Relojes y milarios
Escrito por: Jc | Categoría: Orense | Publicado el: 17-12-2010
Dos cosas destacarÃa de la última visita a Puebla de Trives, hace un mes. Bueno, tres, pero una de ellas es lo bien que me sentó un café calentito con el frÃo que hacÃa fuera y al ser una sensación inmaterial de momento carezco de la técnica necesaria para fotografiarla, aunque no perdemos la esperanza. La primera es la torre del reloj, tan bonita como siempre en el centro del pueblo al anochecer. Y con la frase anterior no pretendo indicar que la torre está en el centro del pueblo sólo al anochecer o que a otras horas se desplace de ronda por las callejuelas, es que cuando me encuentro en la misma frase con objeto directo, indirecto, complemento del nombre, imperfecto y un pluscuamperfecto subordinado, al final siempre me acabo liando con el orden de las cosas.
La torre del reloj se llama asà porque es una torre y tiene un reloj (hoy se nota que tengo el dÃa ciertamente agudo) pero no un reloj cualquiera, sino un Seiko. Espero que no sea un Seiko Kinetic de esos que se carga la pila con el movimiento, porque vista la absoluta quietud de la torre, mal irÃa el asunto.
El otro hecho destacable fue la aparición por las calles interiores de un par de miliarios, que hay que ver cómo aparecen miliarios por todos lados últimamente, de los cuales no tenÃa recuerdo a pesar de haber pasado unas cuántas veces por este pueblo. Se ve que como uno venÃa generalmente a pegarse el tute esquiando en Manzaneda, cuando bajaba de la estación invernal hecho una piltrafa ni los miliarios reconocÃa.
Para distinguirlos, al anterior le llamaremos «Miliario A» y al subsiguiente, «Miliario B» como si fuera un libro de familia moderno con progenitores A y B. Véase como con éste han hecho bien cercándolo con una verja y cuatro postes dado que hay tráfico por los alrededores y uno de los postes ha evitado que una tragedia alcanzara al cilindro de piedra y, por extensión, a la civilización occidental que perderÃa un resto de historia viva. Aunque bueno, viva es un decir porque el piedro me tiene pinta de estar más muerto que carracuca. En todo el tiempo que estuve allà ni se movió, ni pestañeó, y eso es francamente muy mala señal.