Galiciaenfotos.comSin rumbo. Sin prisas. Sin horarios.

Aunque oficialmente es el Mirador de San Pedro, a mi no se me quita la cabeza que quien lo diseñó se inspiró grandísimamente en la cabeza de R2D2, el robot de la guerra de las galaxias. Cuanto mas lo veo, mas claro lo tengo.

Dentro subes unas escaleras para llegar una cúpula donde hay una exposición y esa cristalera que se aprecia alrededor del edificio. Cada cristal tiene una historia sobre la que pensar como por ejemplo ¿a qué distancia queda Coruña de Nueva York? Si alguien me lo hubiera preguntado yo diría que diez mil kilómetros. Mira tú, justo el doble de lo que hay en realidad.

Y luego va el gilipollas que la lee, te tira a la vía del tren y no entiendes porqué.

Ya lo decía un amigo mío, «Coño, si no cuesta un carajo hablar bien». Vista en Salamanca y fotografiada poniendo en riesgo mi propia existencia. El dueño de la tienda salió como un rayo a quejarse cuando me vio sacándole la foto, supongo que pensaba que le iba a robar el alma a la camiseta. Con ignorarlo solemnemente, asunto arreglado.

Eso nos piden en León muy educadamente a través de estas pegatinas. Como era la primera vez que las veía y me llamaron la atención, evidentemente fueron inmortalizadas para conocimiento del público en general y pase a la posteridad a través del blog.

Portugal no sólo es Madeira, así que vamos a ir alternando unas cosas y otras. Hoy toca comentar una curiosidad del último viaje a Braga. En un restaurante-cafetería con terraza vimos anunciadas las «frigideiras» como plato típico. Al ser de la opinión que allá donde fueres come lo que vieres, preguntamos y pedimos una para probar. El aspecto externo es este:

Y el aspecto interno es así:

Son una especie de empanadillas de hojaldre rellenas con una fina capa de carne sobre la que ponen una loncha de jamón york y otra de queso. Se sirve acompañado de la típica guarnición portuguesa: patatas, lechuga, tomate y arroz.

La segunda excursión ya fue otro cantar. Ibamos en un minibus con un conductor local llamado Nuno radicalmente opuesto a la guía de la primera. Hablaba, la mitad para explicarte lo que ibas viendo y la otra mitad para hacerte reír. Nada mas subir al minibús nos agradeció que hubiéramos contratado la excursión y aclaró que habían pensado enviarnos al mejor conductor de Madeira, pero como se había despeñado por un barranco el día anterior, al final le habían enviado a él que era el segundo mejor. Y debía serlo, a juzgar por la asombrosa capacidad para conducir por carreteras de montaña mientras enviaba mensajes SMS con su Iphone. De ahí podía pasar a explicarnos jocosamente cómo todos los madeirenses sufrían si sabían que Cristiano Ronaldo había dormido mal, los tejemanejes de su señora madre para que acabara jugando en el Sporting de Lisboa, la leyenda del conejo gigante de dos metros de Madeira, cuántas copas de poncha se necesitaban para saber hablar portugués y mil cosas mas. Creo que cuando quedó la plaza de conductor de minibús excursionista libre pillaron a uno del Club de la Comedia, le preguntaron si sabía conducir y cuando dijo que sí, hala, padentro a currar.

Primera parada en Cámara de Lobos, pueblo marinero con ambiente marinero, famoso por venir Churchill de vacaciones a pintar cuadros y por estar invadido de turistas. Lo mas conocido, visitado y fotografiado, el faro.

Segunda parada en el mirador de Cabo Girao, el acantilado mas alto de Madeira con casi seiscientos metros hacia arriba. Alguien mas tuvo la misma idea, creo…

Asomándose al mirador se veía el mundo allá abajo, muy, muy, muy chiquitito. El problema de las fotos es que a veces no hacen justicia al panorama y especialmente cuando no hay referencias para saber si es muy grande o muy pequeño.

La única referencia es aproximar esa zona de labradío arriba a la derecha y comparar con la foto anterior, pero ni así os imagináis la sensación de altura desde el mirador.

Bajamos a Ribeira Brava, playa, club náutico, interior del pueblecito típicamente portugués, entretenido para pasear. Esto que véis es la costa típica de la isla: una cala con una playa de grava negra rodeada de acantilados.

De Ribeira Brava se empieza a subir hacia la Encumeada, un monte en el centro de la isla desde el que ves ambas costas de Madeira, por un lado el sur y por el otro, la costa norte allá a lo lejos. Las vistas eran magníficas y la ventolera impresionante.

Es curioso que en lo alto del monte de la Encumeada hay unas tremendas rectas sobre la montaña, raro sobre todo porque la subida y la bajada os podéis imaginar cómo es, carretera de montaña pura y dura. Y Nuno dale que te pego con el Iphone y sus SMS…

Por último Porto Moniz, probablemente la ciudad mas importante del norte. Orientada al turismo que viene a bañarse, con sus piscinas de agua marina (en la foto), un tremendo peñasco enfrente con un faro encima, otras piscinas naturales de agua salada hechas aprovechando lo que parecía ser roca volcánica, etc.

En resumen, excursión bonita, entretenida, mucho mas llevadera gracias a Nuno, me pegué tal hartón a sacar fotos que hubo que hacer verdaderos esfuerzos para seleccionar las ocho que véis. Ahora, conforme pasa el tiempo y voy contemplando el viaje desde la distancia me doy cuenta de todo lo que vimos, vivimos y anduvimos, que fue mucho.

Aprovechad para verlos en la foto porque de cara a las navidades los percebes se vuelven inaccesibles. Normalmente andan a 20-25 euros el kilo y en esta época pueden quintuplicar esa cifra. A mi el marisco ni fu ni fa, me lo como aunque tampoco es lo que mas me llena el ojo, pero de cuando en cuando compro unos cuantos percebes y no están mal como entretenimiento. Se pone agua a hervir, 70 gramos de sal por litro, una hojita de laurel y cuando rompa a hervir, se echan directamente. En cuanto vuelva a hervir cuenta medio minuto, los sacas y a comer se ha dicho. La técnica para comerlos es simple, tienen un pie y una cabeza. Rompes con la uña la «piel» del percebe donde se unen pie y cabeza, separas ambas partes y chupas el contenido del pie. Está muy bueno, el sabor es fino y como entrante con cuarto kilo para dos personas llega.

Llegados al pie del peñón de Ifach, y haciendo valer mi lema «si se puede subir, subimos», me acerqué hasta el centro de visitantes, esa construcción que se puede apreciar en la parte izquierda del peñón un poco antes de la pared vertical. Desde allí saqué una panorámica que ya fue publicada mientras que a la derecha se puede ver una playa mas pequeñita, la Fossa. Cuidada como todas las playas de esta zona, con agua limpia y calentita, tiene la desventaja que suele haber mucha gente, al estar orientada al este los edificios le hacen sombra muy pronto y el problema del agua calentita: las medusas. Me comentan que desde hace dos años son una verdadera plaga. Una pena porque cada vez que paso por allí es entrar en el agua y no salgo hasta que estoy encogido y chuchurrío de tanto remojo.

Aprovechando los días festivos también hicimos una visita a mi cabo favorito de la Costa da Morte, Cabo Vilán. Resulta impresionante la amenazante figura de las rocas saliendo del mar y ese faro de piedra rosada en todo lo alto comunicado por un túnel con el edificio donde vivían los fareros.

Los alrededores son igualmente espectaculares así cómo la carretera por la que se iba desde Camariñas, recorrías kilómetros entre campos con el faro allá a lo lejos. Tremenda la sorpresa y decepción al ver la barrabasada que han hecho con el paisaje, metiendo una piscifactoría justo en esa carretera. Donde antes recuerdo campos y caballos, ahora hay un montón de toldos negros bajo los cuales están los peces. Anda que no hay sitios donde meterlas como para joder los paisajes mas impresionantes de la zona. O yo soy tonto (que todo es posible), o hay ciertas cosas que no me explico. Juzgad vosotros mismos…

Si Galicia no se llamara Galicia bien podría ser lllamada «La tierra del millón de vacas», porque vayas donde vayas, en un monte perdido, en una ladera, en un llano, siempre acaba por aparecer donde menos te lo esperas un rebaño con esa cara sorprendida de «mirad, mirad, uno con una cámara». No me quejo, que estas sí que saben posar y no son tan miedicas como las ovejas. Te ven, te prestan un minuto de atención y en nada ya las tienes pastando otra vez.

Se acabó el puente, adiós al fin de semana seguido de dos festivos en Galicia. Dos días de lluvia, dos de tiempo mas o menos decente, y cómo fueron los dos de lluvia… tanta cantidad que se inundaron unos cuantos pueblos, los ríos bajaban llenitos de agua y en algunos puntos, como las Termas da Chavasqueira en Orense, con agua de más. Quizá no fue cosa de la lluvia, quizá se olvidaron la ducha abierta toda la noche y pasó lo que pasó, que llenó el río.