Galiciaenfotos.comSin rumbo. Sin prisas. Sin horarios.

Aquí tenemos el paradigma de lo que es una playa aislada, solitaria y de no excesivamente fácil acceso: el Arenal de Trece, cerquita de Cabo Vilán, y mas concretamente entre Cabo Veo y Cabo do Trece. Tiene unas cuántas dunas y lo mas destacado es el Monte Branco, ese de la derecha.

¿Porqué recibe tal nombre? Ni mas ni menos que por tener ese depósito de arena casi hasta la cima, depósito que no es tal, sino una duna remontante. ¿Y de donde sale la arena? El viento la sube hacia la parte superior de la montaña a unos cien metros de altura. Ese día yo me acosté sabiendo una cosa más, porque nunca antes había visto una duna similar ni sabía de su existencia.

Aún mas allá de la refinería encontramos la «Playa de la Memoria» con unas dunas de arena, caminitos de tablas y un tremendo obelisco allí plantado.

Este obelisco sirve para conmemorar que en 1832, durante la Guerra Civil Portuguesa, el rey Don Pedro IV desembarcó aquí con su hombres para restaurar el régimen liberal en vez del absolutista gobernado por su hermano Miguel I. Y es que en Portugal, la historia del país debe ser entretenidísima de estudiar porque había cada culebrón impresionante.

A cualquiera que le nombres Corrubedo lo primero que le vendrá a la cabeza es la gran duna de la playa, probablemente lo mas destacado del pueblo. Actualmente la duna está totalmente protegida, no puedes ni acercarte bajo amenaza de multa entre 600 y 6.000 euros. Lo que es subirse ya ni te cuento. Si te pillan encima de ella es mejor que huyas como alma que se lleva el diablo, vendas la casa y emigres a otro país o te habrán caído encima las siete plagas de Egipto.

Para llegar, desde la carretera general encontramos un desvío hacia la izquierda señalizado como «dunas». Mas fácil imposible. Por ahí se va hasta un aparcamiento del que sale una pasarela hasta el mirador de la gran duna (gran y única, añadiría yo), que es eso amarillo del fondo.

Así visto no parece gran cosa, pero desde el colegio de Corrubedo hay una vista que nos permite dimensionarla mejor. En la primera foto, la parejita se dirige al mirador que está al fondo de todo. En esta foto podéis ver la pasarela a la izquierda, a media altura, y acaba en un vallado que viene siendo el mirador. Grande, lo que se dice grande, sí que es. Arena hay para aburrir.

Según pone un cartel mide veinte metros de altura y en sus mejores tiempos llegó a medir sesenta. Hasta los años noventa retiraban arena alegremente para usarla en la construcción (me imagino lo que durarían enteras las paredes hechas con cemento y arena cargada de sal, luego se descascarilla la pintura y nos preguntamos porqué será). Es más, ni siquiera estaba protegida, se podía ir con los amigos hasta el mismísimo pie, subir y, lo mejor de todo, bajar a rebolos (rodando) por la ladera…

El día que toca día despejado y luminoso podemos encontrar alguna playa que no tiene casi nada que envidiar a playas requetefamosas del mundo entero incluyendo las del Caribe. Arena, dunas, mar azul, un agua cristalina, todo igualito salvo una excepción: el agua del mar en Galicia está horriblemente fría. No exagero al decir que hace años que no me baño en las playas gallegas, yo soy mas de piscina o agua calentita y si meterme donde cubre mas de las rodillas se me hace un suplicio, prefiero ni pensar lo que me pasaría si el agua fría me moja el «termostato».

Mas de una vez habremos oído comentar esa historia según la cual la hierba es muy importante porque «fija el suelo», evita que el suelo se desplace, que las lluvias se lleven la tierra y tal y cual. Siempre pensé que debía ser un poco exagerado porque una mierdita de hierba mucha raíz no puede tener. Hasta que pasé por una playa portuguesa y la duna dejaba ver las raices de las pequeñas plantas que habían crecido en su superficie.

Pedazo raices, sobre todo si las comparamos con la longitud de la planta como podéis ver aquí abajo. Con esas dimensiones no me extraña que fijen la tierra bien fijada y ahí no se mueva nada sin permiso de la autoridad.