Galiciaenfotos.comSin rumbo. Sin prisas. Sin horarios.

Ningún lugar o cuántos lugares iguales, recorriendo carreteras comarcales de la provincia de Lugo en otoño-invierno (hay que ver qué entretenimientos tienen algunos, pudiendo quedarse en casita calentito viendo la tele) hay veces que tienes una sensación múltiple y reiterada de «por aquí ya he pasado». Un montón de pueblos podrían corresponder a esta misma fotografía: prados verdes alrededor, construcción típica de aldea gallega, techos de pizarra, niebla y poalla. Estéticamente bonito, pero no apto para depresivos.

Aunque viendo el poste kilométrico éste sí que podría ser considerado un ningún lugar: ni carretera, ni kilómetro, ni ná de ná.

El interior de Pazos de Arenteiro es similar a bastantes pueblos de Galicia en cuanto a estética y tipo de construcción. Si lo ves y no te preocupas por averiguar nada más, te quedarás sin saber nada del esplendor que tuvo en la Edad Media gracias a la presencia de los Caballeros de Malta.

Se percibe que en su día debió haber capital, dadas las dimensiones de las casas, pazos, blasones y nombres: Palacio de la Encomienda, Pazo de los Cervela, Casa de Arriba, etc. Esta última en su día fue construida con cuatro chimeneas, símbolo de la importancia de la casa, y una hubo de ser derribada para no competir con el Palacio Real de Madrid que tenía las mismas.

Cuando un pueblo se llama así…

Es cuestión de tiempo que aparezca el simpático del spray dispuesto a renombrarlo asá…

A mi no me miréis, que ya estaba pintado cuando llegué.

Como sorprendente podríamos calificar este pueblo en los alrededores de Celanova. Desconocía su existencia y al acercarnos, de pronto se nos aparece un tremendo torreón medieval en medio de las casas.

Alejándonos un poco mas se ve mas el efecto que causa la torre sobresaliendo justo ahí.

Como pueblo es pequeñito, rural, están renovando partes y desde la torre hay unas vistas de impresión. Si pasáis cerca no os lo penséis y hacer una paradita aunque sólo sea por echarle una ojeada.

Podría ser Andalucía, pero no, es en la provincia de Avila y creo que el pueblecito se llamaba San Juan de la Nava. Mucho me sorprendió esta zona, tanto por la sierra de Gredos como por los pueblos blanquitos al pie de las montañas, que sólo imaginaba mas al sur. Otra de las cosas que me dejó asombrado fue lo seco y desértico que estaban los campos de castilla esa época (primeros de octubre), como ya había mostrado antes.

Cada vez que cruzo España camino del mediterráneo dejo atrás un montón de pueblos castellanos que no sé porqué, pero siempre me llamaron la atención. Muchas veces me dije que unas vacaciones podía aprovechar y recorrerlos para conocerlos mejor aunque a dia de hoy esa idea sigue en el cajón de proyectos pendientes. No hablo de pueblos grandes como puedan ser Rueda o Medina del Campo, sino de otras docenas en medio de la nada amarilla y reseca (o del verde del trigo recién plantado), pequeños pueblos con sus casas antiguas, sus ruinas, sus iglesias y sus restos de castillos como éste. Seguro que volvía con cientos de fotografías aprovechables, no en vano esa zona destaca por su abundancia de colorido: ocres, amarillos, verdes, azules.

Este es el pueblo al que me refería cuando habré del diferencial ecológico. Llegó sin esperarlo y se fue sin dejar huella en mi memoria, recuerdo que tenía un puente, un río, ese horreo, un monasterio en ruinas y poco mas. Si alguien sabe a qué pueblo me refiero le agradecería que me lo dijera, por pura curiosidad.

Desde entonces algo que sí he aprendido es, vaya donde vaya, fotografiar un cartel que me permita identificar luego donde estaba. Una foto en baja resolución casi no ocupa espacio y me sirve para ir rememorando el camino recorrido.

A pesar de ser pequeño, encontrarse en medio de la nada y cortado en dos por una carretera nacional, el pueblito de Viascón siempre tendrá un huequito en mi corazón (aunque suene horriblemente cursi). Por circunstancias laborales, hace unos años rara era la semana en la que no tenía que ir a Silleda o Lalín, algo que partiendo desde Vigo es un verdadero tostón. El viaje se divide en tres etapas de unos 33 kms cada una. Primero autopista a Pontevedra, luego llegar a Cerdedo por una carretera con una impresionante cantidad de curvas y unos kilómetros mas adelante coger la desviación de Cachafeiro para el último tramo, con aún mas curvas que el anterior, varias de ellas con giros superiores a los 180 grados. Si ir a primera hora de la mañana resultaba una lata, volver tras haber trabajado allí todo el día se convertía en un suplicio de curvas y contracurvas, deseando llegar a Pontevedra lo antes posible y dejando atrás todos los límites de velocidad habidos y por haber. Todos, menos dos, el de Cerdedo y el 50 por hora de Viascón, que eran sagrados. Este porque el pueblo aparece en plena carretera nacional después de una curva en bajada sin visibilidad y era el primer lugar de todo el recorrido donde, si yo fuera guardia civil, me pondría con un radar. Tras la curva y una breve rectita pasas el pueblo, recta larga en bajada, línea discontínua, pie derecho al fondo y que se prepare el de delante…

Del pueblo poco mas se puede decir. Cuatro casas, un bar, un puente y una iglesia en lo alto, que es lo que vemos.

Provincia de Lugo. Carretera cualquiera. Pueblo pequeño cualquiera. Mismo aspecto que cualquier otro. Hay a quien le encantan estos pueblos, hay a quien le horripilan. Particularmente creo que un pueblo cayéndose de viejo tiene poco interés. Quizá porque de pequeño, en la aldea de mis abuelos, me pasé mucho tiempo por calles como éstas, viendo casas como éstas y paisajes como éstes.

Y digo bien, porque esta es la foto típica de un pueblo de Lugo, con la arquitectura típica de los pueblos de Lugo, la pizarra en los tejados típica de los pueblos de Lugo, hierba de Lugo, árboles de Lugo, ambiente de Lugo, etc. Es lo que tiene ir a un pueblo de Lugo y sacar la foto típica, que te sale la típica foto de un pueblo de Lugo… ¿o eso ya lo he dicho?