Galiciaenfotos.comSin rumbo. Sin prisas. Sin horarios.

Una de las cosas que he aprendido a base de viajar a Portugal es que nuestros vecinos del sur son de lo mas mañoso a la hora de las manualidades. Lo mismo decoran una estación con un tremendo mural de azulejos pintados en tonos azules como añaden alegría a la ventana de una casa con unos azulejitos entrañables (con una imagen algo empalagosa, eso si, diabéticos abstenerse de verla por exceso de dulce).

Y no digamos nada de los cuadritos de conchas con marco de maroma náutica, todo una prueba para su creador cuya paciencia se ve recompensada por la grandiosidad de la obra final. Quien sabe si dentro de unos años algo así estará al lado de Sorolla en el museo Thyssen. Si ahora hay cada cosa que mete miedo, cuando por fin reine el sentido común todo aquello bonito y primoroso alcanzará el lugar que le corresponde.

Nota: entrada e ideas patrocinadas por el uso y abuso de Super Bock, la cerveza de Portugal.

Estoy alucinando con las imágenes que veo de Madeira tras las recientes inundaciones, por los tremendos destrozos que ha hecho en Funchal y los cuarenta muertos que hay hasta el momento. Según voy viendo imágenes y reconociendo sitios, cada vez se me queda la boca mas abierta. Me parece increíble recordar cómo algo así:

Estos días estaba así. Pinchando en la foto os llevará a mas imágenes en «La Voz de Galicia».

Si queréis un recorrido por la isla y ver cómo eran las cosas antes de semejante desastre, puedes ir aquí.

Cuando vayáis a visitar la Ribeira de Oporto, no dejéis de aprovechar un ratito para subir en el «Ascensor da Ribeira», es gratuito y desde la parte superior hay mejores vistas que desde la propia orilla del río. El invento en sí es éste y lo encontraréis un poquito escondido detrás de un arco de piedra cerca del puente Luis I.

Desde la parte superior podéis llegar caminando precisamente al puente Luis I desde donde para mi gusto se pueden ver las mejores vistas de la Ribeira, incluida una foto que ya salió publicada hace meses. Aquí tenéis en primer plano el ascensor desde otro ángulo.

No, no me refiero a los afamados calendarios de Wurth, sino a éste que nos encontramos en un parque de Ponte de Lima. Bonito, colorido, hermoso, vivo, ecológico, presenta como único inconveniente la necesidad de tener al ilustrísimo excelentísimo señor doctor jardinero (recordemos que está en Portugal) de guardia listo, presto y dispuesto a las doce de la noche para cambiar la posición de las plantitas indicadoras del día con el consiguiente sobrecoste salarial en concepto de nocturnidad y alevosía so pena de mantener el calendario desactualizado hasta la mañana siguiente.

Lo primero, he de reconocer que desconocía total y absolutamente la existencia de Sesimbra hasta que en un viaje por esa zona fuimos hasta Cabo Espichel y apareció este pueblito. Pequeño, con playita y puerto, lo que más me llamó la atención fue el castillo situado en todo lo alto de una montaña. Buscando más información resulta que quedó hecho polvo tras el famoso terremoto de 1755, el mismo que dejó Lisboa hecha unos zorros. Lo que hoy vemos fue reconstruido en el siglo XX y no me quiero ni imaginar las vistas que habrá desde allá arriba (pues si, no subí, había que escoger entre éste o Cabo Espichel y a mi los acantilados me pueden, con lo que ganó el segundo).

Interesante descubrimiento en Arcos de Valdevez: un reloj de agua. Nunca había visto uno y no sé si es original o hay mas, pero éste me llamó bastante la atención. Se trata de una circunferencia abierta por una parte y dividida en doce partes numeradas. Aquí tenéis una vista general.

Cada parte tiene ocho agujeros, los cuatro superiores tienen focos y de los cuatro inferiores sale o puede salir un chorro de agua. A la una no echa agua ninguno. A la una y cuarto echa el primer agujero. A la una y media los dos primeros, y así sucesivamente. Como podéis apreciar, al funcionar por cuartos de hora no vale como cronómetro pero siendo su principal misión la decorativa, es algo de escasa relevancia.

Incluso, para mejor presentación, tiene una frase de un tal Marc Augé que no conocía pero ha resultado el inventor de los no-lugares, ese recurso tan utilizado en el harte.

En el último viaje al Algarve me quedé alucinado al ver dónde habían metido un bar: en pleno acantilado, aprovechando un trocito llano.

Supongo que habrán hecho sus cálculos, pero el día que pasé por allí había una ligera tormenta, algo de oleaje y me lo pensaría muy mucho antes de poner un pie en el bar.

Me encanta la costa del sur de Portugal, si por mi fuera volvería mañana mismo aunque tampoco es novedad. Si por mi fuera me iría mañana mismo a cualquier sitio, de todas partes seguro que se aprende algo nuevo o se ve algo distinto.

Si en Vigo y Santiago estamos todos intrigados con el dichoso 26945, mejor ni nos imaginamos cómo podríamos estar si nos ponen ésto en un campo a la entrada de Ponte da Barca (Portugal).

De lejos son unos numeritos, de cerca parece un algo digno de inteligencias superiores venidas del espacio interespecial. Se agradecería que aquellos que hayan superado la EGB con aprovechamiento nos iluminen a aquellos cuyo entendimiento ni siquiera alcanza a imaginar qué puede ser.

La verdad, con lo bonito que quedaría un naranjo en medio del campo y tienen que ir a poner esto…

No sé si será el punto mas alto de Oporto, pero si no lo es, poco le debe faltar. En pleno centro se levanta la famosa Torre de los Clérigos a la que no sabía que se podía subir así que ya sé lo primero que voy a hacer la próxima vez que vaya por allí. Las vistas prometen ser espectaculares y por supuesto habrá fotos aquí como está mandado.

Para ser una foto sacada con el móvil hay que reconocer que da el pego totalmente.

Y por fin llegó el día de vuelta. Ultimo desayuno en el hotel, he de reconocer que me pongo morado con los desayunos buffet. Cada día se repetía el mismo ritual: primero fruta, de la que haya porque me gusta toda. Luego un yogurcito, pan con mermelada, pan con miel, y finalizamos con un chocolatito sopeteando el minicroissant y el bizcocho. A lo mejor va a ser por esto que cada día estoy mas redondito.

Mañana de piscina y al mediodía nos vinieron a buscar para trasladarnos al aeropuerto. Desde la terminal una de las últimas fotos, la vista de las Islas Desiertas. Tres pequeñas islas de origen volcánico que reciben ese nombre porque (era difícil imaginárselo) allí no vive nadie. La izquierda se llama Ilheu Chao (islote llano), la del centro es la Deserta Grande y a la derecha el Bugio.

El resto del proceso, el mismo que a la vuelta pero al revés. Avión, merienda cortesía de la TAP, llegada a Oporto, recogida del coche y pitando para casa. Yo a lo mío, fotos hasta en el interior del avión sin que la gente se entere, aprovechando que nos sentaron en la última fila…

La chica que cruzaba el brazo no sé si era por miedo al despegar o para consolar a su pareja porque también se habían acabado las vacaciones. Que le vamos a hacer, ya habrá más.