Galiciaenfotos.comSin rumbo. Sin prisas. Sin horarios.

Tremenda desgracia la de ayer domingo. Al empezar la temporada de buen tiempo empieza la temporada de visitas a mi chiringuito playero favorito, gloria bendita por su situación casi frente al mar, por la comida y por el servicio. Tenían un chico joven prácticamente dedicado a atender a las mesas, con su PDA iba tomando los pedidos, los recibían en la barra y desde ahí otros dos camareros los iban sacando a las mesas. Siempre estaba el camarero de la PDA atento, siempre con la vista levantada buscando si alguien necesitaba algo y los otros de paso que repartían, al volver recogían las mesas que habían quedado vacías, las limpiaban y no veías ni un papel en el suelo. Si a eso le sumas que los precios eran comedidos, a poco sol que luciera allá nos íbamos a disfrutar un rato.

Peeeero… no siempre las cosas discurren como uno quiere y este domingo, al hacer nuestra primera visita del año hemos podido comprobar con pesar primero y horror después que el equipo de camareros ha sido reemplazado por otros tres cuya principal característica parece ser la incapacidad para desarrollar su trabajo normalmente. Tardaron una eternidad en atendernos, dos eternidades en traernos de comer, antes te traían la bebida con algo de picar y así esperabas más contento la llegada del papeo, ahora todo junto y muuuuy tarde sin siquiera habernos recogido ni limpiado la mesa. Como antes, sólo uno de los camareros toma pedidos, pero en un bloc mientras que la PDA lucía triste y solitaria junto a la caja registradora. Iba y venía con la cabeza gacha de modo que llamar su atención para pedir algo era poco menos que misión imposible. A uno de los encargados de repartir lo vimos varias veces mesa tras mesa preguntando quien sería el destinatario del contenido de su bandeja. En el suelo, un montón de papeles. Mas de veinte minutos para traer los cafés. A la hora de pagar habían apuntado lo de dos mesas juntas y no cuadraba. Se pone el camarero a hacer números y me dice el importe de mi mesa y la del vecino. Oiga, a mi me cobre lo que consumo y al vecino lo suyo que para algo se lo comió él…

Prefiero no creer que el cambio de camareros es obra del dueño por ahorrarse un dinero. Yo les daré una segunda oportunidad, porque el sitio lo merece, si continúan igual… bye, bye.

En varias playas portuguesas conservan restos de molinos de viento, han sabido aprovecharlos manteniéndolos bien o rehabilitándolos, se pone un paseo de maderitas, unos bancos y hala, ya tenemos otro sitio para que la gente pasee, ande un poco, se saque fotos y tome el sol ricamente. Si en la otra esquina del paseo ponemos un chiringuito donde haya martinis, la mañana del sábado puede bordear lo perfecto.

Lo que no conservan son las aspas, y es una pena porque ver todos estos funcionando a toda mecha tiene que ser todo un espectáculo.

Hay que ver cómo se agradecen esos primeros rayitos cuando por fin notas que el sol ha dejado de ser el de invierno que sólo ilumina y ya es sol de primavera, que además calienta. Ese momento en que al mediodía te sobra la cazadora o el abrigo, presagio de días mas largos y tiempo mas agradable. Este miércoles ha sido el primer día con esa sensación, nada mejor para celebrarlo que coger cámara y aprovechar la hora de comer para sacar unas cuántas fotos cerca de la playa. A prepararse, que la primavera promete. Y como para el de semana dan bueno, seguiremos por ahí de paseante.

A mediados de Playa América, entre unos cañaverales, desemboca el río Muiños. Hay un pequeño puente que permite cruzar ese riachuelo al lado de una escuela de vela y bajo ese puente, además de los patos, suelen verse unos bichitos de lo mas pintoresco. De uno en uno o de dos en dos las ves discurrir entretenidas buscando comida o dándose un garbeo mientras las observo con curiosidad porque a mi, por muy asquerosillos que sean, todo bicho (salvo mi suegra) me llama la atención.

Primer día del año y, como es tradición, nunca falta alguien bañándose en las frías aguas de Playa América. Mi mas sincera enhorabuena a la pareja por sus aptitudes natatorias y resistencia contra el frío. A mi ya me cuesta entrar en verano, casi prefiero ni imaginarme lo que debe ser meterse en el agua a uno de enero.

Uno de enero, uno de enero… ¿a qué me suena eso? Coño, si estamos de segundo cumpleaños…

Aquí va una panorámica del pueblo de Camelle, en Coruña, hecha de dos fotos unidas con el Autostitch. Es el típico pueblo pequeñito de la Costa da Morte con sus casitas, puerto, barcas, etc. Pasé por él hace un mes para visitar el museo de Man, el alemán, pero con esto de la acumulación de fotos realmente no sé cuando saldrá publicado. Paciencia, que todo llegará.

Qué curioso, hoy las clases suspendidas en Galicia por el temporal, nieva por toda España y el domingo pasado estaba en la playa, dando una vuelta por una zona preciosa de Matosinhos (al lado de Oporto), sacando fotos al mar, a las rocas y al cielo azul aprovechando que la posición y la intensidad de la luz del sol iluminaban de una forma impresionante todo un trozo de costa que me encanta. Y a partir de ahí la que puede montar en dos días una ola de frío siberiano con mala leche, además la muy jodía viene en medio de la semana con lo que me quedo con las ganas de ir en su busca.

Llegados al pie del peñón de Ifach, y haciendo valer mi lema «si se puede subir, subimos», me acerqué hasta el centro de visitantes, esa construcción que se puede apreciar en la parte izquierda del peñón un poco antes de la pared vertical. Desde allí saqué una panorámica que ya fue publicada mientras que a la derecha se puede ver una playa mas pequeñita, la Fossa. Cuidada como todas las playas de esta zona, con agua limpia y calentita, tiene la desventaja que suele haber mucha gente, al estar orientada al este los edificios le hacen sombra muy pronto y el problema del agua calentita: las medusas. Me comentan que desde hace dos años son una verdadera plaga. Una pena porque cada vez que paso por allí es entrar en el agua y no salgo hasta que estoy encogido y chuchurrío de tanto remojo.

¿Os acordáis de esto?

Pues hala, iros olvidando porque lo que toca de aquí en adelante es esto:

Que ya ha empezado a nevar este fin de semana y, como todos los años, al principio me da pereza pero siempre acabo metido en nevadas, temporales y ventoleras.

Mas playas de la costa coruñesa, esta vez la playa situada al pie del pueblo de O Pindo y del monte con el mismo nombre, ese monte que la luz del atardecer pinta de rosa debido al color de la roca. Arena blanca, agua cristalina, un largo paseo marítimo, el perfil de Finisterre a lo lejos y mucha tranquilidad. Le sobraría el viento fresco y el agua congelada para rozar la perfección. A desmano de todo, éste sería un pueblo ideal para quien quiera vacaciones de desaparecer del mundo.