Galiciaenfotos.comSin rumbo. Sin prisas. Sin horarios.

Y ésta vez añejo, con el zapato colgando desde hace tiempo a juzgar por el estado en que se encuentra, revelador de muchos meses a la intemperie. Visto en Ribeira, en el paseo que va hasta el camping de Coroso, nombre que por cierto siempre me hizo sentir curiosidad antes de conocerlo ya que equivocadamente suponía era «Camping Decoroso» de lo cual se deducía que podía haber también un interesante «Camping Indecoroso» en las proximidades. Es lo triste de la ignorancia, que uno se hace ilusiones y luego se desvanecen con el conocimiento.

Y como tengo el antojo, qué mejor idea que pintarlo en pleno monumento al «Encuentro entre dos mundos» en Bayona para que se entere todo el mundo. En fin, paciencia, hay gente como esta porque tiene que haber de todo en este mundo…

Por si os interesa ver un folleto con los aspectos mas interesantes de Bayona, aquí lo tenéis.

Fin de semana de nada de nada, y eso que en Vigo estaban de paso varios barcos de la Armada Española con posibilidad de visitarlos, el festival aéreo, fiestas cerca de mi casa, multitud de fiestas por Galicia adelante, etc, etc. Pero como el cuerpo quería playa, sábado playero, domingo playero, nada más excepto el viernes que se aprovechó para visitar a A Guarda y ya de paso desoxidar la cámara, con esto del calor la pobre lleva un par de mesecitos prácticamente en hibernación.

Bueno sí, algo hubo. Por si no lo sabéis, no sólo los loros son capaces de imitar las voces, los cuervos y urracas también (véanse los afamados dibujos animados «las urracas parlanchinas«), en un restaurante de Portugal al que suelo ir tienen una urraca que al pasar te dice «hola». Pues ahora una de las que anidaron en mi jardín, de tanto escucharnos llamar a uno de los perros se aprendió su nombre y lo llama ella directamente. Es verdaderamente impactante asomarse a una ventana y ver una urraca llamando a un perro, pero bueno, a día de hoy creo que ya no me asusta nada.

Aquí tenemos una verdadera antiguedad de juego, de esos que entretenían al personal antes de la invasión de videojuegos, consolas, ordenadores y demás. El funcionamiento es bien simple, se cogen unas fichas con forma de moneda gigante y se tiran desde la distancia acordada a ver sin consigues meterla en los agujeros del tablero, en los agujeros protegidos por ese arco de metal (puntúan mas), o donde mas valor tiene, en la boca de la rana. Cuestión de puntería pura y dura. Por si alguien se quiere echar una partida, este ejemplar estaba a la entrada del bar que hay en lo alto del Monte Aloia, en Tuy.

Otra de las tradiciones gallegas, además de comernos todo aquello que sea comestible o sospechoso de serlo, es la de hacer aguardiente (también llamado «orujo«) por mucho que la Xunta de Galicia haya sacado hace años una ley que complica tanto la tenencia de alambiques como que la gente se pueda hacer unos cuántos litros en su casita para consumo propio (mil o dos mil, siempre es mejor que sobre que no que falte). Partiendo del orujo sale el aguardiente blanca, el aguardiente de hierbas, la crema de orujo, el licor café, licor de manzana, de pera, de cerezas, de guindas, de nueces verdes y de mil cosas más, si cae un ratón al alambique no te preocupes, alguno habrá que lo pruebe para ver qué tal sabe el licor de ratón, porque como el ratón es de casa, malo no puede estar. Generalmente se toma en vaso de chupito tras los postres y se suele aplicar el procedimiento llenar-beber-repetir hasta que entren las ganas de cantar muñeiras.

Cuando te ofrezcan por ahí algún licor sacado del orujo, si lo ves en botella bonita, limpita, etiquetada y demás, ni caso. El mejor de todos suele ser el que viene en una botella de Cardhu resobada y con cientos de trasiegos encima (casero total). Sobre todo no seas aprensivo, recuerda que el contacto controlado con los microbios forma parte del adiestramiento de nuestro sistema inmunológico.

Siempre me gustaron mucho los bichos (salvo la suegra) y me entretiene seguirlos, verlos en acción, fotografiarlos. También soy bastante confiado y nunca tuve el menor problema… hasta hace poco. Primero fue una avispa, la vi acercarse como una exhalación y me pegó un mordisco en la frente que aún me duele hoy. El otro día, mientras subía a los molinos del Folón, me entretuve retratando una preciosa libélula apoyada en unas hojas. Todo bien hasta que el bicho pegó un salto y no sé si es que aparcó en mi ojo, en la frente, si chocó o es que no quería paparazzis cerca, otra mas que se vino directa hacia mi y no sé si me habría mordido, a manotazos tampoco le dejé mucho tiempo para intentarlo. Está visto que con bichos así de agresivos me voy a tener que llevarme la paleta matamoscas comprada por un euro en la feria de Vilanova da Cerveira.

Cómo corre el tiempo. Hace unos meses celebraba la entrada número 1.000 y cuando me he querido dar cuenta estamos celebrando ya la 1.500 a un ritmo sostenido de dos al día y sin excesivo esfuerzo por mi parte, todo sea dicho. ¿Que tan magno acontecimiento debería ser celebrado con una comilona, fiesta en las calles y fuegos artificiales? Pues va a ser que no, porque con unas previsiones de 30ºC como mínimo, cuando se publique esta entrada estaré en algún lugar así absolutamente embadurnado de mi crema factor 50, que uno es de piel delicada y mas vale cuidarse que no sufrir una semana los efectos del sol.

Aquí podemos ver una imagen de lo que era la Thermomix del siglo XIX para muchos hogares gallegos, en especial en las zonas rurales. Generalmente estaban hechos de hierro fundido, se metía dentro el papeo, se ponía sobre el fuego y esperar a que se hiciera. En la actualidad están en desuso y reducidos prácticamente a cuestiones meramente decorativas como en el exterior de este restaurante de Arzúa.

Hace unos años los conocía gracias a los documentales de la tele y para de contar. De un tiempo aquí, veo cormoranes por todos lados como estos tres tranquilamente posados en una barca de Bayona, asoleándose ricamente y sin la menor preocupación. El día que me pase por las Cíes otra vez (debe hacer unos quince años desde la última visita), que los hay a punta pala, me imagino que me inflaré a retratarlos y vosotros a sufrirlos aquí mismo.

No son muy conocidos estos inventos por Galicia, o por lo menos no los he visto en las playas, en cambio en Portugal son más que habituales debido a que prácticamente todas son playas abiertas, sin protección como las rías y suele hacer bastante mas viento. En esos casos hay dos opciones: sufrir las arenitas lijándote la pantorrilla y metiéndose en el bocadillo o poner tu paravientos y disfrutar de la playa como un señor. Francamente, no hay color en la elección.

Si al final se les da por poner los dichosos peajes abusivos sí que sé una solución mejor: no volver a las playas portuguesas y disfrutar exclusivamene de las playas gallegas, para que aprendan.