Galiciaenfotos.comSin rumbo. Sin prisas. Sin horarios.

Llegamos a Viana y nos encontramos éste panorama… madre mía, ¿qué sucede aquí? Pero si estamos en 2010 y el rodaje del refrito de «Los pájaros» no estaba previsto hasta el 2011…

Pues no, es un señor de edad avanzada dándole de comer una bolsa grandota de pan a las gaviotas, que ya véis cómo se ponían y cómo se reunían a su alrededor con tal de llenar el buche. Claro, así luego hacen la digestión y ¿donde van a hacer sus necesidades? Encima de mi coche, faltaría más.

En Madeira me llamó la atención lo escaso del bicherío. Pocos insectos (salvo cucarachas), pocos perros, pocos gatos, palomas y unas cuantas gaviotas. Una de ellas me dejó alucinado por su agresividad. Pilló a una paloma por banda en la desembocadura de un torrente y la emprendió a picotazos con ella hasta matarla allí mismo. Una vez muerta, la destripó y se dispuso a darse un festín ante nuestros ojos. Si ya le tenía poco cariño a las gaviotas, ahora mucho menos. He aquí la imagen del crimen.

Este bicho, aunque feo, era mas agradable y amistoso. Otra cosa no sé, pero lagartos había un montón, la mayoría de este tipo con pintas verdes sobre fondo negro. Debían estar acostumbrados a la presencia humana porque se dejaban fotografiar con toda naturalidad.

En el Jardín Panorámico pudimos ver otro hecho curioso. Un par de turistas echaron dos palos de helado al suelo, aparecieron una docena de lagartijas y no veáis cómo chupeteaban los restos de chocolate. Incluso una abrió la boca, mordió uno de los palos, lo levantó en peso y se escapó de las demás con su botín. Así se le indigeste por choriza.

Y mas curiosidades. En el Jardín Botánico, un pavo real se paseaba tranquilamente entre las mesas de la cafetería esperando a ver si le caía algo por su cara bonita. Es fascinante la tranquilidad y majestuosidad con que se mueven estas aves, como haciendo equilibrios en sus patitas.

Y cayó, cayó, le echaron el resto de un helado de chocolate, ni corto ni perezoso empezó a picotear en él y se lo comió delante de nuestras narices. No me extraña que el animalito esté tan redondito, lucido y hermoso.

Aquí tenemos una gaviota, tal y cómo la encontramos en un parking de Ribeira. En principio pensé que había fallecido de muerte natural, porque si te dan con ese palo y luego te pasan por encima con un coche, lo mas natural es que te mueras. Consultado el libro «Asesinatos para torpes» parece ser que cuando quien maneja la estaca no es uno mismo, pasa a la categoría de crimen. Vayamos pensando en llamar a la mismísima Jessica Fletcher a ver si encuentra el causante de la escabechina.

Este sábado, siguiendo la costumbre de visitar exposiciones cuando se pueda, vi una obra que me dejó asombradísimo. De lejos pensé que eran fotos de figuras humanas, pero no, eran fotos de (perdón) cagadas de gaviota con forma humana. Te situabas a dos metros de distancia y veías la figura de una persona, dos personas en otra, una embarazada, un corredor, una bailarina birmana (palabrita)… estas son las obras que me gustan, las que me sorprenden y me hacen pensar, por eso el título del post no es despreciativo sino descriptivo. Asombrado me quedé por la ocurrencia del autor y por el proceso de la búsqueda de la figura humana en la mierda de gaviota. ¿Quién dijo que estaba todo inventado en el arte?

Pregúntame, pregúntame…

Qué bonito es dejar el coche aparcado cerca del puerto y encontrarlo así. Que lave mi coche una vez cada seis meses (o cada ocho si es año bisiesto) no quiere decir que me lo puedan dejar hecho una porquería impunemente. Además, teniendo tantos cristales, capó, techo y maletero, ¿porqué siempre apuntan al parabrisas? Malas pécoras, eso es lo que son.

¿Qué son las fotos minimalistas? Aquellas muy sencillas, de líneas rectas, bloques de color o textura similar, con pocos detalles que llamen la atención. Aquellas que destacan precisamente por su simplicidad, o lo que es lo mismo, todo lo contrario que aquella de Ribadavia. O lo que sigue siendo lo mismo, pero un mismo distinto que el mismo anterior: como ésta de Vilapraia de Ancora. Con su toque de gaviota. No será impresionante, pero no se puede negar que simple sí es.

Llegados al puerto de Finisterre nos encontramos este panorama: una barca se ha pasado de frenada, no se sabe si llegando o saliendo, la gaviota contempla con curiosidad los restos del desastre. Ningún paisano alrededor, como si aquello no fuera con nadie. El que lo entienda, que me lo explique.

La reina de los puertos gallegos. Es cierto que no les tengo mucho cariño (los que tengan un coche oscuro sabrán porqué), pero no vamos a negar que tienen arte para posar las muy jodías…