Galiciaenfotos.comSin rumbo. Sin prisas. Sin horarios.

Y de casualidad, por variar. Entrando en Los Ancares recordaba un castillo en lo alto, miré el mapa Michelín de hace cuatro años (insisto, los GPS son para cobardes) y en el primer sitio que vi el dibujito de un castillo allá nos fuimos. Buscaba el castillo de Doirás pero el que apareció fue el de Balboa. Bueno, ni eso, porque al principio no aparecía el castillo ni de broma. Llegamos a la hora de comer y lo primero que vimos fue una iglesia. Luego esta palloza, una de esas casas circulares con tejado de paja, en el centro del pueblo.

Entramos, estaba oscurito, echamos una ojeada y coño, qué sorpresa, si es un restaurante con sus mesitas, sus sillitas, su chimenea gigante en el centro y su escenario, supongo que de noche habrá copas y fiesta. Fijaros cómo es el tejado, vigas de madera distribuidas de forma radial, ramas cruzando y por encima de todo, el techo de paja. Construcción 100% natural.

¿Comemos aquí? Pues nada, comemos. Mi madre, qué comilona. A escoger entre seis primeros y seis segundos, todos apetecibles, nos pedimos un crepe de espinacas y piñones con salsa de pimienta para empezar, de segundo la parienta optó por las carrilleras y yo por el codillo a la cerveza. Tarta de castañas y biscuit de almendra con chocolate caliente para postrear, pan, vino, cafés, cuando a la hora de pagar me dicen veintiocho euros es que lloraba de alegría… diormío, esto es el paraíso.

Apuntarlo en vuestras agendas, si alguna vez pasáis por la A-6 en la frontera entre Galicia y León, coged la desviación de Ambasmestas y tirad hasta Balboa si queréis disfrutar de la buena mesa. El estómago os lo agradecerá.

Quiero desde aquí expresar mi reconocimiento al Parador de Verín por su inestimable ayuda a la mejora de mi calidad de vida. Habiendo llegado castillo de Monterrey cuando aún estaba cerrado, bajamos aquí para tomarnos un café en la terraza situada a la derecha de la entrada principal, que es esto que véis en la foto. El calorcito, la tranquilidad, el café y la compañía constituyeron uno de esos pequeños momentos cotidianos que no tienen precio. Para todo lo demás, Mastercard. Por supuesto, una porquería de cielo gracias a las nubes blancas pero qué le vamos a hacer, el respetable público ha de asumir que a veces prima la calidad del testimonio frente a lo destacable de la fotografía.

También descubrí algo que me puso los dientes largos, y muy largos: la piscina. Yo soy poco de playa, pero cuando pillo una piscina de agua templadita por banda no salgo hasta que tengo los dedos enchuchurríos de tanta humedad o hasta cumplir con la ceremonia de las cien panzadas. No me digáis que la piscina del parador no está diciendo «báñate, báñate», uno de esos días calurosos de verano tiene que ser una verdadera perdición.

Pensando, pensando, se me ocurrió que para salir de la crisis podíamos simplemente copiar a algún país al que le vaya bien. Lo que funciona con unos probablemente funcione con otros. Veamos, un país europeo con buenos sueldos y poco paro… por ejemplo, Holanda, que tiene importantes derechos sociales para los trabajadores, buenos sueldos y un 4% de paro. No tenemos mas que ver lo que hacen, cómo lo hacen y los copiamos hasta que nos vaya igual de bien. Huy… pero entonces igual nos tenemos que mandar al paro a la mitad de la clase política… y a la mitad de los jefes que no saben hacer la «o» con un canuto, cambian de opinión cada dos días y sólo valoran que el trabajador esté pegado a su puesto muchas horas aunque sea pensando en las musarañas… y a todos esos que viven del bote porque fueron algo hace muchos años… y a tanto y tanto banco que perfecciona hasta límites insospechados el asalto a comisión armada… y a tanto descendiente del Lazarillo de Tormes que cobra paro, trabaja en negro y hace sus chapucillas extras… y esos dueños de negocios que sólo piensan en escaquear impuestos mientras te atienden con cara de asco, como si te estuvieran haciendo un favor… a lo mejor os seguís preguntando porqué no salimos de la crisis…

Pero tranquilos, no os preocupéis, acabaremos saliendo adelante. A base de menos sueldo, más recortes y más impuestos, eso sí, como sólo sabe hacer el que no sabe hacer nada más.

Seguimos callejeando por Sarria y llegamos a lo que el domingo por la tarde estaba mas animado: el paseo del río. Nada como poner un sitio llano con terrazas a los lados para que el personal aproveche los ratitos de sol para salir a estirar un rato las piernas, encontrarse con sus convecinos, soltar a los niños para que se cansen y luego en casa no den mucho la lata o simplemente ver la vida pasar sentado frente a una cerveza.

Bajando el río nos encontramos la gaita flotante, un símbolo de Galicia navegando tranquilamente río abajo. Por su tamaño es probable que fuera propiedad de algún pato aficionado a la música. Si lo juntásemos con cuatro patas pandereteiras es mas que seguro que salieran en el Luar de la TVG, porque otra cosa no sé, pero panderetas hay viernes sí y viernes también.

El pasado fin de semana fue también de muchos kilómetros. Emprendimos camino sin rumbo, sin prisas y sin horario como es habitual, e hicimos paradas en Monforte, Becerreá y Balboa, en las entrada de los Ancares. La idea era no quedarse a la entrada sino continuar y hacer un recorrido por varios pueblos de montaña pero tal fue la sorpresa que nos llevamos en Balboa que allí nos quedamos hasta que anocheció. Un poquito antes, a pesar de saber que había un toro de Osborne en Becerreá ni se me acordó hasta que de pronto, en dirección al enlace con la A-6, apareció sin avisar allá en todo lo alto. Como está mandado paré, unas cuántas fotos y anotación correspondiente en el blog. Ahora ya sólo me falta el de Betanzos y tenemos completa la colección.

Fin de semana muy completito, sorprendente y lleno de fotos, del que pronto habrá más noticias aquí. La única pega fue la porquería de tiempo meteorológico. Señores de Meteogalicia, donde ustedes daban claros y nubes, eran nubes bajas y lluvia fina, que no es lo mismo. A ver si afinamos más, que sin sol las fotos desmerecen.

As Pontes de García Rodríguez es un pueblo francamente curioso. Ya no por la omnipresencia de la central térmica ni por la existencia de los transformers, si no porque según te acercas a la central puedes encontrar hasta un mini-zoológico, con sus ñandús y sus gacelas al fondo.

Si te acercas por otro lado aparece un pequeño pueblo típico gallego abandonado, con su hórreo y todo. La sensación es de película futurista, si le sumamos que pasé un domingo lluvioso a última hora de la tarde y no se veía nadie por la calle, lo que mas apetecía era pirarse no fuese a encontrar un zombie al girar una esquina que dicen que tienen muy mala leche y se comen los higadillos del prójimo.

Ahora que se aproximan los carnavales os voy a comentar una de las particularidades de las celebraciones en Pontevedra. El loro Ravachol fue la mascota del boticario del barrio de la Peregrina y murió el lunes de carnaval de 1913. Desde hace unos años, mientras en otras ciudades el último día de las fiestas habitualmente es el conocido entierro de la sardina, en Pontevedra se celebra el entierro del loro Ravachol, al que incluso le han dedicado una estatua en el centro de la ciudad.

Aquí os la pongo un poco mas ampliada. Cada vez que veo esta foto lo primero que me viene a la cabeza es «madre mía, menudo loro»…

Cuando era pequeño se veían habitualmente afiladores por la calle, alguno con la máquina de afilar típica y luego en moto con una muela de afilar adosada a la trasera. Tanto afilaban cuchillos como guadañas, hoces, hachas o lo que se terciara, incluso arreglaban paraguas de ahí el grito con el que anunciaban su llegada «Aaaa-filadooooor y para-güerooooooo» mientras hacían sonar una flauta característica.

Aquí tenéis foto del cacharrete de afilar.

Este es un oficio que el progreso se ha llevado por delante, hacía años que no veía ninguno así que cuando vi aparecer uno por Vigo me faltó tiempo para ir con el móvil a sacar la herramienta de trabajo.

No sé qué me pasa, pero voy por el mundo y veo cosas raras. Ya lo dije una vez y me ha vuelto a pasar hace unos días en Santiago, concretamente con este cartel. Ese logotipo es sospechoso, muy sospechoso…

Y no me digáis que es una gallina, a ver cuántas gallinas que conozcáis van a la peluquería.

En el último viaje al Algarve me quedé alucinado al ver dónde habían metido un bar: en pleno acantilado, aprovechando un trocito llano.

Supongo que habrán hecho sus cálculos, pero el día que pasé por allí había una ligera tormenta, algo de oleaje y me lo pensaría muy mucho antes de poner un pie en el bar.

Me encanta la costa del sur de Portugal, si por mi fuera volvería mañana mismo aunque tampoco es novedad. Si por mi fuera me iría mañana mismo a cualquier sitio, de todas partes seguro que se aprende algo nuevo o se ve algo distinto.