Galiciaenfotos.comSin rumbo. Sin prisas. Sin horarios.

Si el caballito de ayer pastaba tranquilamente, la vaquita asturiana de hoy no se le queda atrás. Ella a su faena y aunque pasáramos al lado ni se inmutaba. Me paré a sacarle unas cuántas fotos y feliz a lo suyo, es que me ignoró totalmente. Casi mejor, porque con esos cuernos a ver quien le lleva la contraria. Encontrarme frente a un ser de quinientos kilos con cuernos y mala leche (nunca mejor dicho) no es precisamente el mejor plan para un fin de semana.

Hace tres o cuatro años tuvimos una tremenda ola de incendios en verano, aún hay gran parte del territorio que muestra las señas de aquella desgracia que convirtió muchos paisajes insulsos en paisajes insulsos quemados.

No sé qué nos pasa en Galicia, que el número de pirómanos es tremendamente alto. Cada año detienen a unos cuantos y no son las tan denostadas empresas madereras, sino seres de lo mas curioso: una señora de setenta años que planta fuego al monte cuando se aburre, un abuelo de setenta años que planta fuego al monte porque se aburría, un señor mayor que le dio por prender fuego al monte al no tener otra cosa mejor que hacer y gente similar que, por cierto, a los dos días están en libertad con cargos y un mechero en el bolsillo. Recuerdo que cuando era pequeño, en el pueblo de mis abuelos todo el mundo conocía al famoso Bastián, que se entretenía prendiéndole fuego a todo lo que podía y nadie hacía nada porque «él era así…».

Cuántas veces paseando por campos, montes o prados se encuentra uno con caballos y no solo no escapan sino que posan encantados de la vida, debe ser que tienen costumbre de ver gente o son mansos porque ni una ojeada te echan. Ellos a lo suyo, que es comer tranquilamente. Las vacas ya es otro cantar, cuando te acercas son mas propensas a irse. Y de las ovejas mejor ni os cuento, son de lo mas cobarde: en cuanto te sitúas a menos de cien metros ya las ves escapando.

Quizá uno de los pueblos mas escondidos a los que he ido es del Os Baos, en la provincia de Lugo. Tras recorrer muchos kilómetros de carreteras secundarias por la Ribera de Piquin acaba uno llegando a un mirador desde el que se ve el pueblecito allá abajo. Hale, a bajar otro tramo de carretera para llegar a un sitio donde hay cuatro casas y una iglesia, y todo porque en esa iglesia había algo interesante que ver. También hay que reconocer que al haber ido en otoño, las brumas y el colorido de la zona ponía los dientes largos a cualquiera.

Revisando los catálogos de fotos me doy cuenta que al visitar muchas veces la misma ciudad, en este caso Orense, acaba uno juntándose con «cienes y cienes» de imágenes del mismo sitio aunque en condiciones diferentes. Tengo el Puente Romano que veis en la foto en versiones con sol, con nubes, con lluvia, con gente, sin gente, con trenecito turístico, desde arriba, desde abajo, desde cerca, desde lejos, de frente, de perfil, con mucho río, con poco río, en panorámica, coño, si parezco el anuncio de la cocacola…

Desde pequeño, cuando en mi casa decían que algo parecía «La casa de la Troya» venía siendo un sinónimo del summum del desorden o, en su defecto, un lío monumental. Originariamente, la casa de la Troya era una residencia de estudiantes de Santiago y sabiendo cómo es la vida en las ciudades universitarias nos hacemos a la idea del porqué. Como no hay texto sin foto, aquí tenéis la fachada de la susodicha casa, hoy convertida en museo con su correspondiente página web.

También hubo dos películas sobre las aventuras y desventuras de los estudiantes allí hospedados, una en 1925 y otra en 1959. Muy recomendable que veáis en estos dos enlaces como cambiaba el mismo argumento treinta cuatro años después.

En tiempos de crisis, cuando no hay que buscarse las lentejas pero falta pasta para pagar agencias de publicidad, se imponen las soluciones ingeniosas y cercanas para llegar a la gente. Una cuartilla, un rotulador, un trozo de cinta adhesiva y a sembrar las calles se ha dicho. Llamativo, lo que es llamativo, no es, pero por lo menos se lee bien y demuestra una actitud proactiva, de búsqueda de cliente, y no reactiva, de estar sentado a ver si aparece alguno de chiripa.

Este año hasta la virgen se ha puesto de parte del FC Barcelona, que ganó todo lo ganable: liga, copa y copa de Europa. Cuando las ayudas te vienen desde lo mas alto, el resto de equipos ya pueden patalear lo que quieran pero no tienen nada que hacer.

Bromas aparte, esta es otra de la serie dedicada a la imaginería portuguesa que, como os he contado otras veces, hacen los santos muy a su manera.

Sigo insistiendo, si no sabes qué fotografiar, vete a un río. Tienes agua, corrientes, cascadas, bosque, rocas, mucho verde, reflejos, incluso aquí cerca de Pontecaldelas colgaba un columpio de un arbol para tirarse a una pequeña presa. El sitio perfecto para entretenerse, pasar el rato, respirar aire puro, despejar la cabeza y volver con una buena colección de fotos.

Si la burocracia fuera deporte olímpico, estoy convencido que España sería medalla de oro una y otra vez sin rival posible. Os voy a poner un ejemplo: una empresa asociada que se dedica a la ingeniería (nada complicado ni peligroso, tiene ingenieros en plantilla que le enchufan un portátil a un robot o autómata y programan lo que tiene que hacer) tuvo que desplazar dos trabajadores a la otra punta del pais para un breve trabajo de mantenimiento consistente en reprogramar una máquina que hace puertas de coche. Administrativamente supuso tener que enviarle ¡¡¡31 DOCUMENTOS DISTINTOS!!! a la empresa fabricante de las puertas, e incluso como esos documentos hacen referencia a los trabajadores, algunos tenían que ir por duplicado (uno por trabajador). Certificados de la seguridad social, de la agencia tributaria, riesgos laborales, seguros de una cosa, de otra, justificantes de pago de una cosa, de otra, de la de mas allá, fichas, titulaciones, declaraciones de la empresa, declaraciones del trabajador, declaración del cura de la parroquia, declaración de mi tía de Cuenca, comprobantes, reconocimientos, cursos realizados, entrega de EPI’s, material a entrar en fábrica y un sin fin más de papeles. Cada desplazamiento de un trabajador es un sin vivir administrativo y como cada comunidad autónoma tiene sus normas propias, al final no se sabe si los trabajadores cumplen todas las normas necesarias, si alguna se quedó atrás o incluso si alguna que cumplen en su comunidad es distinta en la comunidad vecina, arriesgándose a inspección y multa. Llega un punto en que no se sabe si es mejor trabajar o quedarse en casa para no correr riesgos. Quien se pregunte porqué a la gente le resulta difícil crear empresas y trabajar ágilmente, es fácil encontrar respuestas. En Australia puede crearse una empresa en 2 días, en Canadá en 3 días, en Dinamarca y EE.UU. en 5 días, en Francia 8 días de trámites, en España… 47 días. Vale, vale…