca, toma colección de cielos penosos…

Se pueden cambiar a base de Photoshop, pero hay que ver la alegría que da un día de azul glorioso con su cielo castellano, limpio, sin bruma, nubes definidas y el sol a media altura a mi espalda, el resultado cambia como la noche y el día.

Otro de las pocos puntos de interés que encontré en Tordesillas: la Iglesia de San Pedro. En medio del casco viejo encontramos esta iglesia que la destaco por destacar algo porque como ya dije es el típico pueblo castellano con calles antiguas y sensación de estar poco cuidado. Otros pueblecillos han sabido renovarse de cara al turismo y presentan mejor cara.

Como es evidente la foto ha sido retocada un poquito a base de hdr para añadirle interés dramático y hacerla mas llamativa al ojo humano.

Tras el periplo por tierras lucenses de este fin de semana he podido comprobar que, de acuerdo a las medidas adoptadas, las pilas de agua bendita de las iglesias se hallan efectivamente vacías para evitar el peligro de contagio de gripe A como así lo atestigua ésta en una iglesia de Palas de Rey. Manda carajo qué malos bichos son los virus que ni las tradiciones respetan.

Aunque la fama de las alfombras florales del Corpus se la lleva Ponteareas, hay muchos otros pueblos donde también se hacen aunque en menor cantidad y sin tanto bombo. En Gondomar, sin ir mas lejos. O en Xinzo, donde encontramos alguna calle con el suelo decorado justo delante de la iglesia. Milagrosamente sólo representan simbolos religiosos y no patatas adorando al señor, algo que conociendo la zona no me extrañaría lo mas mínimo.

Ya vimos parcialmente en el capítulo «Pisando tumbas«, ahora aquí la tenéis enterita. Según vas bordeando la costa por la C-550 en dirección a Finisterre de pronto aparece a mano derecha un cartel que pone «Hórreo de Carnota», si no vas atento es muy fácil pasarselo. A veinte metros del hórreo está la iglesia que tiene el mismo aspecto de tantas y tantas construcciones de esa zona. Ese color de la piedra, esas formas, ese musgo y esos líquenes por todos lados. En su patio delantero está el cementerio fotografiado en la entrada que os indico arriba. Decir que el interés de la iglesia es prácticamente entre escaso y nulo así que, de no estar el hórreo al lado, el número de visitas que iba a recibir se podrían contar con los dedos de una oreja.