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Seguimos con la visita a Ferrol. Caminando llegamos a la Plaza de España, en obras. La sensación aquí es como si hubieran abandonado la obra. No se veían máquinas, grúas ni material de construcción. En el centro había un par de construcciones tipo kiosko con los cristales reventados. Los focos pensados para iluminar la plaza estaban rotos también. Y algo que no acabo a comprender, la extraña manía que nos ha entrado en Galicia por hacer cosas con hierro oxidado, sabiendo que gracias al clima que tenemos, nada que le llueva encima empiezan a verse churretones de óxido en el suelo por todos lados.

Lo que sí me gustó era la luz que había, sol a media altura con cielo despejado y pequeñas nubes. Entre el azul y el colorido de los edificios me lo pasé como un enano sacando fotos, tanto de dos en dos…

…como de uno en uno, pocas veces consigo fotos directas (prácticamente sin retocar) con un colorido así de potente.

Si la zona de A Limia es conocida por sus patatas y hacen estatuas de la recogida de la patata, en Arzúa lo mas conocido son los quesos por algo se proclaman como «la tierra del queso».

De modo que ya os imagináis lo que nos podemos esperar: estatuas dedicadas al queso y a las queseras. Originales no serán, pero se les perdona todo sólo por lo bueno que está el queso de Arzúa.

Y llegó la entrada posterior a la que hacía referencia en la entrada anterior tras haber dejado algunas entradas por el medio. Visita a Santiago para ver la Puerta Santa, el Hostal de los Reyes Católicos, mil y una calles, todo como excusa para hacerle una visita al San Clemente y dar rienda suelta a la gula acumulada. Pero se ve que como en vez de entrar por la Puerta Santa la usé para salir, hacer las cosas al revés tiene su castigo y me encontré el restaurante cerrado por vacaciones. Porca miseria, ¿a ver si esto va a ser efecto del gato negro que me crucé hace un año? ¿Y ahora qué hago? Recuerdo que cerca de la Casa de la Troya había uno llamado los sobrinos del padre del buen pulpo o algo así. Allá nos vamos. Unos metros antes la pituitaria emite una señal de parada inmediata porque algo ha detectado. Nos hallamos justo delante de un establecimiento de comidas llamado «Bierzo enxebre«. Tres puntos rojos de la Guia Michelín en el cristal. Una foto de las Médulas en el interior. Las nubes se abren y un rayo de sol ilumina la puerta del local. Esto es una señal, una revelación, hay que verlo, catarlo y disfrutarlo. Allá vamos y que sea lo que dios quiera.

Primera impresión, chica rubia impecablemente vestida de negro nos indica que hay sitio y nos sitúa a los dos en una mesa para cuatro. Digo los dos porque también venía la parienta, si hubiera ido yo solo no me habría complicado tanto y comería en cualquier cadena murtinasioná de comida rápida. El problema es que a ella su madre debería haberla llamado Joquefina, porque la carne de rata a la plancha con queso de plástico en medio de un trozo de pan minúsculo no le va mucho así que hay que buscar un sitio más acorde a su glamour y condición. Y éste lo era, decoraban las paredes sendas fotos de Corelia y Maruxa, la alegre parejita de Santiago. Es curioso, pero estas fotos las he visto a la venta en varias tiendas de recuerdos. Como ésto siga así, el apóstol Santiago va a tener competencia por el liderazgo turístico de la ciudad. De las obras que se exponen en el CGAC ni he visto fotos a la venta, ni postales, ni se espera tal acontecimiento. Es el triste sino del pueblo llano, preferir hechos entrañables y personajes cercanos antes que la «kultura» y el «harte».

Dejándonos de leria (dícese de la conversación amigable sobre cosas sin importancia), una vez sentados a la mesa fuimos impecablemente atendidos por una simpática y amable camarera con problemas de memoria y disposición visual, es decir, de las que su empeño y atención al cliente se ve empañado por ser fácilmente olvidadiza en lo que se le pedía y escasamente dada a levantar la vista para ver si algún cliente quiere pedir algo, ese mal que tanto aqueja al personal hostelero. Aún así, la impresión final de su servicio en lo que a trato se refiere fue altamente positiva. Volviendo a los hechos que nos preocupan, como primer plato pedimos caldo gallego. No se dejen ustedes llevar por lo turbio de su aspecto como si de una sopa de ciénaga se tratara. Tras medio día pasando frío, una taza calentita con sus habas, su repollo, su patatita, es que entró de película preparando el estómago para los asaltos siguientes.

¿Qué vino luego? Pulpo, Botillo del bierzo acompañado por Ribera del duero (lo siento, los vinos gallegos no me acaban de entrar para comidas abundantes), postres, cafés de pota con su botellita de aguardiente blanca de acompañamiento y la copita con licor de guindas. Madresita, madresita, estábamos que reventábamos. Cuarenta euros en total ponía la nota pedida tres veces a la señorita camarera de frágil memoria. Gracias a quien corresponda haber puesto éste local en mi camino porque ha merecido la pena. Y ahora, a caminar diez kilómetros Santiago arriba y Santiago abajo para bajar todo lo que le hemos metido al cuerpo.

Por si alguien se quedó con ganas de saber qué había dentro de la cúpula del RD2D de San Pedro, aquí estoy yo para complacerlo: una maravillosa exposición de trozos de árboles pintados de colores.

Y recordarlo, 99% de posibilidades de que alguien haya cobrado una pasta (de vuestro bolsillo) para que eso esté ahí.

As Pontes de García Rodríguez es un pueblo francamente curioso. Ya no por la omnipresencia de la central térmica ni por la existencia de los transformers, si no porque según te acercas a la central puedes encontrar hasta un mini-zoológico, con sus ñandús y sus gacelas al fondo.

Si te acercas por otro lado aparece un pequeño pueblo típico gallego abandonado, con su hórreo y todo. La sensación es de película futurista, si le sumamos que pasé un domingo lluvioso a última hora de la tarde y no se veía nadie por la calle, lo que mas apetecía era pirarse no fuese a encontrar un zombie al girar una esquina que dicen que tienen muy mala leche y se comen los higadillos del prójimo.

Por orden del señor alcalde, se hace saber a todos aquellos interesados en visitar la catedral de Santiago, que de momento siguen en obras tanto el Pórtico de la Gloria como el santo de los croques, no pudiendo darle los cabezazos habituales y que tan buen resultando daban despertando la neurona del personal.

El Pórtico se halla completamente cubierto de andamios. Iros olvidando eso de llevaros un santo a casa, que hay pocos y están muy vigilados. Probablemente tampoco sea buena idea intentar meter el botafumeiro bajo la gabardina y llevárselo disimuladamente. Recemos también porque el que lo está restaurando no haya sido promotor antes o corremos el riesgo de ver aparecer una urbanización bajo los andamios en uno de esos despistes a los que tan dados son los constructores (hice dos alturas más sin querer, no sabía que no tenía licencia, pensé que aquí se podía construir, etc, etc).

Una de las cosas que no recordaba de Ferrol era lo bonito de sus edificios. Cuando camino por una ciudad soy mucho de irme fijando en casas, esquinas, portales y todo aquello que destaque, aquí me quedaba abierto una y otra vez con edificios como éste, por cómo estaban de limpitos y cuidados.

Ya no sólo por los edificios, sino por detalles en las fachadas. Fijaros en estos ventanales y ya me diréis si se construye algo parecido hoy en día.

Pues elementos de este estilo se veían por todos lados. Una lástima otros temas que ya iré comentando más adelante.

Sábado, visita a Santiago y ya de paso a ver la Puerta Santa que, como todos sabréis y el que no lo sepa a ver si se aplica un poco más leyendo lo que escribo, al ser 2010 un año Xacobeo está abierta, sin muro delante y se puede cruzar. También la crucé, aunque lo normal es hacerlo para entrar y como me pillaba dentro de la catedral, la usé para salir. No sé si eso invertirá los efectos beneficiosos para la salud, amistad, facilidad de palabra y buen gusto que debe tener cruzar la Puerta Santa o es que en este año tampoco me va a tocar la primitiva. Por lo de pronto lo que no me tocó fue la visita de cortesía al San Clemente, donde cortesmente hago honores a las viandas que en mi mesa van poniendo dado que se hallaba cerrado por vacaciones. Sin embargo, dice el refrán que cuando dios cierra una ventana, abre una puerta santa y ello nos sirvió para descubrir otro lugar donde ponernos morados de comida, hecho del que daré buena cuenta en alguna entrada posterior.

Domingo. Visita al CGAC, Centro Gallego de Arte Contemporáneo en Santiago. A la entrada, una guillotina a escala real. Esto me va a gustar. No hay foto porque sacarla justo delante de un guardia de seguridad era mucho tentar a la suerte. Primera sala, entro y veo un montón de botes de pintura en el centro. Coño, debieron quedar de cuando pintaron las paredes. Pues no, los botes de pintura son parte de la exposición. Risa floja. Qué insensible y asilvestrado debo ser que no percibo la magnitud de la obra de arte. Nótese cómo el bote de la izquierda es el rarito, tuvo problemas con sus padres y desde hace tiempo no se integra correctamente en el grupo. Es mas, los dos botes a su derecha le dan la espalda en un claro intento por ningunearlo.

Segunda sala. Una chica sentada en una mesa toma notas en su portátil. ¿Y aquí qué hay que ver?

Hay que ver que la obra de arte es la chica escribiendo en el portátil: «Instant Narrative 2006», performance, laptop, proyección de video. Impresionante. Acojonaito me quedé. Anonadado. Me encantan eso de las performances. Si las acompañan con una video instalación, un letrero de neón formando palabras y una frase en inglés repetida de forma rimbombante mil y una veces por un altavoz carísimo pagado por todos los contribuyentes vía subvención, no hay estreñimiento que se resista mas de diez minutos.

Me encanta la cultura, pero mas me gustaría si yo también pudiera vivir del cuento.

Por el norte de Galicia y Asturias podemos encontrar de cuando en cuando estaciones pintadas de amarillo canarito (se ve que son poco supersticiosos) correspondientes a FEVE (Ferrocarriles de Via Estrecha), empresa alternativa a la RENFE de toda la vida. Por si alguien tiene curiosidad, mientras que la distancia normal entre railes es de 1.668 m, FEVE utiliza una distancia de un metro justo. ¿Porqué? Aquí podéis leer la historia completa.