Galiciaenfotos.comSin rumbo. Sin prisas. Sin horarios.

Y claro, luego pasa lo que pasa, que te joden las vistas.

Visto en Arcade, al lado del puerto.

Como última fotografía del recorrido por el Monte Aloya dejo una de la «Casa Forestal Ingeniero Areses», diseñada por el ingeniero Rafael Areses de Tuy hace casi noventa años con unas formas bien curiosas. Actualmente es el centro de recepción de visitantes y en ella se puede ver abundante información sobre el parque y su historia.

Mucho me llamó la atención una señal en un lateral de la carretera. De haber llevado encima mi rotulador gordo hubiera modificado el aviso dejándolo en «Evite atropellar a los reptiles y a mi suegra que son de la misma especie». Por si acaso, que nunca se sabe.

En la calle El Expolio de Salamanca, al ladito del Archivo General de la Guerra Civil está la entrada a un edificio que si bien por delante resulta de lo mas normal, por la parte trasera es francamente espectacular: la Casa Lis. De noche, con todo iluminado, ya ni os cuento. Se trata de un edificio abandonado durante largo tiempo y rehabilitado en los 90 para convertirlo en museo de Art Noveau y Art Deco. En el interior hay colecciones de cuadros, fotos, figuras de cristal, juguetes, muñecas y un largo etcétera. Tantos, que llegan a aburrir salvo que seas un forofo total. Sea como sea sólo por ver el edificio ya vale la pena los tres euros que cobran por la entrada. Como era de esperar tampoco dejan sacar fotos, ni siquiera introducir la cámara. ¿Cuándo se darán cuenta que las fotos es más y más publicidad gratuita?

Hay un dicho según el cual cuando tienes un reloj siempre sabes la hora pero cuando tienes dos, no. ¿Y con tres? Peor aún si cada uno señala una hora diferente.

No es mala idea la que tuvieron en Salamanca para certificar la propiedad de una casa. Ni notarios, ni escrituras, ni leches, escrito en una piedra de la fachada de la casa y a ver quien es el guapo que dice que no es mía y de mi mujer.

Como lo vea alguien del gobierno igual tiene la feliz idea de intentar reimplantarlo para reducir el coste de la vivienda eliminando el paso por la notaría. Por supuesto el gremio de los notarios se cabrearía, amenazaría con montar un follón y el gobierno daría marcha atrás dejando que, como es habitual, paguen los de siempre. Incluso nos lo venderían como un favor a nuestra salud, porque si nos permiten ahorrar dinero podríamos gastarlo en vino que es malo para el hígado o tabaco que es malo para los pulmones.

Además de la de Salamanca, hay otra en la isla de La Toja. Es una ermita y se llama así porque las paredes están completamente llenas de las típicas conchas del peregrino. Toda la casa, de arriba abajo. Según comentan es tradición firmar en alguna de las conchas, aunque habiendo pasado ya tanta gente por aquí, salvo que midas dos metros veinte dudo que encuentres hueco para la firma. Así que ya sabéis, el que venga a la Toja que se traiga un bote de tippex además del rotulador para firmar.

Desde pequeño, cuando en mi casa decían que algo parecía «La casa de la Troya» venía siendo un sinónimo del summum del desorden o, en su defecto, un lío monumental. Originariamente, la casa de la Troya era una residencia de estudiantes de Santiago y sabiendo cómo es la vida en las ciudades universitarias nos hacemos a la idea del porqué. Como no hay texto sin foto, aquí tenéis la fachada de la susodicha casa, hoy convertida en museo con su correspondiente página web.

También hubo dos películas sobre las aventuras y desventuras de los estudiantes allí hospedados, una en 1925 y otra en 1959. Muy recomendable que veáis en estos dos enlaces como cambiaba el mismo argumento treinta cuatro años después.

Y fíjese si es para entrar a vivir la casa que anuncian, que las llaves las dejan justo debajo. Visto en A Guarda.

Dícese de aquello heterogéneo, reunido sin concierto. Como las ramas del arbolito, que todo lo llenan y en blanco y negro aún mas, todo lo llenan con su caos. Casas antiguas de Ribadavia, mas arbolito, mas blanco y negro, mas grano fino, todo sumado da esta imagen: