Galiciaenfotos.comSin rumbo. Sin prisas. Sin horarios.

Aprovechando los días festivos también hicimos una visita a mi cabo favorito de la Costa da Morte, Cabo Vilán. Resulta impresionante la amenazante figura de las rocas saliendo del mar y ese faro de piedra rosada en todo lo alto comunicado por un túnel con el edificio donde vivían los fareros.

Los alrededores son igualmente espectaculares así cómo la carretera por la que se iba desde Camariñas, recorrías kilómetros entre campos con el faro allá a lo lejos. Tremenda la sorpresa y decepción al ver la barrabasada que han hecho con el paisaje, metiendo una piscifactoría justo en esa carretera. Donde antes recuerdo campos y caballos, ahora hay un montón de toldos negros bajo los cuales están los peces. Anda que no hay sitios donde meterlas como para joder los paisajes mas impresionantes de la zona. O yo soy tonto (que todo es posible), o hay ciertas cosas que no me explico. Juzgad vosotros mismos…

Para quien no lo conozca y guste de las aventuras arriesgadas, en lo alto del Parque de San Pedro hay un laberinto vegetal estilo inglés, de esos que hacen con setos de dos metros y medio de alto. Ahí lo tenéis, con su forma circular y sus pasillos interiores destinados a conseguir que la gente se pierda. Yo, por si acaso, ni entré. Consigo perderme fácilmente en cualquier parte como para además andar tentando a la suerte. ¿Y lo mal que sienta tener que llamar con el móvil a alguien fuera para que te venga a buscar porque no eres capaz de salir?

Aquí tenemos una gaviota, tal y cómo la encontramos en un parking de Ribeira. En principio pensé que había fallecido de muerte natural, porque si te dan con ese palo y luego te pasan por encima con un coche, lo mas natural es que te mueras. Consultado el libro «Asesinatos para torpes» parece ser que cuando quien maneja la estaca no es uno mismo, pasa a la categoría de crimen. Vayamos pensando en llamar a la mismísima Jessica Fletcher a ver si encuentra el causante de la escabechina.

Después de ver la puesta de sol nos despedimos de Finisterre no sin antes hacer una última parada en la carretera del faro para ver y contemplar una obra que no sabes si realmente es arte, una chapuza o el asalto del diseño a los entierros. Se trata del cementerio de Finisterre creado por César Portela, doce cubos dispersos por la ladera como contenedores caídos de un barco. Creado hace unos diez años, los líos políticos primero, legales después y finalmente que allí ni siquiera llega la corriente eléctrica han acabado por dedicar a la cría de tojos un proyecto por el que entre todos se pagaron 300.000 euros (de los que por supuesto nadie se hará responsable). Según cuentan, en el pueblo tiene mas detractores que gente a favor, principalmente por lo radicalmente nuevo del diseño y porque queda bastante a desmano.

Típico ejemplo de nuestra manera de actuar: primero hacer, después pensar y ya veremos cómo acaba la cosa.

Así se ve el Cabo Finisterre desde un mirador entre Ezaro y Corcubión. No hace falta decir que me encantan estas imágenes simples, sencillas, poco recargadas y en tonos suaves.

Mucho mas cerca, el perfil de Finisterre cambia, aquí lo tenéis desde la carretera que va del pueblo al faro. Se había puesto el sol y el faro ya tenía encendida su luz. Para los curiosos, el edificio de la derecha es el hotel «O semáforo» de Finisterre.

En la última visita a Espasante me llamó la atención una estatua de un cerdo con cencerro en medio del pueblo. Estos días me pregunté si sería por algo en especial y gracias al señor Google mirad qué tradición tan curiosa nos encontramos.

Realmente un cerdo viviendo por las calles no es una novedad. En Vigo veo muchos habitualmente: el que vacía el cenicero del coche en el semáforo, la que sacude las alfombras hacia la calle, el que no recoge la caca del perro y la deja en la acera, etc.

Al sur de Cee o al este de Finisterre se pueden ver dos pequeños puntos de interés en medio del mar. Uno es un pequeño faro rojo, otro un faro de forma y tamaño similar al de Finisterre con su edificación de color blanco. No sé si estará habitada o no, no sé si habrá farero, de haberlo tiene su mérito residir aquí aunque sólo sea una temporada y prefiero ni imaginarme lo que puede ser vivir un temporal desde este faro dando casi a mar abierto porque se me ponen los dientes largos, muy largos.

A principios de septiembre hicimos una escapadita hasta Ferrol, una visita que me dejó sensaciones totalmente contrapuestas. Por un lado descubrí una arquitectura impactante, podéis verla al detalle en la web Ferrol modernista, con la ciudad llena de edificios llamativos. Por otro lado el puerto lleno de barcos de la marina, algo que siempre me gustó, con colección de fragatas y el nuevo portaaeronaves Juan Carlos I. También están los castillos de San Felipe y la Palma, en las afueras, y un poco mas alejado Cabo Prioriño así que me hinché a hacer fotos. Sin embargo recordaba la ciudad como muy animada, con ambiente de vinos al mediodía y alegría por las calles. Lo que me encontré fue todo muy parado, muchos locales cerrados, una sensación de completa decadencia, casi nadie al mediodía y mucho quinqui. Una verdadera pena. Como siempre irán saliendo aquí fotos a tutiplén, pero bueno, de momento hay que conformarse con la típica vista del ayuntamiento y la Plaza de Armas porque con la de material que hay a la cola, como no me apure ésto no sale hasta el verano que viene…

Si estará preparado en plan turístico la cascada en la desembocadura del Xallas que hasta hay una pasarela de madera que lleva a un mirador. Cuando vi las indicaciones pensaba que aquello sería un tablón hasta una piedra, como prácticamente era la primera vez que fui hace ya unos añitos. Pero de eso nada, monada, pasarela a tutiplén…

…y mirador con graderío a todo lujo, sólo falta musiquilla como en las cuevas del Drach y que se jueguen partidos de waterpolo en la charca para completar la faena. Galicia paraíso natural y tal y cual… o casi.

Tras el primero, veamos el segundo hecho curioso. La puerta de la central hidroeléctrica estaba abierta, no había nadie y desde fuera se veía esta pedazo turbina azul funcionando (se nota mas que nada por el ruido y la vibración, características ambas que no salen retratadas). Pues nada, para adentro tranquilamente, le saco unas fotos, me doy un paseito, salgo de nuevo y seguí sin ver a nadie. Menos mal que ese día no iba con aviesas intenciones de tocar botones o desenchufar cosas, que de haber querido jugar con interruptores lo hubiera tenido bastante fácil.