Galiciaenfotos.comSin rumbo. Sin prisas. Sin horarios.

Con esto de vivir al ladito de Portugal de cuando en cuando me entran ganas y pego un saltito al país vecino para comprar alguna de las especialidades que no son tan habituales a este lado del Miño, como puedan ser la mantequilla salada, alguna especialidad de queso o la Broa de Avintes, una especie de pan hecho con harina de maíz, de centeno y malta que aunque parezca de broma, tiene su propia cofradía. Es superdenso, lo corto en rebanadas finas, añado queso y miel, un vasito de Mateus y hala, a seguir viendo la vida pasar.

La primera vez que fui a Costa Nova me encontré antes con el faro de Barra, que queda allí al lado, en la entrada a la Ría de Aveiro. Era uno de esos viajes sin destino ni rumbo fijo tan míos, sin GPS, guía ni habiendo consultado anteriormente la zona a visitar, a mi aire y sin horario, así que me sorprendió un montón encontrar allí un faro impresionante. Lo miré, lo admiré, le saqué fotos y a otra cosa mariposa. A posteriori me enteré que con sus 66 metros de altura es el faro mas alto de Portugal y el tercero del mundo, se puede subir por una escalera de caracol o un ascensor interior. Leches… con lo que me gusta subir a todos lados y no lo sabía… esto no quedará así…

Al hablar de vinos en Portugal lo primero que nos suele venir a la mente son los de Oporto, luego los vinos verdes y sin embargo para mi el gran descubrimiento ha sido los cuasi desconocidos vinos del Alentejo. Desde mis escasos conocimientos enológicos como mucho puedo decir que son tintos, densos y mas suaves que los Riojas o los Riberas del Duero. Si te encuentras con una de estas, mucho cuidado, que el cuerpo se acostumbra y luego no quiere los tetrabriks del «Tio de la Bota».

Otro viejo conocido de la casa es el Periquita, nombre comercial donde los haya. También está bueno, pero me gusta mas el Monte Velho. Como podréis apreciar, como crítico no me ganaría la vida. Si no cubriera mi total y absoluta ausencia de refinamiento con un barniz de urbanidad, sería de esos que cuando le echan un culín de vino en la copa para probarlo, mira al camarero con ojos de «tú te quieres quedar conmigo» y le pide que le eche como dios manda que aquello es una copa de vino y no un bebedero de gorriones.

Acostumbrado a viajar a Portugal cada dos por tres, ésta es una de las imágenes que se repiten pueblo tras pueblo, ciudad tras ciudad. Las calles empedradas, estrechas, esas casitas bajas, antiguas, una de piedra, otras pintadas y otras encaladas. Ya sea Valença, Viana, Oporto, Amarante, Aveiro, no hay ciudad sin su barrio como éste.

Portugal nunca dejará de sorprenderme. Lo mismo que te puedes encontrar muestras de mucha pobreza o un paisano destripando una vaca al borde de la carretera, también puede aparecer entre los pueblos de Ningunaparte y Quintopino una preciosa casona como ésta, al lado de la carretera, sin ningún indicador ni aviso previo. Ese cartelito que hay en primer plano ya lo deja claro: me quedé con las ganas de visitarlo. Tras haber visto muchas películas de «hombre corriendo hacia la verja de salida perseguido por varios perros grandes» opté por sacar una foto desde la puerta y a otra cosa, mariposa.